Uno de los criminales allí colgados empezó a insultarlo: «¿No
eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!» Pero el otro criminal lo
reprendió. Lucas 23:39-40.
¿Por qué nuestro Señor
no nos llevó a todos de una vez para el paraíso? Porque tenemos algo que hacer
en la tierra. ¿Lo estás
haciendo? Hay algunas personas buenas que
todavía están en la tierra pero, ¿por qué? ¿Cuál es su utilidad? No puedo
entenderlo. Si de verdad forman el pueblo de Dios, ¿qué están haciendo aquí
todavía? Se levantan en las mañanas, desayunan y en el transcurso del día
almuerzan, comen y se acuestan a dormir. A la mañana siguiente se levantan a
una hora determinada y hacen lo mismo que el día anterior. ¿Es esto vivir para
Jesús? ¿Es esto vida? No parece suficiente. ¿Es esta la vida de Dios en un
hombre? ¡Ay, hermano cristiano, justifica el hecho de que tu Señor todavía te
tenga aquí esperando! ¿De qué otra forma lo puedes justificar, que no sea
sirviéndolo con todas tus fuerzas? ¡Que el Señor te ayude a hacerlo así! ¿Por
qué? Porque le debes tanto al Señor como aquel ladrón moribundo. ¡Qué gran
deuda tienen ustedes, jóvenes cristianos, con el Señor! Y si ese pobre ladrón
transformó su vida en unos minutos para servir de testimonio a la posteridad,
¿acaso no debemos nosotros, que hemos tenido el privilegio de vivir muchos años
luego de nuestra conversión, dedicarnos a servir con excelencia al Señor?
¡Vamos, es hora de levantarse, si es que hemos estado durmiendo! Empecemos a
vivir con plenitud, como si hasta ahora hubiéramos estado medio muertos.
¡Dejemos que el Espíritu de Dios pueda hacer algo en nosotros de modo que
podamos ser obreros útiles en la viña para el gozo del paraíso!
A través de la Biblia en un año: Salmos 107-110
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