“Mucha paz tienen los que aman tu ley; y no hay para ellos tropiezo”.
Salmo 119:165.
Sí, un amor verdadero
para el Libro grande, nos traerá la paz grande del Dios grande, y será una
protección grande para nosotros. Vivamos constantemente en la compañía de la
ley del Señor, y esto producirá en nuestros corazones una tranquilidad tal como
ninguna otra cosa puede producirla. El Espíritu Santo obra como consolador por
la Palabra, y derrama esas influencias benignas que calman las tempestades del
alma.
Nada puede hacer tropezar
al hombre que tiene la Palabra de Dios habitando en él abundantemente. Él toma
su cruz diariamente, y le viene a ser una delicia. Está preparado para la
prueba ardiente, y no la considera como cosa peregrina de modo que llegue a
estar completamente abatido por ella. Ni tropieza en la prosperidad como tantos
lo hacen, ni es aplastado por la adversidad como otros han sido; porque vive
más allá de las circunstancias de la vida exterior. Cuando su Señor le trae
delante algún gran misterio de la fe que hace que otros clamen: “Dura es esta palabra;
¿quién la puede oír?”, el creyente lo acepta sin cuestión; porque sus
dificultades intelectuales son vencidas por su temor reverencial de la ley del
Señor, que para él es la autoridad suprema a la cual se somete alegremente. Señor,
obra tú en nosotros este amor, esta paz, este descanso en este día.
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