“Yo la induciré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón”. Oseas
2:14.
La benignidad de Dios nos
ve atraídos por el pecado y se decide a poner a prueba en nosotros el aún más
poderoso atractivo del amor. ¿No nos acordamos de cuando el Amigo de nuestras
almas primeramente nos encantó y nos apartó de las fascinaciones del mundo?
Esto hará repetidamente siempre que vea la probabilidad de que seamos enredados
por el mal.
Él promete llevarnos
aparte, porque allí es donde mejor puede tratar con nosotros, y este lugar
separado no es un paraíso, sino un desierto, porque en tal lugar no habrá nada
para apartar nuestra atención de nuestro Dios. En los desiertos de la
aflicción, la presencia del Señor es nuestro todo, y apreciamos su compañía
como de mucho más valor de lo que la estimábamos cuando nos sentábamos bajo
nuestra vid, y nuestra higuera, en la compañía de nuestros semejantes. La
soledad y la aflicción nos vuelven a nosotros mismos y a nuestro Padre
celestial más que ningún otro medio.
Cuando así somos
inducidos y apartados, el Señor tiene cosas excelentes que decirnos para
nuestro consuelo. Él habla a nuestro corazón. ¡Oh, que en este tiempo nosotros
experimentemos esta promesa! ¡Inducidos por el amor, separados por la prueba, y
consolados por el Espíritu de verdad, que conozcamos al Señor y que cantemos de
gozo!
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