Versículo para hoy:

miércoles, 20 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(2) Este libro puede caer en las manos de algunos que algo debieran saber de crecer en la gracia, pero que en este momento no saben nada. Han progresado poco, si acaso han progresado algo desde que se convirtieron. Parece que "reposan tranquilos" (Sof. 1:12). Pasan año tras año satisfechos con la gracia de antes, experiencia de antes, conocimiento de antes, fe de antes, logros de antes, expresiones religiosas y frases de antes. Al igual que los gabaonitas, su pan siempre está enmohecido y su calzado siempre remendado y pesado. Parece que nunca avanzan. ¿Es usted como uno de ellos? Si lo es, está viviendo sin aprovechar sus privilegios y dejando de cumplir sus obligaciones. Ya es tiempo de que se examine a sí mismo.

Si tiene razones para creer que es un verdadero creyente pero no crece en la gracia, tiene que haber alguna falta, y alguna falta grave en alguna parte. No puede ser la voluntad de Dios que su alma permanezca inerte. "Dios... da gracia a los humildes" y "ama la paz de su siervo" (Stg.4:6; Sal. 35:27). No puede ser para bien de su propia felicidad ni provechoso para usted que su alma permanezca inerte. Sin crecimiento nunca se regocijará en el Señor (Fil. 4:4). Sin crecimiento no puede hacerle bien a nadie. ¡Esta falta de crecimiento es cosa seria! Tendría que provocar mucha inquietud en su corazón. Puede estar pasando con usted como con los hijos de Israel que "hicieron secretamente cosas no rectas" (2 R. 17:9). Tiene que haber alguna razón.

Siga el consejo que le doy. Resuelva este mismo día que encontrará la razón de su inercia. Palpe con mano fiel y segura cada rincón de su alma. Busque de un extremo al otro de su campamento hasta encontrar el Acán que está debilitando sus manos. Comience con un pedido al Señor Jesucristo, el gran Médico de las almas; pídale que cure el mal secreto en su interior, sea cual sea. Comience como si nunca le hubiera pedido nada, y pídale gracia para amputarse la mano derecha o arrancarse el ojo derecho. Pero nunca, nunca se quede tranquilo si su alma no crece. Por su propia paz, por su propia utilidad, por la honra de la causa de su Hacedor, decídase a encontrar el por qué.

martes, 19 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

Aplicación práctica

Dejo aquí el tema de crecer en la gracia. Podría decir mucho más, si el tiempo lo permitiera. Pero espero haber dicho lo suficiente como para convencer a mis lectores de que el tema es uno de suma importancia. Iré terminando con algunas aplicaciones prácticas.

(1) Este libro puede caer en las manos de algunos que nada saben acerca de crecer en la gracia. Se preocupan poco o nada de la religión. Un poco de asistencia apropiada a la iglesia los domingos constituye la suma y la sustancia de su cristianismo. Carecen de vida espiritual, y por ende mientras así sea no pueden crecer. ¿Es usted uno de ellos? Si lo es, se encuentra en una condición lamentable.

Los años pasan en un abrir y cerrar de ojos y el tiempo vuela. Los cementerios se están llenando y las familias son cada vez más pequeñas. La muerte y el juicio se nos están acercando a todos. ¡Y no obstante usted vive inconsciente de su alma! ¡Qué locura! ¡Qué insensatez! ¿Qué suicidio puede ser peor que este?

Despierte antes de que sea demasiado tarde, despierte y levántese de entre los muertos y viva para Dios. Vuélvase al que está sentado a la diestra de Dios para ser su Salvador y Amigo. Vuélvase a Cristo, y clame a él por su alma con todas sus fuerzas. ¡Todavía hay esperanza! Aquel que llamó del sepulcro a Lázaro no ha cambiado. Aquel que mandó al hijo de la viuda de Naín que se levantara de su ataúd puede hacer milagros aun con su alma. Búsquelo sin dilación: Búsquelo ahora mismo. Busque a Cristo si no quiere estar perdido para siempre. No se quede allí, hablando de hacerlo, queriendo hacerlo, con el propósito, la intención, el deseo y la esperanza de hacerlo. Busque a Cristo para poder vivir, y para que, teniendo vida, pueda crecer.

lunes, 18 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(e) Existe un elemento más que es absolutamente necesario para crecer en la gracia, y este es tener una comunión regular y habitual con el Señor Jesús. Nadie suponga que al decir esto estoy hablando de la Cena del Señor. No, nada parecido. Estoy hablando de ese hábito diario de una conversación entre el creyente y su Salvador, que solo puede suceder con fe, oración y meditación. Me temo que es un hábito del cual muchos creyentes saben poco. Una persona puede ser creyente y tener sus pies sobre la roca, y aun así, privarse de sus privilegios. Es posible tener una "unión" con Cristo y aun así, tener poca o nada de "comunión" con él. Pero, aunque parezca mentira, tal cosa sucede.

Me parece a mí que los nombres y oficios de Cristo, según los estipulan las Escrituras, demuestran sin temor a dudas que esta "comunión" entre el santo y su Salvador no es mera fantasía, sino algo realmente cierto. Entre el "Novio" y su esposa, entre la "Cabeza" y sus miembros, entre el "Médico" y sus pacientes, entre el "Abogado" defensor y sus clientes, entre el "Pastor" y sus ovejas, entre el "Maestro" y sus discípulos, está evidentemente implícito el hábito de una comunión cercana, de un pedido diario de las cosas que necesitamos, de un abrir totalmente nuestros corazones y mentes y echar sobre el Señor nuestras cargas. Este hábito de relacionarnos con Cristo de este modo se trata claramente de algo más que una confianza general y vaga en la obra que Cristo hizo por los pecadores. Se trata de acercarnos a él y aferrarnos a él con confianza, como un Amigo cariñoso y personal. Esto es lo que quiero decir por "comunión".

Ahora bien, creo que nadie puede jamás crecer en la gracia si no ha experimentado "comunión" habitual con Cristo. No tenemos que contentarnos con un conocimiento general ortodoxo de que la justificación es por fe y no por obras y que tenemos que poner nuestra confianza en Cristo. Tenemos que ir más allá. Debemos procurar tener una intimidad personal con el Señor Jesús, y tratar con él como el que trata con un amigo querido. Tenemos que comprender lo que es recurrir a él primero ante cada necesidad, hablar con él acerca de cada dificultad, consultar con él a cada paso, contarle a él todos nuestros sufrimientos, incluirlo en todas nuestras alegrías, hacer todo como si nos estuviera viendo y vivir cada día apoyándonos y confiando en él.

Esta es la manera como vivió Pablo. Él decía: "Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios", "para mí el vivir es Cristo" (Gá. 2:20; Fil. 1:21). Es la ignorancia de esta manera de vivir por la cual tantos no ven ninguna belleza en el libro de Cantar de los Cantares. Pero es el hombre que vive de esta manera el que mantiene una comunión constante con Cristo. Este es el hombre, digo enfáticamente, cuya alma crecerá.

domingo, 17 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(c) Otro elemento esencial para crecer en la gracia es cuidar nuestra conducta en las cosas pequeñas del diario vivir. Nuestro temperamento, nuestra lengua, el manejo de nuestras diversas relaciones en la vida, el empleo de nuestro tiempo, entre otras cosas, son aspectos que tenemos que vigilar atentamente si queremos que nuestras almas progresen. La vida se compone de días, y los días de horas, y las cosas pequeñas de cada hora nunca son tan pequeñas que no merezcan la atención del cristiano. Cuando comienza a podrirse la raíz o el corazón de un árbol, se nota primero en las puntas de las ramas pequeñas. "El que desprecia las cosas pequeñas", dice un escritor secular, "caerá poco a poco". Eso es cierto. Dejemos que otros nos desprecien, si quieren, y nos llamen meticulosos y demasiado cuidadosos. Mantengámonos pacientemente en nuestro camino, recordando que "servimos a un Dios a quien lo caracteriza la precisión", que hemos de seguir el ejemplo de nuestro Señor en lo más pequeño al igual que en lo más grande y que tenemos que "tomar nuestra cruz cada día" y cada hora para no pecar. Tenemos que aspirar a tener un cristianismo que, como la savia del árbol, corre por cada ramita y hoja de nuestro carácter y lo santifica todo. ¡Es esta una manera de crecer!

(d) Otro elemento esencial para crecer en la gracia es tener cautela en cuanto a las compañías que frecuentamos y las amistades que formamos. Quizá no haya nada que afecte más el carácter del hombre que las compañías que frecuenta. Nos contagiamos de las costumbres y tendencias de aquellos con quienes vivimos y con quienes conversamos; y desafortunadamente recibimos mucho más mal que bien. La enfermedad puede ser contagiosa, pero la buena salud no. Si un cristiano profesante escoge deliberadamente intimar con los que no son amigos de Dios y se aferran al mundo, es seguro que su alma se perjudicará. Ya de por sí es difícil servir a Cristo bajo cualquier circunstancia en un mundo como este. Pero es más difícil hacerlo si somos amigos de los indiferentes e impíos. Cometer errores en la elección de amigos o de cónyuge es la razón por la cual muchos han dejado totalmente de crecer. "Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres". "La amistad del mundo es enemistad contra Dios" (1 Co. 15:33; Stg. 4:4). Busquemos amigos que nos motiven a ocuparnos de la oración, la lectura bíblica, el uso de nuestro tiempo, de nuestra salvación y de los asuntos del mundo venidero. ¿Quién es capaz de medir el bien que puede hacer la palabra de un amigo dicha en el momento adecuado, o el daño que puede impedir? Es esta una manera de crecer8.

