Mi reino no es de este mundo –contestó Jesús–. Si lo fuera, mis
propios guardias pelearían para impedir que los judíos me arrestaran. Pero mi
reino no es de este mundo.
-¡Así que eres rey!- le dijo Pilato.
-Eres tú quien dice que soy rey. Yo para esto nací, y para esto
vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que está de parte de
la verdad escucha mi voz. Juan 18:36-37.
Recuerdas que Napoleón
dijo «He fundado un imperio por la fuerza y se ha derretido; Jesucristo
estableció su reino por amor y hasta el día de hoy se mantiene y se mantendrá».
A ese reino se refiere la Palabra de nuestro Señor, el reino de la verdad
espiritual en el que Jesús reina como Señor sobre aquellos que son de la
verdad. Él proclamó ser rey y la verdad que él reveló, y de la cual él era la
personificación, es por tanto, el cetro de su imperio. Mediante la fuerza de la
verdad él reina sobre aquellos corazones que sienten el poder de la justicia y
la verdad y, por consiguiente, se rinden voluntariamente a su dirección, creen
en su Palabra y los gobierna su voluntad. Es como Señor espiritual que Cristo
proclama su soberanía entre los hombres; él es Rey sobre mentes que lo aman,
confían en él y lo obedecen porque ven en él la verdad por la que desfallecen
sus almas. Otros reyes reinan en nuestros cuerpos, pero Cristo reina sobre
nuestras almas; aquellos gobiernan por la fuerza pero él lo hace por el
atractivo de la justicia; la realeza de ellos es, en gran medida, una realeza
ficticia, pero la de él es verdadera y tiene su fuerza en la verdad.
A través de la Biblia en un año: 2
Reyes 16-18
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