No se dejen engañar: «Las malas conversaciones corrompen las
buenas costumbres». 1 Corintios 15:33.
Puede suceder que alguno
de ustedes que profesa ser cristiano haya estado viviendo distanciado de Dios.
No has llevado una vida apartada, has tratado de ser amigo del mundo y de
Cristo a la vez, y tus hijos no están creciendo como desearías que lo hicieran.
Dices que tus hijos no han salido buenos y que tus hijas solo piensan en las
cosas superficiales y mundanas. ¿Te admiras de que esto haya sucedido? Dices:
«¡Ay!, siempre he tratado de complacerlos, pensando que al hacerlo así podía
ganarlos para Cristo». ¡Ah! Nunca ganarás un alma para el bien mediante un
compromiso con el mal. Una decisión por Cristo y su verdad es lo que tiene el
mayor poder en la familia y en el mundo también.
Nadie duda que las
malas compañías puedan hacer malo a un hombre, y del mismo modo es seguro que las
buenas compañías tienen la tendencia de inclinar a los hombres hacia aquello
que es bueno. Es algo provechoso tener a alguien a tu lado cuyo corazón esté
lleno de amor hacia Dios. Es una gran bendición tener como madre a una
verdadera santa o como hermano o hermana a alguien que teme a Dios, y es un
privilegio especial estar unido de por vida, con los más estrechos lazos, a
alguien cuyas oraciones puedan elevarse junto con las nuestras y cuyas
alabanzas también se mezclen con las nuestras. Hay algo en el compañerismo
cristiano que nos impacta hacia la dirección correcta, a menos que el corazón
esté del todo inclinado a la maldad.
A través de la Biblia en un año: Esdras
8-10
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