“Ensancha tu boca, y henchirla he”. Salmo 81:10.
¡Qué estímulo para orar!
Nuestras ideas humanas nos inducirían a pedir cosas pequeñas por ser tan poco
lo que merecemos; pero el Señor quiere que pidamos bendiciones grandes. La
oración debiera ser una cosa tan sencilla como abrir la boca; debiera ser una
expresión natural y espontánea. Cuando un hombre es fervoroso ensancha su boca,
y nuestro versículo nos invita a ser fervientes en nuestras suplicaciones.
Pero también significa
que podemos tener confianza con Dios y pedir muchas y grandes bendiciones de
sus manos. Lee todo el versículo, y observa el argumento: “Yo soy Jehová tu
Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto; ensancha tu boca, y henchirla
he”. Puesto que el Señor nos ha dado tanto, nos invita a pedir más, sí, y a
esperar más.
Mira cómo los pajarillos
en sus nidos parecen ser toda boca cuando la madre viene a alimentarles. Que
suceda lo mismo con nosotros. Que recibamos la gracia por todas las puertas.
Que la embebamos como una esponja embebe el agua en que está. Dios está pronto
para henchirnos con sólo que estemos prontos para ser henchidos. Que nuestras
necesidades nos hagan abrir nuestras bocas; que nuestra flaqueza nos haga abrir
nuestras bocas y desear con ansia; que nuestra alarma nos haga abrir nuestras
bocas con el grito de un niño. La boca abierta será henchida por el mismo
Señor. Que así sea con nosotros, ¡oh, Señor!, en este día.
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