Al día siguiente Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo:
«¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!» Juan 1:29.
Conozco a muchas
personas cuyas conciencias están realmente despiertas y se ven como pecadores
ante los ojos de Dios, pero en lugar de mirar al Cordero de Dios, se miran
continuamente a sí mismos. No creo que tengan ninguna confianza en su propia
justicia pero temen no sentir su culpa tanto como debieran. Creen que todavía
no están lo suficientemente despiertos, lo suficientemente humillados, lo
suficientemente penitentes, etc., y así fijan sus ojos en sí mismos con la
esperanza de obtener paz con Dios. Imagina que ayer o antes de ayer, hayas
sentido mucho frío y por tanto saliste fuera de tu casa y fijaste tu mirada en
el hielo y en la nieve. ¿Crees que ese cuadro te habría calentado? No, sabes
que habrías sentido más frío a cada instante. Imagina que eres muy pobre y con
esmero fijas tus ojos en tu bolsillo vacío. ¿Crees que eso te enriquecerá? O
imagina que tuviste un accidente y que uno de tus huesos se fracturó. Si
piensas seriamente en ese hueso fracturado, ¿crees que tu consideración lo
enmendaría? Sin embargo, algunos pecadores parecen imaginar que la salvación
viene a ellos por medio de la consideración de su condición perdida y
arruinada. Mis queridos oyentes no convertidos, están perdidos lo sepan o no.
Den eso por sentado. Si van a ser salvos, no se miren a sí mismos, sino miren
«al Cordero de Dios».
A través de la Biblia en un año: Jueces
1-4
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