“Allegaos a Dios, y Él se allegará a vosotros”. Santiago 4:8.
Cuanto más cerca nos
allegamos a Dios, más benignamente se revela a nosotros. Cuando el pródigo
vuelve a su padre, su padre corre a encontrarle. Cuando la paloma errante
vuelve al arca, Noé extiende su mano y la hace entrar en ella. Cuando la esposa
cariñosa busca la compañía de su esposo, él viene a ella sobre las alas del
amor. Ven, pues, querido amigo, alleguémonos a Dios que tan benignamente nos
aguarda, y más aún, viene a encontrarnos.
¿Te has fijado alguna vez
en ese pasaje en Isaías 58:9? Allí parece que el Señor se pone a la disposición
de su pueblo, diciéndole: “Heme aquí”. Como si dijera: “¿Qué me tienes que
decir? ¿Qué puedo hacer por ti? Estoy esperando para bendecirte”. ¿Cómo podemos
tardar en allegarnos? Dios está cerca para perdonar, bendecir, consolar,
ayudar, vivificar y librar. Que sea nuestro negocio principal el allegarnos a
Dios. Esto hecho, todo está hecho. Si nos allegamos a otros, tal vez antes de
mucho se cansarán de nosotros y nos dejarán; pero si sólo buscamos al Señor,
ningún cambio pasará por su mente; continuará allegándose más y más a nosotros
por la más amplia y más gozosa comunión.
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