Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable
valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo, y lo
tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo y encontrarme unido a él. No
quiero mi propia justicia que procede de la ley, sino la que se obtiene
mediante la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios, basada en la fe.
Filipenses 3:8-9.
Hay una autojusticia
ahí arriba en tu frente, como una corona, tendrás que quitarla. Estás cubierto
con las hermosas vestimentas de tus buenas obras, quítalas, hermano. Ninguna
tiene mérito ante los ojos de Dios hasta que hayas confiado en su Hijo. Todo lo
que has hecho y todo lo que piensas son solo como telarañas que hay que barrer.
Ahí está la puerta por la cual deben entrar los más arruinados y tú debes pasar
por la misma puerta. No existe un camino privado para los caballeros como tú;
no hay camino real al cielo, excepto ese único camino real que está abierto
para el principal de los pecadores. ¡Abajo, señor Orgullo! He aquí un hombre
que nació de padres cristianos y quizá ha prestado atención a la lógica
mentirosa de la era actual que dice: «Los hijos nacidos de padres cristianos no
necesitan la conversión; hay algo bueno en ellos por naturaleza». Yo les digo,
señores, que empiezo a temblar al pensar en los hijos de padres piadosos porque
creo que son los que más posibilidades tienen de ser engañados; a menudo se
hacen ilusiones de que están convertidos, cuando no lo están y los admiten en
las iglesias cuando todavía no son convertidos. En lugar de alardear de sus
piadosos antepasados, por muy alto que sea el privilegio que esto represente,
deben recordar que la regeneración no es por sangre ni de nacimiento, ni por la
voluntad del hombre, sino de Dios. Para ellos, así como para todos los demás,
se aplican las palabras de Cristo: «Debes nacer de nuevo».
A través de la Biblia en un año: Éxodo
1-4
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