“Pero si en verdad oyeres su voz, e hicieres todo lo que yo te dijere, seré
enemigo a tus enemigos y afligiré a los que te afligieren”. Éxodo 23:22.
El Señor Cristo en medio
de su pueblo ha de ser reconocido y obedecido. Él es el vicegerente de Dios, y
habla en el nombre del Padre, y a nosotros pertenece el hacer lo que Él mande
implícitamente e inmediatamente. Perderemos la promesa si despreciamos el
precepto.
¡Cuán grande es la
bendición que trae la obediencia completa! El Señor hace una liga ofensiva y
defensiva con su pueblo. Bendecirá a los que nos bendicen y maldecirá a los que
nos maldicen. Con toda su alma estará Dios con su pueblo y entrará en su
posición con la más profunda simpatía. ¡Qué protección nos da esto! No es
necesario amedrentarnos de nuestros adversarios, cuando estamos seguros que han
venido a ser los adversarios de Dios. Si Jehová se ha encargado de nuestra
contienda, podemos dejar nuestros enemigos en sus manos.
En cuanto a nuestros
propios intereses, no tenemos enemigos; pero por causa de la verdad y la
justicia tomamos nuestras armas y salimos al conflicto. En esta guerra sagrada
estamos aliados con el Dios eterno, y si cuidadosamente obedecemos la ley de
nuestro Señor Jesús, Él se hace responsable de emplear todo su poder en nuestro
favor. Así que a ningún hombre tememos.
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