"... El Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de Dios", Lucas 1:35
Si el Hijo de Dios ha nacido dentro de mi carne humana, ¿estoy permitiendo que su santa inocencia,
sencillez y unidad con el Padre tengan la oportunidad de manifestarse en mí? Lo que le ocurrió a la virgen
María, cuando el Hijo de Dios entró históricamente en este mundo, ocurre en todo creyente.
El Hijo nace dentro de mí por la acción directa de Dios. Luego, yo, como su hijo, tengo que ejercitar el
derecho de hijo, el derecho de estar siempre cara a cara con mi Padre a través de la oración.
¿Continuamente le pregunto con asombro a mi sentido común la razón por la que trata de desviarme en
algún punto? ¿No sabías que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? Sin importar cuáles sean
nuestras circunstancias, el Hijo santo, inocente y eterno tiene que estar en contacto con su Padre.
¿Soy lo bastante sencillo para identificarme con mi Señor de esta manera? ¿Está Él ejerciendo su
maravillosa voluntad en mí? ¿Se está cumpliendo la voluntad de Dios de que su Hijo se forme en mí (ver
Gálatas 4:19), o lo he puesto cuidadosamente a un lado? ¡Ay, el ruidoso clamor de estos días! ¿Por qué
todo el mundo parece estar clamando tan fuerte? La gente está pidiendo que muera el Hijo de Dios. Aquí
no hay lugar para Él en este momento, no hay lugar para una tranquila y santa comunión con el Padre. ¿El
Hijo de Dios está orando en mí llevándole honor al Padre, o le estoy dictando mis exigencias a Él? ¿Está
ministrando en mí como lo hizo en los días de su humanidad aquí en la tierra?
¿Está el Hijo de Dios en mí sufriendo su pasión, para que sus propósitos se cumplan? Cuanto más
sabemos de la vida interior de los más maduros santos de Dios, tanto más se ve lo que realmente es el
propósito divino, "completando lo que falta de las aflicciones de Cristo", Colosenses 1:24; LBLA. Y
cuando pensamos en lo que implica “completar”, siempre hay algo que falta por hacer.
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