De modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno
tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también
ustedes. Colosenses 3:13.
Ve al Antiguo
Testamento y verás que este revela sacrificios: de ovejas, novillos y cabras.
¿Qué significaban todos ellos? Significaban que había una vía de perdón por
medio del derramamiento de sangre, le enseñaban esto a los hombres: Que Dios
aceptaría ciertos sacrificios a favor de ellos. Luego ve al Nuevo Testamento y
verás que este revela más claramente que Dios aceptó un sacrificio, el
sacrificio que él mismo dio, porque «no escatimó ni a su propio Hijo, sino que
lo entregó por todos nosotros» (Romanos 8:32). En este libro lees cómo «Dios es
justo y, a la vez, el que justifica a los que tienen fe en Jesús» (Romanos
3:26); cómo puede ser él un Dios justo y a la vez un Salvador; cómo puede
perdonar y, no obstante, ser tan justo como si castigara y no mostrara
misericordia. Esto, en realidad, es la revelación del evangelio; fue para
enseñar esto que se escribió este libro, para decirte que «en Cristo, Dios
estaba reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándole en cuenta sus
pecados» (2 Corintios 5:19). Por lo tanto, venimos a ti, no solo con un susurro
esperanzado, sino con una seguridad completa, clara, enfática e incuestionable:
«Hay perdón. Hay perdón».
A través de la Biblia en un año: 1
Corintios 11-12
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