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"Sean sus mejores amigos los que han hecho de Cristo su mejor amigo. No se fije tanto en el exterior de los hombres como en su interior; mire sobre todo su valor interior. Muchas personas se fijan en el exterior del profesante de la fe. Muéstreme un cristiano que considera el valor interior de las personas, que convierte en sus amigos principales y preferidos a los que están llenos de la plenitud de Dios". - T. Brooks, 1661.

sábado, 16 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(a) Un elemento esencial en el crecimiento en la gracia es la diligencia en usar los medios de gracia privados. Con esto quiero decir los medios que el hombre debe usar él mismo a solas, y que nadie puede usar en su lugar. Incluyo bajo este encabezamiento la oración en privado, la lectura de las Escrituras en privado y la meditación y auto examen en privado. El que no se esfuerza por ocuparse de estas tres cosas no puede esperar crecimiento. Estas son las raíces del verdadero cristianismo. ¡Equivocarse en esto, es equivocarse en todo! Aquí está la razón por la cual parece que muchos cristianos nunca progresan. Son descuidados y negligentes en lo que respecta a sus oraciones en privado. Leen muy poco su Biblia y con muy poco entusiasmo. No se dan tiempo para analizarse y reflexionar en silencio acerca del estado de sus almas.

Es inútil tratar de ignorar que la época en que vivimos está llena de peligros específicos. Es una época de gran actividad, mucho apuro, afán y entusiasmo en la religión. Muchos, indiscutiblemente "muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará" (Dn. 12:4). Muchos aceptan de buena gana ir a reuniones públicas, escuchar sermones o cualquier otra cosa que apele a las "sensaciones". Pocos parecen recordar la necesidad absoluta de tomarse el tiempo para hacer lo que dijo el salmista: "Meditad en vuestro corazón" (Sal. 4:4). Pero sin esto rara vez hay prosperidad espiritual profunda. Sospecho que los cristianos ingleses de hace doscientos años leían mucho más sus Biblias y estaban con más frecuencia a solas con Dios, que lo que están los actuales. ¡Recordemos este punto! La religión en privado tiene que recibir nuestra mayor atención si queremos que nuestra alma crezca.

(b) Otro elemento esencial para crecer en la gracia es el cuidado en usar los medios públicos de la gracia. Por esto, me refiero a los medios que uno tiene a mano como miembro de la iglesia visible de Cristo. Bajo este encabezamiento incluyo las ordenanzas del culto regular del domingo, la unión del pueblo de Dios en oración y alabanza, la predicación de la Palabra y la celebración de la Cena del Señor. Creo firmemente que el modo como se usan estos medios públicos de gracia habla mucho de la prosperidad o falta de ella en el alma del creyente. Es fácil usarlos de una manera fría e indiferente. Su misma familiaridad tiende a que les restemos importancia. El retorno regular de la misma voz, el mismo tipo de palabras y las mismas ceremonias tienden a adormecernos, endurecernos y hacernos insensibles.

Esta es una trampa en la que caen demasiados hombres que profesan ser cristianos. Si queremos crecer tenemos que mantenernos en guardia en cuanto a esto. Este es un asunto que a menudo contrista al Espíritu y perjudica en gran manera a los santos. Procuremos elevar las oraciones antiguas, cantar los himnos de antaño, ponernos de rodillas ante el altar, escuchar la predicación de las antiguas verdades con la misma frescura y las mismas ansias que cuando por primera vez creímos. Es señal de mala salud cuando alguien pierde el apetito, y es señal de declinación espiritual cuando perdemos nuestro apetito por los medios de gracia. Sea lo que sea que haga en cuanto a los medios públicos, hágalo siempre "según [sus] fuerzas" (Ec. 9:10). ¡Esta es la manera de crecer!

viernes, 15 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

III. Los medios para crecer en la gracia

Lo tercero y último que me propongo a considerar es esto: Los medios que deben usar los que anhelan crecer en la gracia. Nunca olvidemos las palabras de Santiago: "Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces" (Stg.1:17). Esto, sin duda, es cierto en cuanto al crecimiento en la gracia así como lo es en cuanto a todo lo demás. Es un "don de Dios". Pero aun así siempre hemos de recordar que Dios se complace en obrar con los medios. Dios ha ordenado los medios al igual que su finalidad. El que quiere crecer en la gracia tiene que usar los medios para lograr crecimiento7.

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7"La experiencia le enseña a cada cristiano que cuanto más estricta, estrecha y constantemente camina con Dios, más fuerte se hace en el cumplimiento de sus deberes. Los hábitos infundidos mejoran con el ejercicio. El fuego del altar de los sacrificios descendía inicialmente del cielo para hacer arder la leña, pero luego se mantenía vivo por el cuidado y labor de los sacerdotes. Así, los hábitos de gracia espiritual son infundidos inicialmente por Dios, pero tienen que ser avivados por influencias cotidianas que provienen de Él. Pero también nuestros esfuerzos, ejercitándonos en la piedad, dependiendo del Señor mantienen vivo ese fuego santo. Entre más se ejercita el cristiano, más fuerte será". -Collinges sobre la providencia, 1678.

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Me temo que este es un punto demasiado olvidado por muchos creyentes. Muchos admiran el crecimiento de la gracia en otros, y desearían ser como ellos. Pero parece que suponen que los que crecen lo hacen por algún don o favor de Dios, y que ese don no les ha sido dado a ellos así que tienen que contentarse tal como están. Esto es una fantasía contra la cual testificaré con todas mis fuerzas. Quiero que se entienda claramente que el crecimiento en la gracia está conectado estrechamente con los usos al alcance de todo creyente y que, por lo general, las almas que crecen lo hacen porque se valen de estos medios.

Pido especial atención de mis lectores mientras trato de presentar en orden los medios para lograr crecer en la gracia. Desechen para siempre la idea vana de que si un creyente no crece en la gracia no es por su culpa. Determine que el creyente, el hombre avivado por el Espíritu no es meramente una criatura muerta, sino un ser con capacidades y responsabilidades enormes. Grabe en su corazón las palabras de Salomón: "El alma del perezoso desea, y nada alcanza; Mas el alma de los diligentes será prosperada" (Pr. 13:4).

jueves, 14 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

f) Una marca más de "crecimiento en la gracia" es el aumento de celo y diligencia en tratar de hacerle bien a las almas. El hombre cuya alma realmente está "creciendo" se interesará más cada año por la salvación de los pecadores. La obra misionera cercana y la lejana, los esfuerzos por dar más luz y reducir la oscuridad en el ámbito religioso son cosas que ocuparán más de su atención cada año. No se "cansará de hacer el bien" aunque vea que no todos sus esfuerzos son exitosos. No se interesará menos por el avance de la causa de Cristo sobre la tierra a medida que va envejeciendo, aunque aprenderá a esperar menos. Sencillamente seguirá trabajando sean cuales fueren los resultados, (dando, orando, predicando, hablando, visitando, según su posición) y considerará su trabajo como su propia recompensa. Una de las señales más seguras de una declinación espiritual es un interés decreciente en las almas de otros y en el crecimiento del reino de Cristo. ¿Quiere alguien saber si está creciendo en la gracia? Entonces mire su interior para encontrar una creciente preocupación por la salvación de las almas.

Tales son las marcas más dignas de confianza del crecimiento en la gracia. Examinémoslas con cuidado, y reflexionemos sobre lo que sabemos de ellas. Creo que quizá no sean del gusto de algunos cristianos profesantes en la actualidad.

Esos religiosos de alto vuelo cuya única noción del cristianismo es la de un estado de gozo y éxtasis perpetuos, que dicen que han superado por mucho la etapa de conflictos y humillación de sus almas, seguramente considerarán "legalistas", "carnales" y "signos de esclavitud" a estas marcas que he presentado. No puedo evitarlo. No me considero un gran maestro en estas cosas. Solo quiero que mis afirmaciones sean pesadas en la balanza con las Escrituras. Y creo firmemente que he dicho no solo lo que es bíblico sino también lo que coincide con la experiencia de la mayoría de los santos insignes de todas las épocas. Muéstreme un hombre en el cual podemos encontrar las seis marcas mencionadas. Él es el que podría responder satisfactoriamente a la pregunta: ¿ESTAMOS CRECIENDO?

miércoles, 13 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(d) Otra marca del "crecimiento en la gracia" es un aumento de espiritualidad en sus gustos y su mente. El hombre cuya alma está "creciendo" se interesa cada año más en las cosas espirituales. No descuida sus obligaciones en el mundo. Cumple fiel, diligente y consecuentemente cada relación de su vida, sea en su hogar o fuera de él. Pero lo que más ama son las cosas espirituales. Las costumbres, las modas, las diversiones y las distracciones del mundo ocupan cada vez menos lugar en su corazón. No las condena como sumamente pecaminosas, ni dice que los que tienen algo que ver con ellas se van al infierno. Simple y sencillamente siente que cada vez le interesan menos, y poco a poco le parecen menos importantes y más triviales. Los amigos espirituales, las ocupaciones espirituales, las conversaciones espirituales parecen ser cada vez de más valor para él. ¿Quiere alguien saber si está creciendo en la gracia? Entonces mire su interior para encontrar un aumento de espiritualidad en sus gustos6.

