Capítulo 16
A satanás le gusta especialmente hacer daño a la iglesia local, y esto lo procura hacer provocando divisiones entre ellos.
Quiere lograr que se ataquen unos a otros, que se hieran entre ellos. Desea que se celen y amarguen unos contra otros. Si satanás puede lograr divisiones entre los creyentes, hará mucho daño a la obra de Dios. Por esta razón el Nuevo Testamento nos advierte continuamente acerca de no amargarnos ni resentirnos los unos para con los otros. En Gálatas 5:15 el apóstol Pablo dice, “Si os mordéis y os coméis los unos a los otros, mirad que también no seáis consumidos los unos por los otros.”
En seguida señalaremos once
formas que ayudan a los creyentes a vivir en paz y amarse los unos con los
otros.
Primero, los creyentes deben
fijarse más en las bondades de sus hermanos que en sus debilidades y pecados.
Cada creyente tiene sus fallas y sus defectos, no hay nada agradable en poner
la vista solo en el mal que hay en otros creyentes. En lugar de verlos con una
actitud crítica, debiéramos fijarnos en el bien que Dios está haciendo en
ellos. Vemos en la Biblia muchos ejemplos de cómo Dios se fija más en las
virtudes de su pueblo que en sus defectos. Esto lo notamos por ejemplo en el
caso de Job; no hay duda de que Job se enojó y trató de justificarse a sí mismo
bajo la presión de sus problemas. Pero lo que Dios señala en su vida es su
paciencia y su fidelidad en el sufrimiento. Santiago dice, “Habéis oído la paciencia de
Job.” Vemos algo semejante en el registro de los héroes de la fe de
Hebreos 11; Dios destaca la fe de Abraham, de Sara, de Moisés, de Jacob y de
otros, sin hablarnos de sus fallas.
Segundo, la unidad da fortaleza,
la desunión debilita. Mientras los creyentes estén unidos podrán aguantar toda
la oposición del mundo y del diablo. Cuando están divididos no pueden
mantenerse firmes ante las pruebas más sencillas. Es por eso que el apóstol
Pablo nos exhorta a que mantengamos la unidad en el Espíritu. (Efe.4:3)
Tercero, Dios ha ordenado a todos
los creyentes que se amen los unos a los otros. Juan 13:34-35 dice “Un
mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros. En esto conocerán todos
que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos por los otros".
Juan 15:12: “Este es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como Yo os
he amado". Romanos 13:8: “No debáis a nadie nada, sino amaros unos a
otros; porque el que ama al prójimo cumplió la ley". Hebreos 13:1:
“Permanezca
el amor fraternal". 1 Juan 4:7-8: “Carísimos, amémonos unos a
otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama es nacido de Dios y conoce
a Dios. El que no ama no conoce a Dios; porque Dios es amor". 1
Pedro 1:22: “Amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro". 1
Pedro 3:8: “Finalmente, sed todos de un mismo corazón, compasivos, amándoos
fraternalmente, misericordiosos, amigables". 1 Juan 3:11: “Porque
este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a
otros". 1 Juan 3:23: “Y este es su mandamiento: Que creamos en el
nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado".
1 Juan 4:11: “Amados, si Dios nos ha mandado así, debemos también nosotros amarnos
unos a otros".
Cuarto, debemos fijarnos más en
las cosas en que estamos de acuerdo que en aquellas en que hay diferencia de
opinión. Los creyentes verdaderos deben estar de acuerdo respecto a las cosas
que son enseñadas claramente en la Biblia. La Palabra de Dios enseña las cosas
más importantes en forma muy explícita y sin dejar lugar a dudas. Los creyentes
no deben perder su tiempo discutiendo acerca de puntos menores, ni mucho menos
dejarse dividir por estas cuestiones.
Quinto, Dios ama la paz y los
creyentes deben estar en paz los unos con los otros. Dios es el Dios de paz;
Cristo es el Príncipe de paz; el fruto del Espíritu Santo es amor, gozo y paz.
