Aunque soy libre respecto a todos, de todos me he hecho esclavo
para ganar a tantos como sea posible. 1 Corintios 9:19.
Pablo siempre hizo su
trabajo con una profunda simpatía por aquellos que lo rodeaban, simpatía que lo
hizo adaptarse a cada caso en particular. Si hablaba con un judío, no comenzaba
proclamando que él era el apóstol enviado a los gentiles, sino que decía que
era judío, porque de hecho lo era. No preguntaba acerca de nacionalidades ni
ceremonias. Su deseo era hablarle al judío de aquel de quién Isaías había
dicho: «Despreciado y rechazado entre los hombres, varón de dolores, hecho para
el sufrimiento» (Isaías 53:3), de modo que pudiera creer en Jesús y ser salvo.
Si se encontraba con un gentil, el apóstol de los gentiles no mostraba ningún
escrúpulo hacia ellos, como era de esperar de alguien que fue educado en los
preceptos del judaísmo. Comía lo que comían los gentiles y bebía lo que ellos
bebían, se sentaba y se relacionaba con ellos; se comportaba como otro gentil
más entre ellos, nunca preguntaba nada acerca de la circuncisión o la
incircuncisión, sino que su único deseo era hablarles de Cristo, quien vino al
mundo para salvar tanto a judíos como a gentiles y hacerlos un solo pueblo. Si
se encontraba con un griego, hablaba con él como lo hizo en el Areópago, con un
lenguaje apropiado para dirigirse a los cultos atenienses. Se hizo todo para
todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles. Así que tú,
cristiano, tu negocio en esta vida es llevar a los hombres al conocimiento de
Cristo por medio del poder del Espíritu Santo, y todo lo demás debe tributar a
ese objetivo. Si logras salvarlos, todo lo demás vendrá a su debido tiempo.
A través de la Biblia en un año: Isaías 1-4
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