Por eso les dije: «Ustedes son testigos de nuestra desgracia.
Jerusalén está en ruinas, y sus puertas han sido consumidas por el fuego.
¡Vamos, anímense! Reconstruyamos la muralla de Jerusalén para que ya nadie se
burle de nosotros!» Entonces les conté cómo la bondadosa mano de Dios había
estado conmigo y les relaté lo que el rey me había dicho. Al oír esto,
exclamaron: «¡Manos a la obra!». Y unieron la acción a la palabra. Nehemías 2:17-18.
Pienso que el mejor
trabajo que se hace para Dios, con frecuencia se lleva a cabo de una manera
irregular. Cada vez más me siento como aquel viejo soldado de Waterloo cuando
le preguntaron acerca del mejor uniforme que debía usar un soldado. El duque de
Wellington le dijo: «Si tuviera que combatir otra vez en Waterloo, ¿cómo le
gustaría ir vestido?» La respuesta fue: «Por favor, señor, me gustaría ir solo
con mi camisa», creo que eso es lo mejor. Libérate de todas las cosas
superfluas y enfrenta lo que sea. Allí están las multitudes, yéndose directo al
infierno, y nosotros estamos considerando este modo de obrar o aquel otro, y
calculando las mejores formas de no hacerlo, y creando comités para considerar
y debatir, para decidir fechas y posponer, y dejar la obra suspendida por el
momento. La mejor forma es levantarse y llevar a cabo el trabajo, y luego
reunir al comité y debatir. Dios nos asegura que lo podemos hacer. Hijo mío, ve
a trabajar hoy. Haz algo práctico, real, con resultados.
Y al referirnos a un
buen trabajo, queda implícita la idea de que necesitarás esfuerzos, dedicación,
seriedad, negación de uno mismo, quizá algo que exigirá perseverancia. Con toda
responsabilidad tendrás que aferrarte a ello. Tendrás que entregarte a la tarea
de todo corazón y dejar muchas otras cosas que estorben tu labor.
A través de la Biblia en un año: Jeremías 13-16
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