«No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi
Espíritu», dice el Señor Todopoderoso. Zacarías 4:6.
Existe un poder sutil y
secreto, un poder espiritual, por medio del cual, en el mundo espiritual,
un hombre se transforma en un príncipe para reinar con Dios y compartir con él
su poder; y al aprender a prevalecer ante Dios por los hombres, adquiere el
arte de prevalecer en llevar a los hombres a Dios. Primero es un luchador solo
al lado del río, Jacob, y luego se convierte en un luchador en medio de una
multitud de pecadores, conquistándolos para Cristo, llevándolos cautivos
en el nombre del Altísimo. El poder de la oración es el mayor poder que existe.
La comunión con Dios es poder, y la santidad, por encima de todas las cosas, es
un gran poder entre los hijos de los hombres.
Este
poder espiritual hace a un hombre influyente en un sentido muy diferente al que
el mundo usa la palabra influyente, un pobre uso de la
palabra. Queremos hombres que sean influyentes en el sentido espiritual,
hombres que, de uno u otro modo, impacten a sus semejantes. En su presencia los
hombres no pueden hacer lo que suelen hacer de modo habitual en otras partes.
Cuando tales hombres están en cualquier compañía, refrenan el pecado sin decir
una palabra; incitan la justicia sin apenas decir una sola frase. Triunfan, no
por la fuerza ni por ningún poder, sino por el Espíritu del Señor que habita en
ellos.
A través de la Biblia en un año: Proverbios 16-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario