Este se acercó a Jesús para besarlo, pero Jesús le preguntó:
«Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre». Lucas 22:47-48.
Una razón por la cual
programar la traición fue que Dios ordenó que el pecado del hombre alcanzara su
punto culminante con la muerte de Jesús. Dios, el gran dueño del viñedo, mandó
a muchos siervos y los labradores maltrataron a unos y apedrearon a otros. Por
último dijo: «Enviaré a mi Hijo; seguro que a él lo respetarán». Cuando ellos
mataron al heredero para obtener su herencia, la rebelión de los labradores
había alcanzado la máxima expresión. El asesinato de nuestro bendito Señor fue
la mayor culpa de la humanidad porque dio rienda suelta al odio hacia Dios que
se esconde en el corazón del hombre. Cuando el hombre se convirtió en un
asesino del ser divino, el pecado alcanzó su mayor grado. Y ese grado se puso
de manifiesto en el horrible hecho que cometió el hombre que traicionó a Jesús.
Si no hubiera sido por Judas, no hubiéramos sabido cuán oscura y baja puede
llegar a ser la naturaleza humana. Rechazo a los hombres que tratan de
disculpar la traición de este hijo de perdición, este malvado apóstata. Mis
hermanos, debemos detestar a este maestro de la infamia; él está en el lugar
que le pertenece y el anatema de David, parte del cual citó Pedro, cayó sobre
él: «Que resulte culpable al ser juzgado, y que sus propias oraciones lo
condenen. Que se acorten sus días, y que otro se haga cargo de su oficio»
(Salmo 109:7-8). Con toda seguridad, al igual que al diablo una vez se le
permitió atormentar los cuerpos de los hombres, también tomó posesión de Judas
como casi nunca lo ha hecho con otros hombres, para que nosotros podamos ver
cuán inicuo y cuán desesperadamente malvado es el corazón humano.
A través de la Biblia en un año: Salmos 81-84
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