"Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!
Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.
Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros". Fil 4:4-9
"Por nada estéis afanosos", Pablo nos exhorta (v. 6). Dentro del espacio de tres versículos parece poner delante de nosotros dos tareas imposibles: ¡regocijo constante (v. 4), y ahora el rechazo de la ansiedad (v. 6)! Pero las dos cosas están relacionadas; no es muy probable que la persona gozosa se deje dominar por la ansiedad; y el espíritu lleno de ansiedad no puede ser un espíritu gozoso. ¿Pero cómo se nos puede librar de la ansiedad?
La receta es la oración. La ansiedad no puede seguir respirando bien en un ambiente bañado de oración. Y ésta no es ninguna afirmación trivial, como deja muy claro la explicación que hace Pablo de ella. Utiliza varios términos diferentes para la oración ("peticiones", "oración", "ruego", "acción de gracias"). Está hablando de cómo debemos desplegar nuestras necesidades con cuidado y con paciencia delante de Dios, hablándole detalladamente de nuestra situación y de nuestras ansiedades. Esto es lo que significa echar sobre el Señor nuestras cargas con la plena convicción de que Él nos sustentará (Sal. 55:22).
Fíjate también en que Pablo incluye la acción de gracias en su variada descripción, ya que la oración que tiene en mente no es una simple lista de necesidades, sino el acto de abrir el corazón ante Dios, acto que incluye alabarle por todo lo que es y por todo lo que ha hecho por nosotros.
Ahora queda claro por qué esa paralizante ansiedad no puede coexistir con la oración; el corazón que se ha desahogado, y que se ha puesto de nuevo en sintonía con un espíritu de alabanza, no puede quedarse ansioso para siempre.
El cristiano que ora descubre que la misteriosa "paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento", sirve para "guardar" nuestros "corazones" y nuestros "pensamientos en Cristo Jesús" (v. 7). Pablo habla de esta paz como si fuera una guarnición militar: ilustración muy apropiada para los cristianos en Filipos, siendo la ciudad misma constantemente guardada por una guarnición de soldados romanos.
El apóstol está diciendo: "Dios mismo es el Dios de paz (v. 9); este es el ambiente del Cielo. Estás en un mundo lleno de problemas y de ansiedad, lejos de la ciudad celestial de la que eres ciudadano. Pero Dios te manda una guarnición de paz para guardarte mientras estés fuera de tu patria."
Sí, son posibles tanto el gozo como la paz, aun en un mundo como éste. Pero sólo se pueden preservar por medio de una mente bien surtida de la gracia.
En nuestro mundo moderno, son muchas las personas que buscan librarse de la ansiedad intentando vaciar sus mentes; en cambio Pablo nos enseña que la verdadera paz sólo puede ser nuestra cuando nuestras mentes están adecuadamente llenas. Indica a los filipenses al verdadero almacén desde donde pueden suministrar sus mentes: todo lo que sea verdadero, honesto, justo, puro, amable, de buen nombre, virtuoso, digno de alabanza. Una mente llena de estas cosas dejará poco sitio para cualquier pensamiento que pudiera producir ansiedad, romper la paz, o destruir el gozo.
¿Cómo pueden nuestras mentes ser entrenadas así? Otra vez Pablo contesta: permitiendo que nuestras vidas sean moldeadas por el ejemplo apostólico y por la enseñanza apostólica (v. 9). El tipo de estudio bíblico en el que estamos ocupados ahora es precisamente la receta que provee el apóstol. Tomémonoslo con frecuencia, y disfrutaremos de la paz de Dios que nos viene del Dios de paz (v. 9).
Fragmento del libro LA IMITACIÓN DE CRISTO El mensaje de Filipenses, de Sinclair Ferguson.
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