Al partir para Macedonia, te encargué que permanecieras en Éfeso
y les ordenaras a algunos supuestos maestros que dejen de enseñar doctrinas
falsas y de prestar atención a leyendas y genealogías interminables. Esas cosas
provocan controversias en vez de llevar adelante la obra de Dios que es por la
fe. Debes hacerlo así para que el amor brote de un corazón limpio, de una buena
conciencia y de una fe sincera. Algunos se han desviado de esa línea de
conducta y se han enredado en discusiones inútiles. 1 Timoteo 1:3-6.
Algunos cristianos son
muy curiosos pero no son obedientes. Descuidan preceptos claros y, sin embargo,
tratan de resolver problemas difíciles. Recuerdo uno de ellos que parecía estar
siempre ocupado en las trompetas, los sellos y el resto de los símbolos
apocalípticos. Sabía mucho acerca de ese tema pero tenía una familia de siete
hijos y nunca celebraban un tiempo de oración familiar. Si hubiera dejado un
poco las trompetas y los sellos para ocuparse de sus hijos, habría sido mucho
mejor. He conocido hombres que saben mucho de Daniel y de Ezequiel y, sin
embargo, con frecuencia se olvidan de Éxodo 20 y no están muy claros acerca de
Romanos 8. No critico a tales hombres por estudiar a Daniel o a Ezequiel, todo
lo contrario, pero hubiera querido que fueran más celosos en la búsqueda de la
conversión de los pecadores de su vecindario y más cuidadosos para ayudar a los
santos en necesidad. Reconozco el valor de estudiar el significado de los pies
de la imagen en la visión de Nabucodonosor y la importancia de conocer los
reinos que representan cada uno de los diez dedos, pero no estoy de acuerdo con
que estos asuntos ocupen el lugar de practicar la piedad. Si dicho hombre
dedicara el tiempo que emplea en el estudio de complicados asuntos teológicos a
llevar a cabo una obra de evangelismo en los alrededores de su casa, sus
semejantes recibirían mayor beneficio y Dios, mayor gloria.
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