Hijo mío, no te olvides de mis enseñanzas; más bien, guarda en
tu corazón mis mandamientos. Porque prolongarán tu vida muchos años y te
traerán prosperidad. Que nunca te abandonen el amor y la verdad: llévalos
siempre alrededor de tu cuello y escríbelos en el libro de tu corazón. Contarás
con el favor de Dios y tendrás buena fama entre la gente. Proverbios 3:1-4.
¡Ay, queridas madres,
Dios les ha dado a ustedes una sagrada encomienda! En efecto, les ha dicho:
«Llévate a este niño y críamelo. Yo te pagaré por hacerlo». Tu llamado es
equipar al futuro hombre de Dios, de modo que pueda estar capacitado para toda
buena obra. Aquellos que piensan que las madres que permanecen en casa cuidando
de su pequeña familia no están haciendo nada, piensan lo opuesto a la verdad. A
una madre piadosa casi nunca le es posible dejar su hogar para ir a la iglesia.
Pero no piensen que no están haciendo nada por la iglesia; por el contrario,
están llevando a cabo el mejor servicio para el Señor. Madre, la crianza de tus
hijos en el temor de Dios es tu primer y más importante deber.
A través de la Biblia en un año: Salmos 136-139
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