“Cuando pasares por las aguas, yo seré contigo; y por los ríos, no te
anegarán. Cuando pasares por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti”.
No hay puente: tenemos
que pasar por las aguas, y sentir el ímpetu de los ríos. La presencia de Dios
en la inundación es mejor que un pontón de transporte. Seremos probados, pero
saldremos vencedores; porque el mismo Jehová, que es más poderoso que muchas
aguas, estará con nosotros. Si hay algún tiempo en que pudiera ausentarse de su
pueblo, es seguro que el Señor siempre estará con ellos en las dificultades y
los peligros. Las tristezas de la vida pueden llegar al colmo, pero el Señor
puede dar ayuda adecuada a toda ocasión.
Los enemigos del Señor
pueden poner en nuestro camino peligros de su propia hechura, a saber,
persecuciones y burlas crueles, que son como un horno de fuego ardiendo. ¿Y
qué? Andaremos a través del fuego. Estando Dios con nosotros, no seremos
quemados; ni aun quedará olor de fuego sobre nosotros.
¡Oh, qué maravillosa
seguridad tiene el peregrino nacido del cielo y que va al cielo! Muchas aguas
no le ahogarán, ni fuegos le consumirán. Tu presencia, oh Señor, es la
protección de tus santos contra los diversos peligros del camino. Haz que con
fe me entregue a ti y mi espíritu entrará en reposo.
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