En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios,
y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio. Por medio de él todas
las cosas fueron creadas; sin él, nada de lo creado llegó a existir. En él
estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz resplandece en
las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla. Juan 1:1-5.
Jesucristo fue la Luz
verdadera en oposición al lino humeante de la tradición. ¡Escuchen a esos
rabinos! Se creen que son la luz del mundo. Su sofisma es una contienda
interminable de palabras; su investigación no merita tu estudio; su
conocimiento no merita a los entendidos. Ellos pueden decirte exactamente cuál
es el versículo que está en el medio de la Biblia y cuál es la letra central en
la palabra central. Discutían sus paradojas hasta volverse tontos. Refinaban
sus sutilezas hasta que la doctrina acababa en la duda; la verdad simple se
degradaba a una tonta charla sin sentido; sus traducciones de las Escrituras
eran una parodia y sus comentarios un insulto al sentido común. Pero Cristo, la
Luz verdadera y celestial, apaga todas tus luminarias terrenales. El rabino
judío, el filósofo griego, el padre eclesiástico y el pensador teológico
moderno son meteoritos que se disuelven en la bruma. Mediante sus tradiciones o
conjeturas anulan la Palabra de Dios. Cree lo que dijo Jesús y lo que pensaban
sus apóstoles y lo que te revela su propia Palabra: Cristo es la Luz verdadera.
A través de la Biblia en un año: Jueces
5-7
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