Al partir para Macedonia, te encargué que permanecieras en Éfeso
y les ordenaras a algunos supuestos maestros que dejen de enseñar doctrinas
falsas y de prestar atención a leyendas y genealogías interminables. Esas cosas
provocan controversias en vez de llevar adelante la obra de Dios que es por la
fe. 1 Timoteo 1:3-4.
¡Con cuánta exactitud
se repiten los acontecimientos! Cuando vienen los mismos males, debemos aplicar
los mismos remedios. Cuando aparece una enfermedad que causó grandes estragos
en épocas pasadas, los médicos investigan los medicamentos que fueron efectivos
en aquel entonces. Tenemos que hacer lo mismo con las cosas espirituales.
Tenemos que ver lo que Pablo hizo en su época cuando la malaria de la falsa
doctrina estaba en el aire. La efectividad de esa regla tan sencilla es
asombrosa. Cuando se hace un descubrimiento científico o tecnológico, parece
complicado al principio por la misma razón por la cual es imperfecto; pero
todas las mejoras se llevan a cabo con vistas a simplificar las cosas. Lo mismo
sucede con las enseñanzas espirituales. Cuando vemos la realidad dejamos de ser
superfluos. No nos dediquemos a inventar sabios métodos para resolver la
tensión actual en el mundo espiritual, en su lugar usemos el método que fue tan
efectivo en los días de Pablo. Él mismo le enseñó el evangelio a Timoteo: no
solo le hacía escuchar su doctrina, sino también ver su práctica. No podemos
forzar a los hombres a aceptar la verdad pero podemos hacer que nuestras
enseñanzas sean claras y precisas, y vivir de acuerdo con ellas. La verdad y la
santidad son los antídotos más efectivos contra el error y la injusticia. El
apóstol le dijo a Timoteo: «Permanece firme en lo que has aprendido y de lo
cual estás convencido, pues sabes de quiénes lo aprendiste» (2 Timoteo 3:14).
A través de la Biblia en un año: Salmos 124-127
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