"Os he llamado amigos", Juan 15:15
Nunca conoceremos el gozo del sacrificio personal hasta que rindamos cada una de las áreas de nuestra
vida. Sin embargo, la rendición personal es lo más difícil de lograr. La condicionamos y decimos: “¡Me
someteré, si...!” O somos apáticos: “Ah, bueno. Supongo que debo consagrar mi vida a Dios”. Nunca
encontraremos el gozo del sacrificio personal con ninguna de estas actitudes.
Pero tan pronto nos rendimos por completo, abandonándonos a Jesús, el Espíritu Santo nos permite
degustar su gozo. La meta final del sacrificio personal es poner la vida por nuestro Amigo (ver Juan
15:13-14). Cuando el Espíritu Santo entra en nosotros, nuestro principal deseo es la vida por Jesús; pero
la idea del sacrificio personal nunca cruza siquiera por nuestra mente, porque el sacrificio es la expresión
final de amor del Espíritu Santo.
Nuestro Señor ejemplifica una vida de sacrificio personal: "El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha
agradado... Él soportó su sacrificio con un gozo desbordante". ¿Me he rendido alguna vez en sumisión
absoluta a Jesucristo? Si Él no es mi único norte y guía, no hay ningún provecho en mi sacrificio. Sin
embargo, cuando me sacrifico con los ojos fijos en Él, de una manera lenta pero segura, comienza a
manifestarse en mi vida su influencia transformadora (ver Hebreos 12:1-2).
No permitas que tus afinidades y gustos naturales te impidan andar en amor. Una de las formas más
crueles de matar el amor natural es por medio del rechazo que se basa en mis gustos naturales. Pero el
verdadero deseo de un creyente es el Señor Jesús. El amor a Dios no es algo sentimental o emocional.
Para un creyente amar como Él ama es el acto más práctico imaginable.
"Os he llamado amigos". Nuestra amistad con Jesús está fundamentada en la vida nueva que Él ha creado
en nosotros, la cual no tiene ninguna afinidad con la vida anterior, sólo con la vida de Dios. Es una vida
completamente humilde, pura y consagrada a Él.
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