“Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos traeré a mí mismo”. Juan
12:32.
Venid, obreros del Evangelio,
cobrad ánimo. Teméis que no podéis atraer una congregación. Probad la
predicación de un Salvador, crucificado, resucitado y ascendido; porque esta es
la atracción más fuerte que jamás se ha manifestado entre los hombres. ¿Qué os
atrajo a Cristo sino Cristo? ¿Qué os atrae a Él sino su mismo ser bendito? Si
habéis sido atraídos a la religión por cualquiera otra cosa, pronto seréis
distraídos de ella; pero Jesús os ha retenido y os retendrá hasta el fin. ¿Por
qué entonces dudáis de su poder para atraer a otros? Id con el nombre de Jesús
a aquellos que hasta aquí han sido reacios y ved si esto no les atrae.
Ninguna suerte de hombres
está fuera del alcance de este poder atractivo. Viejos y jóvenes, ricos y
pobres, ignorantes y sabios, depravados o amables, todos los hombres sentirán
la fuerza atractiva. Jesús es el único imán. No pensemos en ningún otro. La
música no atraerá los hombres a Jesús, ni la elocuencia, ni la lógica, ni el
ceremonial, ni el ruido. El mismo Jesús tiene que atraer a todos a sí mismo; y
Jesús es enteramente poderoso para la obra en todos los casos. No seáis
tentados por las charlatanerías del día; como obreros en la obra del Señor,
trabajad en su propia manera y atraed con las cuerdas del Señor. Atraed a Cristo, y atraed por Cristo, porque entonces Cristo atraerá
por medio de vosotros.
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