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6"Si anhela ser rico en las gracias, tenga cuidado por dónde camina. No es rica el alma que sabe mucho o que habla mucho, sino la que es obediente, la que camina cerca de Dios. Otros pueden ser ricos en ideas, pero ninguno tan rico en experiencias espirituales y en todas las gracias santas y celestiales como el cristiano que camina cerca del Señor". -T. Brooks, 1661.

"Es señal de no estar creciendo en la gracia, cuando nos estamos haciendo más mundanos. Quizá, alguna vez, nuestros corazones miraban las cosas de arriba y hablábamos el idioma de Canaán. Pero ahora, nuestras mentes ya no piensan en el cielo, sacamos nuestros placeres de esas minas bajo la tierra y andamos por el mundo con Satanás. Es señal de que estamos retrocediendo y nuestra gracia sufre de tuberculosis. Se puede ver cuando la naturaleza se va desintegrando y es como cuando las personas están cerca de la muerte, se encorvan más hacia la tierra y casi ni pueden traer a su mente un pensamiento celestial; si la gracia no ha muerto, está a punto de morir". -T. Watson, 1660.

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(e) Otra marca del "crecimiento en la gracia" es el aumento del amor. El hombre cuya alma está "creciendo" está más lleno de amor cada año, de amor por todos, pero especialmente por los hermanos. Demostrará su amor activamente por una creciente disposición de ser más bondadoso, interesarse por los demás, tener buena disposición hacia todo, ser generoso, afable, comprensivo, tierno y considerado. Lo demostrará pasivamente por una creciente disposición de ser humilde y paciente con todos, de tolerar las provocaciones y no exigir sus derechos, de soportar y abstenerse en lugar de disputar. El alma que crece tratará de pensar lo mejor acerca de la conducta de otras personas, de creer todas las cosas y esperar todas las cosas incluso hasta el fin. No hay marca más segura de la reincidencia y la caída de la gracia, que una creciente tendencia a recalcar las faltas, encontrar fallas y ver los puntos débiles de los demás. ¿Quiere alguien saber si está creciendo en la gracia? Entonces mire su interior para encontrar un incremento de su amor.

martes, 12 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(b) Otra marca del "crecimiento en la gracia" es un aumento de fe y amor por nuestro Señor Jesucristo. El hombre cuya alma está "creciendo" encuentra cada año más de Cristo sobre lo cual descansar, y se regocija más de que tiene tal Salvador. Es indudable que vio mucho de él en el momento en que creyó. Su fe se apropió de la expiación de Cristo que le dio esperanza.

Pero a medida que crece en la gracia ve miles de cosas en Cristo que al principio nunca hubiera soñado. Su amor y poder, su corazón y sus intenciones, sus oficios como Sustituto, Intercesor, Sacerdote, Abogado, Médico, Pastor y Amigo se van mostrando de un modo indescriptible al alma que va creciendo. En suma, descubre en Cristo una satisfacción a las necesidades de su alma, que antes ni siquiera veía a medias. ¿Quiere alguien saber si está creciendo en la gracia? Entonces mire su interior para encontrar un mayor conocimiento de Cristo.

(c) Otra marca del "crecimiento en la gracia" es un aumento de santidad en su vida y conversación. El hombre cuya alma está "creciendo" logra cada año más dominio sobre el pecado, el mundo y el diablo. Cuida mejor su temperamento, sus palabras y sus acciones. Vigila mejor su conducta en cada relación de su vida. Se esfuerza por conformarse a la imagen de Cristo en todas las cosas, en seguirlo como s ejemplo, al igual que confiar en él como su Salvador. No se contenta con logros y gracia ya obtenidos. Se olvida de las cosas pasadas y se extiende hacia adelante, haciendo de las palabras "prosigo", "superior", "¡hacia arriba!" "¡adelante!" su lema continuo (Fil. 3:13). En la tierra ansía y anhela tener una voluntad más acorde con la voluntad de Dios. Lo principal que espera del cielo, además de la presencia de Cristo, es una separación completa de todo pecado. ¿Quiere alguien saber si está creciendo en la gracia? Entonces mire en su interior para encontrar una santidad creciente5.

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"Sentirse cada vez más indiferente al pecado es señal de no estar creciendo en la gracia. Hubo un tiempo cuando nos entristecía aun el más pequeño de los pecados (así como una basurita hace lagrimear al ojo), pero ahora podemos digerir el pecado sin que nos dé remordimiento. Hubo un tiempo cuando al cristiano le entristecía si descuidaba sus oraciones privadas, pero ahora puede hasta omitir la oración familiar. Hubo un tiempo cuando le molestaban los pensamientos vanos, ahora no le molestan ni las prácticas libertinas. Hay una lamentable declinación en el cristianismo y la gracia dista tanto de crecer que casi ni se le siente el pulso". -T. Watson, 1660.

lunes, 11 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

II. Marcas del "crecimiento en la gracia"

El segundo punto que me propongo establecer es este: Hay marcas por las cuales se puede conocer el crecimiento en la gracia.

Doy por sentado que no cuestionamos la realidad del crecimiento en la gracia y su inmensa importancia. Hasta aquí, bien. ¿Le gustaría saber ahora cómo alguien podría comprobar que está creciendo en la gracia o no? En primer lugar, contesto esta pregunta haciendo la observación de que somos paupérrimos jueces de nuestra propia condición y que los que están a nuestro alrededor nos conocen mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos. Pero respondo también que hay indudablemente ciertas marcas y señales del crecimiento en la gracia, y que dondequiera que se muestren estas marcas veremos un alma "creciendo". A continuación enunciaré en orden algunas de estas señales.

(a) Una marca del "crecimiento en la gracia" es un incremento de humildad. El hombre cuya alma está "creciendo", cada año siente más lo pecaminoso e indigno que es. Dice con Job: "He aquí que yo soy vil"; con Abraham: "Soy "polvo y ceniza"; con Jacob: "Menor soy que todas las misericordias"; con Isaías: Soy "hombre inmundo de labios"; con David: "Yo soy gusano"; con Pedro: "Soy hombre pecador" (Job 40:4; Gn. 18:27; 32:10; Sal. 22:6; Is. 6:5; Lc. 5:8). Más se acerca a Dios, más ve la santidad y perfección de Dios y más sensible es a sus propias innumerables imperfecciones. Más avanza en su camino al cielo, mejor comprende lo que San Pablo significa cuando dice: "Ni que ya sea perfecto", "no soy digno de ser llamado apóstol", "soy menos que el más pequeño de todos los santos"; "de los cuales [pecadores] yo soy el primero" (Fil. 3:12; 1 Co. 15:9; Ef. 3:8; 1 Ti. 1:15).

Entre más madurez alcanza para la gloria, más, como el maíz maduro, inclina la cabeza. Cuanto más brillante y más clara es su luz, más se notan las deficiencias y debilidades de su propio corazón. Le diría que cuando recién se había convertido veía muy poco, comparado con lo que ve ahora. ¿Quiere alguien saber si está creciendo en la gracia? Entonces mire su interior con creciente humildad4.

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4 "La manera correcta de crecer es decrecer a los ojos de uno mismo: «Mas yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo» (Sal. 22:6). Ver corrupción e ignorancia causa que el cristiano desarrolle una aversión por sí mismo. Se convierte en nada a sus propios ojos. Job decía de sí mismo: «Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza» (Job 42:6). Quitarse el engreimiento es bueno". -T. Watson, 1660.

domingo, 10 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

(d) Sepamos asimismo que "crecer en la gracia" agrada a Dios. Es maravilloso pensar que haya algo que puedan hacer criaturas como nosotros que agrade al Dios Altísimo. Las Escrituras hablan de caminar para "agradar a Dios". Dice también que hay sacrificios de los cuales "se agrada Dios" (1Ts. 4:1; He. 13:16). Al agricultor le encanta ver florecer y llevar fruto a las plantas a las cuales dedicó tanto trabajo. Lo desanima y entristece verlas de pie todavía, pero con un grave retraso en su crecimiento. ¿Y qué dice el mismo Señor? "Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador"; "En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos" (Jn. 15:1, 8). El Señor se agrada de todo su pueblo, pero especialmente de los que crecen.

