Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre; y
postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos oro,
incienso y mirra. Mateo 2:11.
Ahora bien, yo quisiera
que el llamamiento divino llegara a algunos hombres dotados. Tú, que quizá
tienes alguna riqueza propia, ¿qué mejor objetivo en la vida que dedicarte tú y
tu riqueza a la causa del Redentor? Ustedes, hombres jóvenes, que tienen
delante posibilidades brillantes pero que todavía no tienen las ansiedades de
mantener a una familia, ¿no sería algo noble rendir tus brillantes
posibilidades para convertirte en un humilde predicador de Cristo? Mientras
mayor sea el sacrificio, más honor para ti y más aceptable para él.
Yo anhelo que podamos
ver a los hombres jóvenes saliendo de las universidades y a los estudiantes de
nuestras escuelas secundarias, que podamos ver a nuestros médicos, abogados,
hombres de negocios y mecánicos instruidos dejando todo lo que tienen, cuando
Dios toque sus corazones, para enseñar y predicar a Cristo. No vale la pena
enviar a los paganos hombres que en casa no sirven para nada. No podemos enviar
hombres con habilidades de tercera y décima clase; tenemos que enviar a los mejores.
Los hombres más valientes deben guiar a la vanguardia. Oh, Dios, unge a tus
siervos, te lo imploramos; pon en sus corazones el fuego que nunca se apaga;
haz que arda tanto dentro de ellos que tengan que morir o predicar, que tengan
que acostarse con los corazones destrozados o de lo contrario ser libres para
predicar donde nunca se ha escuchado de Cristo.
A través de la Biblia en un año: 2
Reyes 13-15
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