“Confirma, oh Dios, lo que has obrado en nosotros”. Salmo 68:28.
APARTE de ser signo de sabiduría es también nuestro deber el suplicar a Dios continuamente que confirme lo que ha obrado en nosotros. Es por haber descuidado esto que muchos cristianos llegan a sentirse culpables de las pruebas y aflicciones de espíritu que se originan en la infidelidad. Es cierto que Satanás procura anegar el hermoso jardín del corazón y transformarlo en un lugar de desolación, pero es también cierto que muchos cristianos dejan abiertas las compuertas y dejan entrar el espantoso diluvio por el descuido y la falta de oración a su poderoso Ayudador. Nos olvidamos a menudo que el Autor de nuestra fe debe ser también el Preservador de la misma. La lámpara que ardía en el templo nunca debía apagarse; cada día tenía que ser llenada con óleo nuevo. Así también nuestra fe, sólo puede vivir cuando es alimentada por el óleo de la gracia, el que únicamente podemos obtener de Dios. Si no adquirimos el necesario aceite para nuestras lámparas demostraremos ser vírgenes insensatas. El que hizo el mundo también lo sustenta; de lo contrario, caería con un tremendo estrépito. El que nos hizo cristianos tiene que sustentarnos con su Espíritu; de lo contrario, nuestra ruina será rápida y final. Acerquémonos, pues, noche tras noche a nuestro Señor, para obtener la gracia y la fortaleza que necesitamos. El sólido argumento de nuestra petición es que lo que le pedimos que confirme es su obra de gracia, es decir, como lo dice el texto “lo que has obrado en nosotros”. ¿Crees que el Señor dejará de proteger o sustentar esa obra de gracia? Si tu fe se prende únicamente del poder del Señor, todas las fuerzas de las tinieblas, guiadas por el diablo, señor del infierno, no podrán arrojar siquiera una nube o una sombra sobre tu gozo y paz. ¿Por qué sufres derrotas cuando puedes ser conquistador? ¡Oh!, toma tu vacilante fe y tus lánguidas gracias y llévalas a Aquel que puede hacerlas revivir y dile con fervor: “Confirma, oh Dios, lo que has obrado en nosotros”.
Charles Haddon Spurgeon.
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