(e) Sepamos, sobre todo, que "crecer en la gracia" no es solo algo que es posible, sino algo de lo cual los creyentes son responsables. Decirle a un inconverso muerto en pecado que "crezca en la gracia" sería absurdo. Decirle a un creyente despierto y vivo en Dios, que crezca, no es más que convocarlo a que cumpla un deber claramente bíblico. Tiene dentro de él un principio nuevo, y es su deber solemne no dejar que se apague. Descuidar su crecimiento lo despoja de sus privilegios, contrista al Espíritu y hace que las ruedas del carruaje de su alma giren con dificultad. Me gustaría saber de quién es la culpa, si un creyente no crece en la gracia. La culpa, de seguro, no la tiene Dios. Él "da gracia" y se deleita en ello; "ama la paz de su siervo" (Stg. 4:6; Sal. 35:27). La falta, sin duda, es nuestra. Nadie más que nosotros tiene la culpa si no crecemos.

sábado, 9 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

"Crecer en la gracia" es evidencia de ...

Pasemos de las cosas que he estado diciendo a un aspecto más práctico del gran tema que nos ocupa. Quiero que todos consideren "crecer en la gracia" como algo de importancia infinita para el alma. A pesar de lo que otros puedan pensar, nos es de mucho beneficio asegurarnos de que tenemos la respuesta correcta a la pregunta: ¿Estamos creciendo?

(a) Sepamos, entonces que el "crecimiento en la gracia" es la mejor evidencia de salud espiritual y prosperidad. En el caso de un niño, una flor o un árbol sabemos bien que cuando no hay crecimiento algo anda mal. La buena salud de un animal o un vegetal se muestra porque prospera y crece. Sucede lo mismo con nuestras almas. Si prosperan y andan bien, crecen².

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² "El crecimiento de la gracia es la mejor evidencia de la autenticidad de la gracia. Las cosas que no tienen vida no crecen. Un cuadro no crece. El poste de una verja no crece. Pero la planta que tiene vida crece. El crecimiento de la gracia muestra que está viva en el alma". -Thomas Watson, 1660

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(b) Sepamos, además, que "crecer en la gracia" es una manera de ser felices en nuestra religión. Dios ha entrelazado sabiamente nuestra tranquilidad y nuestro aumento de santidad. En su gracia, ha hecho que seguir adelante y aspirar a logros mayores como cristianos sea para nuestro bien. Hay una gran diferencia entre la cantidad de placer que un creyente disfruta en su religión comparado con lo que disfruta otro. Pero puede estar seguro de que el hombre común que siente más "gozo y paz en el creer" (Ro. 15:13) y tiene el testimonio más claro del Espíritu en su corazón, es el hombre que crece.

(c) Sepamos también que "crecer en la gracia" es un secreto de nuestra utilidad para otros. Nuestra influencia para bien de otros depende grandemente de lo que ven en nosotros. Los hijos del mundo miden el cristianismo tanto por sus ojos como por sus oídos. El cristiano que siempre está visiblemente estancado con las mismas faltas pequeñas, debilidades, acuciantes pecados y defectos intrascendentes, rara vez hace algún bien. El hombre que sacude y agita las mentes y pone el mundo a pensar, es el creyente que continuamente mejora y avanza. Los hombres piensan que hay vida y realidad cuando ven crecimiento³.

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³ "Cristiano, si quiere despertar en otros el anhelo de exaltar al Dios de gracia, ocúpese de ejercitar y mejorar sus propias gracias. Cuando un pobre sirviente vive con una familia y ve la fe, el amor, la sabiduría, la paciencia y la humildad de un amo brillando como las estrellas en el cielo, le incita a dar gracias al Señor porque pudo venir a vivir con esta familia. Cuando las gracias dadas a los hombres resplandecen como resplandeció el rostro de Moisés, cuando su vida es puro cielo como la vida de José, brillando con virtudes como muchas estrellas brillantes, cuántos otros se sienten impulsados a glorificar a Dios y exclamar: '¡Ciertamente estos son cristianos! ¡Estos son un honor para su Dios, una corona para su Cristo y un orgullo para su evangelio! ¡Oh, si todos fueran así, nosotros también seríamos cristianos!'". -Unsearchable Riches (Riquezas inescrutables), por T. Brooks 1661.

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viernes, 8 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

Fundamento sobre el cual construir

(1) Un fundamento principal sobre el cual edificar esta doctrina de "crecer en gracia", es el lenguaje claro de las Escrituras. Si es que las palabras de la Biblia algo significan, el "crecimiento" existe y los creyentes tienen que recibir la exhortación de "crecer". ¿Qué dice Pablo? "vuestra fe va creciendo" (2 Ts. 1:3). "Rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más" (1 Ts. 4:10). "Creciendo en el conocimiento de Dios" (Col. 1:10). "Esperamos que conforme crezca vuestra fe seremos muy engrandecidos" (2 Co. 10:15). "Y el Señor os haga crecer" (1 Ts. 3:12). "Crezcamos en todo en aquel que es la cabeza" (Ef. 4:15). "Vuestro amor abunde aun más y más" (Fil. 1:9). "Y el Señor os haga crecer" (1 Ts. 4:1). ¿Qué dice Pedro? "Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis" (1 P. 2:2). "Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 P. 3:18). No sé lo que otros piensen de textos como estos. A mi entender, establecen la doctrina que estoy defendiendo y hacen imposible cualquier otra explicación. La Biblia enseña el crecimiento en la gracia. Podría terminar aquí y no decir más.

(2) No obstante, el otro fundamento sobre el cual construir la doctrina de "crecer en la gracia", es el fundamento de la realidad y la experiencia. Le pregunto al lector sincero del Nuevo Testamento si acaso no puede ver, tan claro como el sol del mediodía, los distintos grados de gracia en los santos cuyas historias relata el Nuevo Testamento. Le pregunto si acaso no puede ver en las mismísimas personas una diferencia tan grande entre su fe y su conocimiento en distintas etapas, igual como se ve la diferencia de la fuerza de una persona cuando era niño y cuando es adulto. Le pregunto si acaso las Escrituras no reconocen esto claramente en el lenguaje que usa cuando habla de "débiles" en la fe y "fuertes" en la fe, de cristianos como "recién nacidos", "infantes", "jóvenes" y "padres" (1 P. 2:2; 1 Jn. 2:12-14). Le pregunto, sobre todo, si su propia observación de los creyentes en la actualidad no lo lleva a la misma conclusión. ¿Qué cristiano verdadero no confesaría que hay mucha diferencia entre su propia fe y conocimiento cuando recién se había convertido y sus logros actuales, como entre un árbol joven y uno maduro? En principio, sus gracias son las mismas, pero han crecido. No sé cómo les caerá esto a otros, pero a mí me resulta indiscutible el hecho de que el "crecimiento en la gracia" es real.

Casi me da vergüenza dedicarle tanto espacio a esta parte del tema. De hecho, si alguno dice que la fe, la esperanza, el conocimiento y la santidad del recién convertido son tan fuertes como la de un creyente maduro, y no necesita crecer, sería una pérdida de tiempo seguir discutiendo. No hay duda de que son reales, pero no tan fuertes -reales, pero no tan vigorosos- como las semillas que planta el Espíritu, que aún no llevan fruto. Y si alguien me pregunta cómo llegar a ser más fuerte, le digo que tiene que ser por el mismo proceso por el cual todas las cosas que tienen vida lo logran. Tiene que crecer. Y eso es lo que quiero significar cuando digo "crecer en la gracia"¹.

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¹ "La gracia auténtica es progresiva, de una naturaleza que se esparce, crece. Sucede con la gracia lo mismo que con la luz: Primero, está el amanecer, luego va aumentando hasta la plenitud del mediodía. Las Escrituras comparan a los santos, no sólo con estrellas por su luz, sino con los árboles por su crecimiento (Is. 61:3; Os. 14:5). El buen cristiano no es como el sol de Ezequías que retrocedía, ni como el de Josué que se detuvo, siempre está avanzando en santidad, creciendo en su conocimiento de Dios". - Body of Divinity (Cuerpo de divinidad), por Thomas Watson, Pastor de St. Stephen's Walbrook, 1660.

jueves, 7 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)


Al considerar este tema, hay tres cosas que quiero presentar y establecer:

I. La realidad del crecimiento religioso. El "crecimiento en la gracia" es algo que realmente existe.

II. Las señales del crecimiento religioso. Hay señales por las cuales se puede ver el "crecimiento en la gracia".

III. Los medios que determinan el crecimiento religioso. Estos son medios que tienen que usar aquellos que anhelan experimentar "crecimiento en la gracia".

No sé quién es usted, en qué manos cayó este escrito. Pero sea quien sea quiero que le dé toda su atención a su contenido. Créame, el tema no es solo un asunto de especulación y controversia. Si en la religión hay temas eminentemente prácticos, este es uno de ellos. Está estrecha e inseparablemente conectado con todo el tema de la "santificación". El crecimiento es una señal principal de los verdaderos santos. La salud y prosperidad espiritual, la felicidad y paz espiritual de cada cristiano sincero y santo, están estrechamente ligados con el tema del crecimiento espiritual.

I. La realidad del crecimiento en la gracia

El primer punto que me propongo establecer es este: El crecimiento en la gracia es algo que realmente existe.

