Por último, fortalézcanse con el gran poder del Señor. Pónganse
toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del
diablo. Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes,
contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas,
contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales. Efesios 6:10-12.
Debemos considerar la
iglesia cristiana no como una hostería lujosa en la cual los caballeros
cristianos moran a sus anchas en su propio hostal sino como barracas en las que
los soldados se reúnen para ejercitarse y prepararse para la guerra. Debemos
considerar la iglesia cristiana no como una asociación para la admiración y el
consuelo mutuos sino como un ejército con banderas que marcha a pelear para
lograr victorias para Cristo, a invadir las fortalezas de los enemigos y para
añadir provincia tras provincia al reino del Redentor.
Puede que veamos a las
personas convertidas cuando se reúnen con los miembros de la iglesia como el
trigo en el granero. Gracias a Dios que está ahí y que hasta el momento la
cosecha ha recompensado al sembrador; pero todavía más inspirador para el alma
es cuando consideramos que cada uno de esos creyentes pudiera ser un centro
vivo para la extensión del reino de Jesús, porque entonces los veremos
sembrando los valles fértiles de nuestra tierra y prometiendo desde antes traer
treinta, otros cuarenta, otros cincuenta y algunos hasta cien. Las capacidades
de la vida son enormes, uno se convierte en mil en un espacio maravillosamente
corto. En poco tiempo unos pocos granos de trigo serán suficientes para sembrar
el mundo entero y unos pocos santos verdaderos pudieran ser suficientes para la
conversión de todas las naciones.
A través de la Biblia en un año: Marcos
7-8
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