“Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu simiente,
para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de
que tú vivas”. Deuteronomio 30:6.
Aquí leemos de la
circuncisión verdadera. Notad el autor de ella: “Jehová tu Dios”. Sólo Él puede
tratar eficazmente a nuestros corazones y quitar su carnalidad y contaminación.
Hacer que amemos a Dios con todo nuestro corazón y toda nuestra alma es un
milagro de la gracia que sólo el Espíritu Santo puede obrar. Tenemos que mirar
tan sólo al Señor para esto, y nunca estar satisfechos con menos que esto.
Notad dónde tiene lugar
esta circuncisión. No es de la carne, sino del espíritu. Es la marca esencial
del pacto de la gracia. El amor de Dios es la señal irrevocable de la simiente
escogida; por esta señal secreta, la elección de la gracia es afirmada al
creyente. Miremos que nuestra confianza no esté puesta en ningún rito exterior,
sino que estamos sellados en el corazón por la operación del Espíritu Santo.
Notad el resultado: “a
fin de que tú vivas”. La intención de la carne es muerte. Venciendo la carne
hallamos vida y paz. Si andamos conformes al Espíritu, viviremos. ¡Oh, que
Jehová nuestro Dios cumpla su obra benigna en nuestras naturalezas para que en
el sentido más completo y más alto podamos vivir para el Señor!
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