El que algún cristiano niegue esta proposición es a primera vista extraño y lamentable. Pero conviene recordar que la comprensión del hombre ha caído tanto como su voluntad. Los desacuerdos sobre doctrinas son a menudo nada más que desacuerdos sobre el significado de palabras. Espero que así sea en este caso. Estoy consciente de que cuando hablo de "crecimiento en la gracia" y defiendo mi postura, habrá quienes estén en desacuerdo conmigo y hablen del mismo tema pero con un significado muy distinto. Por lo tanto, despejaré el camino explicando lo que quiero significar.

Definición de "crecer en la gracia"

(a) Cuando hablo de "crecer en la gracia", no quiero decir de ninguna manera que el interés del creyente en Cristo pueda crecer. No quiero decir que pueda crecer en su certeza, aceptación de Dios ni seguridad. No quiero decir que pueda ser más justificado, más perdonado, que esté en más paz con Dios que en el primer momento cuando creyó. Mantengo firmemente que la justificación del creyente es una obra terminada, perfecta y completa; y que aun el santo más débil, aunque quizás no lo sepa o perciba, ha sido justificado tan completamente como el más fuerte. Creo firmemente que nuestra elección, llamado y posición en Cristo no incluye grados, incrementos ni reducciones. Si alguien se imagina que al decir "crecer en gracia" quiero significar crecer en justificación está totalmente equivocado en cuanto al punto es estoy considerando. Iría a la hoguera, con la ayuda de Dios, por defender la verdad gloriosa de que en la cuestión de la justificación ante Dios todos los creyentes están "completos en él" (Col. 2:10). Desde el momento que cree, nada puede quitársele a su justificación ni tampoco se le puede agregar.

(b) Cuando hablo de "crecer en la gracia" solo me refiero al grado, tamaño, fuerza, vigor y poder de las gracias que el Espíritu Santo planta en el corazón del creyente. Sostengo que cada una de esas gracias incluye crecimiento, progreso e incremento. Mantengo que arrepentimiento, fe, esperanza, amor, humildad, celo, valentía y cosas parecidas, pueden ser pequeñas o grandes, fuertes o débiles, vigorosas o endebles y pueden variar mucho en una misma persona en diferentes períodos de su vida. Cuando hablo de que alguien "crezca en la gracia", quiero decir sencillamente esto: Que su sentido del pecado se está profundizando, su fe fortaleciendo, su esperanza haciendo más brillante, su amor más extenso, su espiritualidad más marcada. Siente más el poder de la piedad en su propio corazón. Manifiesta más de ella en su vida. Va de fuerza en fuerza, de fe en fe y de gracia en gracia. Dejo que otros describan esta condición con las palabras que prefieran. En cuanto a mí, creo que la mejor definición de esta condición del hombre es esta: Está "creciendo en la gracia".

miércoles, 6 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)


6. Crecimiento

"Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo". 2 Pedro 3:18

El tema del texto que encabeza esta página es uno que no puedo omitir de este libro sobre Santidad. Es un asunto que debiera resultar sumamente interesante para todo cristiano verdadero. Como es natural, plantea las preguntas: ¿Crecemos en la gracia? ¿Avanzamos en nuestra religión? ¿Progresamos?

No puedo esperar que la pregunta le interese a un cristiano que lo es solo de nombre. Al hombre que no tiene más que una religión de domingo, cuyo cristianismo es como su ropa dominguera, para ponerse una vez por semana y luego dejarla a un lado por supuesto que no le puede interesar "crecer en la gracia". Nada sabe de cosas así; "para él son locura" (1 Co. 2:14). Pero a todo el que toma su alma realmente en serio y tiene hambre y sed en su vida espiritual, la pregunta tiene que tocarle poderosamente el corazón. ¿Progresamos en nuestra religión? ¿Estamos creciendo?

Estas preguntas siempre resultan provechosas, pero especialmente en ciertas temporadas. Un sábado por la noche, un domingo que participamos de la Cena del Señor, la llegada de un cumpleaños, un fin de año, todas estas son temporadas que debieran hacernos pensar y darnos una mirada introspectiva. El tiempo vuela. La vida se nos va como el viento. Cada día se va acercando más la hora cuando la realidad de nuestro cristianismo será puesta a prueba, y el resultado dirá si hemos edificado "sobre la roca" o sobre "la arena". Nos conviene, entonces, examinarnos de vez en cuando y ver cómo anda nuestra alma. ¿Avanzamos en las cosas espirituales? ¿Estamos creciendo?

La pregunta es de especial importancia en la actualidad. Flotan en las mentes de los hombres opiniones burdas y extrañas con respecto a algunos puntos doctrinales y, entre ellas, la cuestión de "crecer en la gracia" como una parte esencial de la verdadera santidad. Algunos la rechazan totalmente. Otros la explican tan superficialmente que le quitan toda su esencia. Miles de personas la entienden mal, y en consecuencia la descuidan. En una época como esta, es provechoso mirar de frente y de una manera integral, el tema del crecimiento cristiano.

martes, 5 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

Aplicaciones prácticas

(1) En conclusión, piense seriamente cada lector si su vida espiritual le está costando algo en el presente. Es muy probable que no le esté costando nada. Es muy posible que no le cueste problemas, ni tiempo, ni reflexiones, ni preocupaciones, ni sufrimientos, ni lectura, ni oraciones, ni negarse a sí mismo, ni conflictos, ni trabajo, ni esfuerzo de ninguna clase. Ahora preste atención a lo que le voy a decir. Una vida espiritual como esa nunca salvará su alma. Nunca le dará paz mientras viva, ni esperanza cuando llegue la muerte. No le dará fuerzas el día de la aflicción, ni lo consolará el día de su muerte. Una vida espiritual que nada cuesta, nada vale. Despierte y conviértase. Despierte y crea. Despierte y ore. No descanse hasta dar una respuesta satisfactoria a mi pregunta: "¿Cuánto cuesta?"

(2) Piense, si quiere motivos conmovedores para servir a Dios, cuánto cuesta proveerle una salvación a su alma. Piense cómo el Hijo de Dios dejó el cielo y se hizo hombre, sufrió en la cruz y yació en el sepulcro, a fin de pagar su deuda con Dios y obrar para usted una redención completa. Piense en todo esto y aprenda que no es cosa superficial tener un alma inmortal. Vale la pena invertir algo por su alma.

Ay, perezoso, ¿ha llegado realmente a esto, a perderse el cielo por no incomodarse? ¿Está realmente decidido a naufragar para siempre, simplemente porque no le gusta hacer un esfuerzo? ¡Afuera con este pensamiento cobarde e indigno! ¡Levántese, compórtese y actúe con determinación! Dígase a sí mismo: "Cueste lo que cueste, me esforzaré para entrar por la puerta estrecha". Ponga sus ojos en la cruz de Cristo y tome nuevas fuerzas. Espere con anticipación la muerte, el juicio y la eternidad, y tómelo en serio. Puede costarle mucho ser cristiano, pero puede estar seguro de que vale la pena.

(3) Si algún lector siente que realmente ya ha calculado el costo y tomado la cruz, le insto a que persevere y siga adelante. Me atrevo a decir que, a menudo, se ha de sentir desalentado y tentado a darse por vencido. Sus enemigos parecen ser muchos, los pecados que lo acosan son muy fuertes, sus amigos son pocos, el camino es tan empinado y angosto que no sabe qué hacer. Pero aun así, le insto a perseverar y seguir adelante.

El tiempo es muy breve. Unos cuantos años de velar y orar, unos cuantos zarandeos del mar de este mundo, unos pocos fallecimientos y cambios más, unos pocos inviernos y veranos más, y todo habrá pasado. Habremos peleado nuestra última batalla y no tendremos que pelear ninguna otra.

La presencia y compañía de Cristo compensarán todo lo que sufrimos aquí. Cuando nos veamos como el Señor nos ve y miremos hacia atrás el peregrinaje que fue nuestra vida, nos preguntaremos por qué habremos sido tan débiles. Nos maravillaremos de haberle dado tanta importancia a nuestra cruz y tan poca a nuestra corona. Nos asombraremos de que cuando "calculábamos el costo" alguna vez, dudamos de qué lado de la balanza estaba la ganancia. Seamos valientes. No estamos lejos del hogar. Puede costar mucho ser un verdadero cristiano y un creyente consecuente, pero vale la pena.

lunes, 4 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

La importancia de la fe al "calcular el costo"

¿Cómo fue que Noé perseveró en construir el arca? Estaba solo en medio de un mundo de pecadores. Tuvo que soportar que lo menospreciaran, lo ridiculizaran y se burlaran de él. ¿Qué fue lo que mantuvo firme su brazo y lo hizo seguir trabajando con paciencia a pesar de todo eso? Fue la fe. Creía en la ira que vendría. Creía que no existía ninguna otra seguridad, excepto en el arca que estaba preparando. Le creyó a Dios y no les hizo caso a las opiniones del mundo. "Calculó el costo" por fe y no dudó que construir el arca era ganancia.

¿Cómo fue que Moisés renunció a los placeres de la casa de Faraón y se negó a ser llamado hijo de la hija de Faraón? ¿Cómo fue que prefirió compartir el destino de un pueblo despreciado como el hebreo y arriesgar todo en su mundo para realizar la gran obra de librar a los suyos de la esclavitud? Visto desde un punto de vista humano, estaba perdiendo todo sin ganar nada. ¿Qué fue lo que lo motivó? Fue la fe. Creía que había Uno muy superior a Faraón que le llevaría seguro a lo largo de su misión. Creía que "la recompensa de recibir un galardón" era mucho mejor que todos los honores de Egipto. "Calculó el costo" por fe, "como viendo al invisible" y estaba convencido de que renunciar a Egipto y marchar al desierto era ganancia.

¿Cómo fue que el fariseo Saulo pudo decidirse a ser cristiano? El costo y los sacrificios que significaba el cambio eran tremendos. Renunció a su futuro brillante entre su propio pueblo. En lugar de recibir el favor del hombre se hizo acreedor del odio del hombre, a la enemistad del hombre y a la persecución humana, aun hasta la muerte. ¿Qué fue lo que le dio las fuerzas para enfrentar todo eso? Fue la fe. Creía que Jesús, quien lo encontró en el camino a Damasco, podía darle cien veces más de lo que renunciaba en este mundo; creyó por fe que en el mundo venidero tendría vida eterna. Por fe, "calculó el costo" y vio claramente de qué lado se inclinaba la balanza. Creía firmemente que llevar la cruz de Cristo era ganancia.

Subrayemos bien estas cosas. La fe que llevó a Noé, a Moisés y a Pablo a hacer lo que hicieron es el gran secreto para llegar a una conclusión perfecta con respecto a nuestras almas. Esa misma fe tiene que ser nuestro ayudante y tesorero cuando nos sentamos para calcular el costo de ser un verdadero cristiano. Esa fe está a nuestra disposición, no tenemos más que pedirla. "Él da mayor gracia" (Stg. 4:6). Armados con esa fe, no agregaremos nada a la cruz ni restaremos nada a la corona. Todas nuestras conclusiones serán correctas. Nuestra suma total no tendrá ni un error.

domingo, 3 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(g) Cuente y compare, en último lugar, el número de los que se apartan del pecado y el mundo y sirven a Cristo, y el número de los que dejan a Cristo y vuelven al mundo. De los primeros encontrará miles y de los segundos ninguno. Cada año hay multitudes de personas que dejan el camino ancho y toman el angosto. Nadie que realmente toma el camino angosto se cansa de él y vuelve al camino ancho. A menudo se ven pisadas en el camino hacia abajo que dan media vuelta. Las pisadas en el camino al cielo siempre van hacia adelante. Está escrito: "El camino de los impíos es como la oscuridad... el camino de los transgresores es duro" (Pr. 4:19; 13:15). Pero también está escrito: "Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto" (Pr. 4:18).

Sumas como estas, sin duda, a menudo se hacen incorrectamente. Sé muy bien que muchos siempre están "vacilando entre dos opiniones". No pueden determinar si vale la pena servir a Cristo. Las pérdidas y las ganancias, las ventajas y desventajas, los sufrimientos y los gozos, las ayudas y los obstáculos les parecen tan similares que no se pueden decidir a favor de Dios. No pueden hacer correctamente esta gran suma. No pueden hacerla tan clara como debiera ser. No cuentan bien.

Pero, ¿en qué radican sus errores? En la falta de fe. Para llegar a una conclusión acertada acerca de sus almas necesitan tener algo de aquel poderoso principio que San Pablo describe en el capítulo 11 de su Epístola a los Hebreos. Intentaré mostrar cómo funciona este principio en la gran tarea de "calcular el costo".

sábado, 2 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(d) Cuente y compare la vida presente y la vida venidera, si quiere ser un cristiano santo y auténtico. No hay duda que el tiempo presente no es precisamente fácil. Es un tiempo de velar y orar, luchar y batallar, creer y trabajar. Pero dura sólo unos pocos años. El tiempo futuro será de descanso y refrigerio. El pecado será echado fuera. Satanás será amarrado. Y lo mejor de todo es que será de descanso eterno. Está escrito: "Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas" (2 Co. 4:17, 18).

(e) Cuente y compare los placeres del pecado y la felicidad de servir a Dios, si quiere ser un cristiano santo y auténtico. Los placeres que el hombre mundano obtiene por lo que hace, son vacíos, irreales e insatisfactorios. Son como el estrépito de los espinos en el fuego: Chisporroteos excitantes por unos minutos, que luego se apagan para siempre. La felicidad que Cristo da a su pueblo es algo sólido, duradero y sustancial. No depende de la salud ni de las circunstancias. Nunca abandona al hombre, ni siquiera en la muerte. Termina en una corona de gloria que no se desvanece. Está escrito: "Que la alegría de los malos es breve". "La risa del necio es como el estrépito de los espinos debajo de la olla" (Job 20:5; Ec. 7:6). Pero también está escrito: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo" (Jn. 14:27).

(f) Cuente y compare las aflicciones que incluye el verdadero cristianismo y las aflicciones que les esperan a los malos más allá del sepulcro. Admitamos por un momento que la lectura bíblica, la oración, el arrepentimiento, creer y vivir una vida santa requieren sacrificios y negarse a sí mismo. Esto no es nada comparado con la "ira que vendrá" reservada para el impenitente y el incrédulo. Un solo día en el infierno es peor que una vida entera llevando la cruz. "El gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga" (Is. 66:24; Mr. 9:44-48), son cosas que sobrepasan a lo que el hombre puede concebir o describir totalmente. Está escrito: "Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora este es consolado aquí, y tú atormentado" (Lc. 16:25).

viernes, 1 de noviembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

III. Cómo "calcular el costo" correctamente

Lo tercero y último que me propongo hacer es dar algunas pautas que pueden ayudar a "calcular el costo" correctamente. Por cierto que me lamentaría si no dijera algo de este aspecto de mi tema. No tengo ningún deseo de desalentar ni desanimar a nadie con respecto al servicio para Cristo. Es el deseo de mi corazón animar a todos a marchar adelante y tomar su cruz. "Calculemos el costo", todo el costo y calculemos con cuidado. Recordemos que si calculamos correctamente y entendemos todo lo que involucra, no habrá nada que nos asuste.

Existen algunas cosas que las personas siempre deben incluir al calcular lo que cuesta el verdadero cristianismo. Determine sincera y ecuánimemente lo que tendrá que dejar atrás y por lo que debe pasar para llegar a ser un discípulo de Cristo. No deje nada afuera. Anótelo todo. Pero luego, anote a su lado las siguientes sumas que le voy a dar. Hágalo, limpia y correctamente, y no tendrá que temer el resultado. 

(a) Cuente y compare, para empezar, las ganancias y las pérdidas, si quiere llegar a ser un cristiano santo y auténtico. Es posible que pierda algo en este mundo, pero ganará la salvación de su alma inmortal. Está escrito: "¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?" (Mr. 8:36).

(b) Cuente y compare, además, las alabanzas y las acusaciones, si quiere ser un cristiano santo y auténtico. Es muy posible que los hombres lo acusen, pero tendrá la alabanza de Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo. Las acusaciones vendrán de algunos hombres y mujeres falibles, ciegos y errados. Las alabanzas vendrán del Rey de reyes, y Juez de toda la tierra. Aquellos a quienes él bendice, son realmente bendecidos. Está escrito "Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos" (Mt. 5:11, 12).

(c) Cuente y compare también los amigos y enemigos, si quiere ser un cristiano santo y auténtico. Por un lado, tiene la enemistad del diablo y de los impíos. Por el otro, tiene el favor y la amistad del Señor Jesucristo. Sus enemigos, en el peor de los casos, sólo pueden herir su calcañar. Pueden enfurecerse e ir por mar y tierra para causar su ruina, pero no lo pueden destruir. Su Amigo puede salvar perpetuamente a los que vienen a Dios por medio de Cristo. Nadie jamás le quitará de sus manos a una de sus ovejas. Escrito está: "Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a este temed" (Lc. 12:4,5).

jueves, 31 de octubre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

Me atrevo a decir que sería bueno que se enseñara con más frecuencia de lo que se enseña, la obligación de "calcular el costo" de seguir a Cristo. Actuar con apuro e impaciencia es la orden del día para muchos que pretenden ser religiosos. Las conversiones instantáneas y una paz razonable inmediata parecen ser los únicos resultados que quieren obtener del evangelio. Comparados con estos, todo lo demás queda a la sombra. Obtenerlas es, aparentemente, el gran fin y objetivos de sus obras. Digo sin vacilar que este modo intrascendente y parcial de enseñar el cristianismo es extremadamente malicioso.

