Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: «Vengan
ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino
preparado para ustedes desde la fundación del mundo». Mateo 25:34.
Fíjate que es como si
Cristo nos dijera que las acciones que se mencionarán el día del juicio, como
prueba de que somos los bendecidos por el Señor, provinieran de la gracia de
Dios, porque dice: «Ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su
herencia, el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo». Ellos
dieron de comer al hambriento, pero primero la gracia soberana los alimentó a
ellos. Cubrieron al desnudo, pero primero el amor los cubrió a ellos. Fueron a
las cárceles, pero primero la gracia liberadora los libertó de una cárcel aún peor.
Visitaron a los enfermos, pero el Buen Médico, en su infinita misericordia,
vino primero y los visitó a ellos. Es evidente que no pensaban que había algo
de meritorio en lo que hacían, nunca pensaron que los recompensarían por ello.
Cuando comparezcan ante el trono del juicio, la sola idea de que pueda haber
alguna excelencia en lo que han hecho será nueva para los santos, porque tienen
una idea muy pobre de sus propios actos, y lo que han hecho les parece
demasiado imperfecto como para que se hable de ello. Los santos dieron de comer
al hambriento y cubrieron al desnudo porque hallaban placer al hacerlo. Lo
hicieron porque no pudieron evitarlo, su nueva naturaleza los movía. Lo
hicieron porque su delicia era hacer el bien y era su hábitat, tanto como el
agua es el hábitat del pez y el aire, del ave. Hicieron bien por amor a Cristo,
porque lo más dulce que pueda existir en este mundo no se iguala a hacer algo
por Jesús.
A través de la Biblia en un año: Salmos 33-36
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