Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y
cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les
predique? ¿Y quién predicará sin ser enviado? Así está escrito: «¡Qué hermoso
es recibir al mensajero que trae buenas nuevas!» Romanos 10:14-15.
¿Entonces quién debe
predicar? Todo el que pueda predicar debe hacerlo. El don de la predicación es
la responsabilidad de predicar. Hay muchas personas que debieran predicar el
evangelio pero que no lo hacen. Para esta obra no se requiere un alto grado de
dones. No dice: «¿Cómo oirán sin un doctor en divinidad?» No dice: «¿Cómo oirán
sin un predicador popular?» ¡Ay, querido! Algunos de nosotros estuviéramos
perdidos si la salvación dependiera de escuchar a un hombre de grandes
habilidades. Yo aprendí mi teología, de la cual nunca me he desviado, de una
anciana que era la cocinera en la casa donde yo era un ujier. Ella podía hablar
sobre las cosas profundas de Dios y mientras yo me sentaba y escuchaba lo que,
como una cristiana madura, tenía que decir sobre lo que el Señor había hecho
por ella, aprendí más de su enseñanza que de nadie que haya conocido desde
entonces. No es necesario tener instrucción universitaria para ser capaz de
hablar de Cristo; algunos de los mejores trabajadores de esta iglesia tienen
muy poca educación pero traen muchos a Cristo.
A través de la Biblia en un año: 1
Corintios 15-16
No hay comentarios:
Publicar un comentario