Nadie se equivoque sobre lo que digo. Apruebo totalmente que se ofrezca a los hombres una salvación en Cristo total, inmediata, presente y gratuita. Apruebo totalmente que se le insista al hombre sobre la posibilidad y el deber de una conversión inmediata y al instante. No cuestiono a nadie con respecto a esto. Pero lo que sí digo es que estas verdades no deben ser presentadas sin esencia, aisladas y como únicas. Tienen que presentarse diciendo sinceramente lo que están aceptando, si profesan el deseo de salir del mundo y servir a Cristo. Las personas no deben ser presionadas a sumarse a las filas de las huestes de Cristo sin haberles dicho lo que implica la guerra. En una palabra, se les debe decir sinceramente que "calculen el costo".

La práctica de "calcular el costo"

¿Se pregunta alguno cuál fue la práctica de Jesús en este asunto? Lea esta descripción de Lucas. Nos dice que en cierta ocasión: "Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo" (Lc. 14:25-27). Me es necesario decir directamente que no puedo reconciliar este pasaje con los procedimientos de muchos maestros religiosos modernos. Y esto, a pesar de que la doctrina referente a esta cuestión es clara como el sol en su cenit. Nos muestra que no debemos apurar a los hombres para que profesen ser discípulos, sin advertirles claramente que "calculen el costo".

¿Se pregunta alguno cuál ha sido la práctica de los mejores y más insignes predicadores del evangelio en el pasado? Me atrevo a decir que todos, a una, dan testimonio de la sabiduría con que el Señor trató con las multitudes a las cuales me acabo de referir. Lutero, Latimer, Baxter, Wesley, Whitefield, Berridge y Rowland Hill estaban profundamente conscientes de lo engañoso que es el corazón del hombre. Sabían perfectamente que no todo lo que brilla es oro, que convicción no es conversión, que emoción no es fe, que sentimiento no es gracia y que no todo lo que florece llega a ser fruto. "No seáis engañados", era el clamor constante de los predicadores de antaño. (Dt. 11:16; Lc. 21:8). "Considera bien lo que haces. No corras antes de que seas llamado. Calcula el costo".

Si queremos hacer las cosas bien, nunca nos avergoncemos de seguir los pasos de nuestro Señor Jesucristo. Trabajemos intensamente en pro de las almas de otros, si queremos y si tenemos la oportunidad. Instémosles a considerar sus caminos. Constriñámosles con santa intensidad a venir, a dejar sus armas y a entregarse a Dios (Mt. 11:12). Ofrezcámosles salvación, una salvación inmediata, lista, gratuita y plena. Mostrémosles a Cristo y todos los beneficios que tendrán cuando lo acepten. Pero en todo lo que hagamos, digamos la verdad y toda la verdad. No nos rebajemos a usar los ardides vulgares de un sargento recluta. No hablemos sólo del uniforme, la paga y la gloria; hablemos también de los enemigos, la batalla, la armadura, la necesidad de velar, las marchas y las prácticas. No presentemos sólo un lado del cristianismo. No dejemos de hablar de "la cruz", en la que murió Cristo por nuestra redención. Incluyamos la importancia de negarse a sí mismo; cuando hablemos de la cruz expliquemos todo lo que implica el cristianismo. Instemos a los hombres a que se arrepientan y acudan a Cristo; pidámosles, a la vez, que "calculen el costo".

miércoles, 30 de octubre de 2024

Cómo la Reforma protestante recuperó la doctrina del Espíritu Santo - Sugel Michelén • Seminario Bíblico William Carey

«La predicación de la Palabra es el instrumento designado por Dios para que el Espíritu Santo lleve a cabo Su obra de salvación»

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

NOTA DEL AUTOR:

¹ Lamentaría mucho si el lenguaje que acabo de usar acerca de los avivamientos se malentendiera. Para prevenirlo presentaré algunos comentarios para aclarar lo que quiero decir.

Nadie puede estar más profundamente agradecido que yo por los avivamientos auténticos en la fe cristiana. Dondequiera que sucedan y por los medios que sean les deseo de todo corazón que Dios los bendiga. "Si Cristo es predicado", me regocijo, cualesquiera que sean los predicadores. Si las almas son salvadas, me regocijo, cualquiera que sea la denominación de la iglesia donde se presenta la Palabra de vida.

Pero es una triste realidad que en un mundo como este, no se puede tener lo bueno sin lo malo. No vacilo en decir que una de las consecuencias del movimiento de avivamiento ha sido la aparición de un sistema teológico que me siento obligado a llamar defectuoso y malicioso, en extremo.

La característica principal del sistema teológico al que me refiero, es esta: Una exageración extravagante y desproporcionada de tres puntos de la religión, a saber: La conversión instantánea, la invitación a pecadores inconversos a venir a Cristo y la posesión de un gozo y paz interior como prueba de la conversión. Repito que estos tres grandes puntos (pues grandes son), incesantemente alcanzan algún público, exclusivamente en algunos sectores, donde causa grandes perjuicios.

La conversión instantánea, sin duda, debe ser algo para insistirle a la gente. Pero las personas no deben ser llevadas a suponer que no hay otra manera de convertirse y que, a menos que Dios las convierta súbita y poderosamente, no están convertidas.

El deber de venir inmediatamente a Cristo, "tal como somos", es algo que hay que insistirles a todos los oyentes. Es la piedra fundamental de la predicación del evangelio. Pero, de hecho, no se les debe decir que se arrepientan, al igual que crean. Hay que decirles por qué deben venir a Cristo, para qué venir y de dónde surge su necesidad de hacerlo.

La proximidad de paz y consuelo en Cristo debe ser proclamada a los hombres. Pero, de hecho, se les debe enseñar también que tener grandes manifestaciones de gozo y entusiasmo exagerado no es esencial en la justificación y que puede haber fe y paz auténtica sin sentimientos tan eufóricos. El gozo solo, no es evidencia segura de la gracia.

Los defectos del sistema teológico que tengo en mente son estos: (1) La obra del Espíritu Santo en la conversión de pecadores se confina demasiado a un solo método. No todos los conversos verdaderos se convierten instantáneamente como Saulo y el carcelero de Filipos. (2) No se instruye suficientemente a los pecadores acerca de la santidad de la ley de Dios, la profundidad de sus pecados y la verdadera culpabilidad del pecado. Estar diciéndole incesantemente al pecador que "venga a Cristo" es de poco provecho, a menos que se le diga por qué necesita venir y se le muestren claramente sus pecados. (3) No se explica suficientemente qué es la fe. En algunos casos se les enseña que fe es solo sentir. A otros se les enseña que si creen que Cristo murió por los pecadores tienen fe. ¡Decir eso es decir que también los demonios son creyentes! (4) Poseer gozo y seguridad interior es predicado como esencial. No obstante, la seguridad no es la esencia de una fe salvadora. Puede haber fe cuando no hay seguridad. Insistir que todos los creyentes se "regocijen" en cuanto creen, es sumamente peligroso. Estoy seguro de que algunos se regocijarán in creer, mientras que otros que creen no podrán regocijarse inmediatamente. (5) Por último, pero no por eso menos importante, demasiadas veces se pasa por alto la soberanía de Dios en salvar a pecadores y la absoluta necesidad de una gracia ordenada de antemano. Muchos hablan como si las conversiones se pudieran fabricar cuando el hombre quiere y como si no hubiera una prueba como esta: "Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia" (Ro. 9:16).

Estoy convencido de que es muy grande el daño que hace este sistema teológico al cual me refiero. Por una parte, a muchos cristianos humildes se les presiona tanto que los acobardan. Creen que no son objeto de gracia porque no pueden alcanzar los niveles y sentimientos superiores que tanto se les insiste que alcancen. Por otro lado, muchas personas, que no son objeto de la gracia, porque les hacen pensar equivocadamente que están "convertidos" y por la presión de una emoción carnal y sentimientos temporales, son conducidos a profesarse cristianos. Y, mientras tanto, los insensatos e impíos observan con desprecio y encuentran nuevas razones para hacerle caso omiso a la fe evangélica.

Los antídotos para este estado de cosas son simples y pocos. (1) "Sean enseñados todos los consejos de Dios". Esa es la proporción bíblica: No dejando que dos otres doctrinas preciosas del evangelio le hagan sombra a todas las demás verdades. (2) El arrepentimiento sea enseñado en su totalidad, al igual que la fe, y no confiar en los antecedentes. El Señor Jesucristo y San Pablo siempre enseñaban ambos. (3) Sea enunciada y admitida la variedad de las obras del Espíritu Santo y, aunque se les recalque a los hombres la conversión instantánea, que no se enseñe como una necesidad. (4) Sean advertidos claramente los que profesan haber encontrado una paz incuestionable, que se pongan a prueba y que recuerden que sentimiento no es fe. El Señor Jesús dijo: "Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos". Esa es la gran prueba de la fe auténtica (Jn. 8:31). (5) Sea el gran deber de "calcular el costo", algo que les insista constantemente a los que se disponen a hacer una profesión de fe y que se les diga, sincera y claramente, que hay guerra, al igual que paz, una cruz, al igual que una corona en la obra del Señor.

Estoy seguro de que lo que más hay que temer en la religión es esa emoción malsana porque, a menudo, termina en una reacción fatal que arruina el alma y resulta en una absoluta falta de vida. Y cuando las multitudes caen súbitamente bajo el poder de sensaciones religiosas, es casi seguro que a esto le sigue una excitación malsana.

