“Cumplirá el deseo de los que le
temen; oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará”. Salmo 145:19.
Su propio Espíritu ha producido este
deseo en nosotros, y por lo tanto Él lo cumplirá. Es su propia vida en nosotros
la que inspira el clamor, y por lo tanto Él lo oirá. Los que le temen son
hombres bajo la más piadosa influencia, y por lo tanto su deseo es glorificar a
Dios y gozar de Él para siempre. Como Daniel, son hombres que desean, y el
Señor hará que realicen sus aspiraciones.
Deseos santos son como la gracia en
hierba, y el Labrador divino los cultivará hasta que llegan a ser como grano
lleno en la espiga. Hombres que son temerosos de Dios desean ser santos y
útiles y una bendición para otros, honrando así al Señor. Desean provisión para
sus necesidades, ayuda para sus cargas, dirección en la perplejidad, y
liberación en sus apuros; y algunas veces este deseo es tan fuerte, y su caso
tan apremiante, que claman en su agonía como hacen los niños pequeños que están
padeciendo, y entonces el Señor obra muy comprensivamente y hace todo lo que es
necesario, según esta palabra; “y los salvará”.
Sí, si tememos a Dios, no tenemos nada
más que temer; si clamamos al Señor, nuestra salvación es segura.
Que el lector ponga este versículo en
su lengua, y que lo guarde en su boca todo el día, y le será como “hojuelas con
miel”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario