Pero la gracia del Señor se derramó sobre mí con abundancia,
junto con la fe y el amor que hay en Cristo Jesús. 1 Timoteo 1:14.
La gracia de Dios, que
es capaz de salvar al mayor de los pecadores, puede de seguro salvar a aquellos
que han pecado en menor grado. Si el puente de la gracia puede soportar el peso
de un elefante, de seguro puede soportar el del ratón. Si la misericordia de
Dios fue suficiente para redimir al peor de los pecadores, puede tener
paciencia contigo. Si una puerta es bastante grande como para que pase por ella
un gigante, cualquier mortal de tamaño normal tendrá espacio suficiente. Ningún
hombre puede decir que es un pecador demasiado malvado como para ser salvo,
porque hace mil ochocientos años que el mayor de los pecadores fue salvado. Así
que, ¿por qué no puedes serlo tú? Después que Pablo recibió la salvación, se
convirtió en el más destacado de los santos. El Señor no le designó un lugar de
segunda clase en la iglesia. Había sido el principal de los pecadores, pero el
Señor no dijo: «Te he salvado, pero siempre recordaré tu maldad como una
desventaja para ti». No fue así: lo consideró fiel, colocándolo en el
ministerio y en el apostolado, de modo que no fue menor que cualquiera de los
apóstoles. No hay ninguna razón por la que, a pesar de que tu pecado haya sido
enorme, tú no puedas ser igual de útil para el Señor. Por el contrario, hay una
razón por la que debes ser todavía más útil, porque aquel a quien mucho se le
perdona, mucho ama, y el amor abundante lleva al servicio abundante.
A través de la Biblia en un año: Salmos 119
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