Nuestro Señor dijo, “Bienaventurados los pacificadores porque ellos serán
llamados hijos de Dios.” (Mat.5:9) Cuando los creyentes viven en paz los unos
con los otros, gozan de la bendición de Dios.
Sexto, los creyentes deben poner
mucho cuidado en mantener su paz con Dios. Esto quiere decir que deben confesar
sus pecados y arrepentirse cada día; si no mantienen la paz con Dios no tendrán
la paz con los demás creyentes. Proverbios 16:7 dice, “Cuando los caminos de los
hombres son agradables a Jehová, aún a sus enemigos pacificará con él”.
Séptimo, los creyentes deben
guardar en mente que forman parte de una unidad espiritual con los demás
creyentes y que son hermanos y hermanas en Cristo. Esta consideración le
condujo a Abraham a decir a Lot, “No haya ahora altercado entre mí y ti...
porque somos hermanos”. (Gen. 13:8) Los miembros de una iglesia local
no deben olvidarse de que son miembros de un Cuerpo; su relación es semejante a
la que existe entre los miembros de un cuerpo humano. Cada miembro del cuerpo
humano ayuda a las otras partes del cuerpo. Cada miembro recibe fuerza y sostén
de los demás; así debe ser entre los creyentes. “¡Mirad cuán bueno y cuán
delicioso es habitar los hermanos juntos y en armonía!” (Sal.133:1)
Octavo, la desunión entre los
creyentes en la iglesia local hace mucho daño a la obra de Dios. La división
entre ellos es el triunfo del diablo. Dios es deshonrado, y su nombre no recibe
gloria cuando los creyentes discuten entre ellos. Inevitablemente algunos
buscadores del Reino serán desanimados cuando ven estas cosas entre nosotros.
Noveno, debemos ser los primeros
en procurar diligentemente la paz y la unidad. No debemos esperar a que otros
lo hagan. Heb.12:14, “Seguid
la paz con todos y la santidad". Rom.14:19, “Así que sigamos lo que
contribuye a la paz y a la mutua edificación". Con el uso de la palabra “seguid” el apóstol
enfatiza la necesidad de que busquemos la paz, tan diligentes y ordenadamente
como el cazador persigue a su presa sin descanso hasta conseguirla.
Décimo, otro remedio contra este
tipo de ataques del diablo es juzgarnos a nosotros mismos antes que a otros.
Los que practican el autoexamen y se juzgan a si mismos tienen mucho cuidado en
su manera de juzgar a los demás. “No juzguéis según las apariencias, sino
juzgad con justo juicio” (Jn.7:24). “No juzguéis para que no seáis
juzgados. Porque con el juicio que juzgáis, seréis juzgados y con la medida que
medís, os será medido” (Mat.7:1-2). “El que come no menosprecie al
que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha
recibido” (Rom.14:3). “Pero tú, ¿Por qué juzgas a tu hermano? o tú
también, ¿Por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante
el tribunal de Cristo” (Rom.14:10). “Así que, no juzguemos más los
unos a los otros: Antes bien juzgad de no poned tropiezo o escándalo al hermano”
(Rom.14:13). “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor,
el cual también aclarará lo oculto de las tinieblas, y manifestará los intentos
de los corazones, entonces cada uno tendrá de Dios la alabanza”
(1Cor.4:5). “Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del
hermano y juzga a su hermano, este tal juzga a la ley; pero si tú juzgas a la
ley, no eres guardador de la ley sino juez. Uno es el dador de la ley que puede
salvar y perder; pero tú, ¿Quién eres para que juzgues a otro?”
(Stg.4:11-12). “¿Tú quién eres que juzgas al siervo ajeno? para su propio señor está
en pie o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar
firme” (Rom.14:4).
No hay comentarios:
Publicar un comentario