No tengo mucha confianza en la validez de conversiones que suceden en masa y al por mayor. No me parece que esté en armonía con los tratos generales de Dios en esta dispensación. Me parece que el plan común de Dios es llamar a los individuos uno por uno. Por eso, cuando escucho que se han convertido gran número de personas, súbitamente y todos de una vez, lo tomo con menos esperanza que algunos. Los éxitos más sanos y más permanentes en los campos misioneros no han sido aquellos en que los naturales del lugar se "hacen cristianos" en masa. La obra más satisfactoria y firme aquí no siempre me parece ser la obra realizada en "campañas de evangelización".

Hay dos pasajes en las Escrituras que me gustaría ver que los que predican el evangelio y, especialmente los que tienen algo que ver con reuniones de evangelización, explicaran con frecuencia y exhaustivamente. Uno es el pasaje de la parábola del sembrador. Esa parábola no aparece tres veces sin buena razón y significado profundo. El otro pasaje es la enseñanza de nuestro Señor acerca de "calcular el costo" y las palabras que dijo a las "grandes multitudes" cuando lo seguían. Él veía lo que ellos necesitaban. Les dijo que estuvieran quietos y "calcularan el costo" (Lc. 14:25, etc.). No estoy seguro de que algunos predicadores modernos hayan tomado este curso de acción.

martes, 29 de octubre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

Por no "calcular el costo", los que escuchan a poderosos predicadores evangélicos, a menudo sufren un final desventurado. Se conmueven y emocionan tanto que profesan lo que realmente no experimentan. Reciben la Palabra "gozosos" con tanta extravagancia que casi asustan a los viejos cristianos. Trabajan por un tiempo con tanta consagración y fervor que parece que van a sobrepasar a los demás. Hablan y trabajan con objetivos espirituales con tanto entusiasmo que hasta pueden avergonzar a los cristianos que ya tienen más tiempo en la iglesia. Pero cuando la novedad y la frescura de sus sentimientos han pasado, cambian totalmente. Dan prueba de haber sido terreno pedregoso. Son exactamente lo que describe el gran Maestro en la Parábola del Sembrador. "Al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza" (Mt. 13:21). Poco a poco su efímera consagración se esfuma y su amor se enfría. Tarde o temprano los asientos que ocupaban en los cultos están vacíos y, ni siquiera, son mencionados entre los cristianos. ¿Por qué? Porque nunca "calcularon el costo".

Por no "calcular el costo", centenares de personas que han hecho profesión de fe como fruto de "avivamientos religiosos", vuelven al mundo después de un tiempo y hacen quedar mal a la fe cristiana. Comienzan con una noción lamentablemente equivocada de lo que es el verdadero cristianismo. Se imaginan que no consiste de otra cosa más que levantar la mano cuando el predicador hace la invitación a "venir a Cristo" y sentir profundamente gozo y paz interior. Y entonces, después de un tiempo, cuando se enteran de que existe una cruz que hay que cargar, que nuestros corazones son engañosos y que hay un diablo ocupado siempre cerca de nosotros, se enfrían disgustados y vuelven a sus pecados de antes. ¿Y por qué? Porque nunca supieron realmente de qué se trataba el verdadero cristianismo. Nunca aprendieron que tenemos que "calcular el costo"¹.

Por no "calcular el costo", los hijos de padres cristianos, a menudo terminan mal y avergüenzan al cristianismo. Familiarizados desde sus primeros años con la forma y la teoría del evangelio, enseñados desde la infancia a decir de memoria los textos principales, acostumbrados a recibir enseñanzas acerca del evangelio o a enseñar a otros en la Escuela Dominical, se crían profesando una religión sin saber por qué y sin haber pensado seriamente en ella. Y entonces, cuando la realidad de la vida adulta empieza a presionarlos, a menudo sorprenden a todos cuando abandonan toda su fe evangélica y se pierden en el mundo. ¿Y por qué? Nunca comprendieron totalmente los sacrificios que implica ser cristiano. Nunca les enseñaron a "calcular el costo".

Estas son verdades serias y dolorosas. Pero al fin de cuentas, son verdad. Todas ayudan a mostrar la importancia inmensa del tema que estoy considerando. Todas destacan la necesidad absoluta de insistir sobre este tema a todos los que anhelan santidad y de exclamar en todas las iglesias: "¡Calculen el costo!"

lunes, 28 de octubre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 Los que necesitan ser exhortados a "calcular el costo"

Pero existe una clase de personas en especial, a la que quiero hablar sobre esta parte de mi tema. Es una clase numerosa, que va en aumento y que en estos días está en inminente peligro. Diré algunas palabras para tratar de describirla. Merece nuestra cuidadosa atención.

Las personas a las que me refiero no son indiferentes a la religión: Piensan mucho en ella. No son ignorantes en cuanto a la religión, la conocen bastante bien. Pero su gran defecto es que no están "arraigados y afirmados" en su fe. Sucede con demasiada frecuencia que han adquirido su conocimiento de segunda mano, ya sea de sus familiares o porque les enseñaron religión, pero nunca se han ocupado de su propia experiencia interior. Sucede con demasiada frecuencia que han hecho una profesión de fe presionados por las circunstancias, por la emoción de sus sentimientos, por un entusiasmo animal o por un deseo fortuito de hacer lo mismo que hacen los demás, sin que hay una obra fehaciente de la gracia en sus corazones. Las personas así se encuentran en una posición inmensamente peligrosa. Son precisamente ellas, si es que valen de algo los ejemplos bíblicos, las que necesitan la exhortación a "calcular el costo".

Por no "calcular el costo", incontables hijos de Israel murieron miserablemente en el desierto entre Egipto y Canaán. Dejaron Egipto llenos de entusiasmo y fervor, como si nada pudiera detenerlos. Sin embargo, cuando encontraron peligros y dificultades en el camino, su aparente valentía pronto desapareció. Nunca se detuvieron a pensar en las dificultades. Pensaron que llegarían a la tierra prometida en unos pocos días. Pero cuando los enemigos, las privaciones, el hambre y la sed empezaron a probarlos, murmuraron contra Moisés, contra Dios y hubieran preferido volver a Egipto. En una palabra, no habían "calculado el costo" por lo que perdieron todo y murieron en sus pecados.

Por no "calcular el costo", muchos de los oyentes de nuestro Señor Jesucristo después de un tiempo se apartaron y "ya no andaban con él" (Jn. 6:66). Cuando al principio veían sus milagros y escuchaban su predicación, pensaban que "el reino de Dios aparecería inmediatamente". Se sumaron a sus apóstoles y lo siguieron sin pensar en las consecuencias. Pero cuando descubrieron que había doctrinas difíciles que creer, trabajo difícil que hacer y persecuciones que sufrir, su aparente fe desapareció inmediatamente y quedó en la nada. En una palabra, no habían "calculado el costo" y, consecuentemente, "naufragaron en cuanto a la fe algunos" (1 Ti. 1:19).

Por no "calcular el costo", el Rey Herodes volvió a sus antiguos pecados y destruyó su alma. Le gustaba oír predicar a Juan el Bautista. Lo "observaba" y honraba como un hombre justo y santo. Hasta hacía "muchas cosas" que eran correctas y buenas. Pero cuando se vio obligado a enfrentar el hecho de tener que renunciar a su querida Herodías, apostató de la fe. No había contado con esto. No había "calculado el costo" (Mr. 6:20).

Por no "calcular el costo", Demas dejó a Pablo, dejó el evangelio, dejó a Cristo y renunció al cielo. Por mucho tiempo viajó con el gran apóstol de los gentiles y, de hecho, fue su "colaborador". Pero cuando descubrió que no podía ser amigo de este mundo y al mismo tiempo ser amigo de Dios, renunció a su cristianismo y se dio al mundo. "Demas me ha desamparado", dijo Pablo "amando este mundo" (2 Ti. 4:10). Obviamente, no había "calculado el costo".

domingo, 27 de octubre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

II. La importancia de "calcular el costo"

Quiero ahora, en segundo lugar, explicar por qué "calcular el costo" es de tanta importancia para el alma del hombre. Podría fácilmente resolver esta cuestión enunciando el principio de que ningún deber ordenado por Cristo puede alguna vez ser descuidado sin sufrir algún daño. Podría mostrar cuántos cierran los ojos durante toda la vida a la naturaleza de la fe que salva y se niegan a considerar lo que realmente cuesta ser cristiano. Podría describir esas escenas en las que, al final, cuando ya se les está escapando la vida, despiertan y hacen unos pocos esfuerzos espasmódicos por volver a Dios. Podría decir cuántos, para su sorpresa, descubren que el arrepentimiento y la conversión no son asuntos tan fáciles como suponían, y que cuesta "una gran suma" ser un verdadero cristiano. ¡Descubren que el hábito del orgullo, la indulgencia pecaminosa, el amor por lo que resulta fácil y la mundanalidad no son tan fáciles de abandonar como habían imaginado! ¡Y entonces, después de un esfuerzo débil, se dan por vencidos y parten del mundo sin esperanza, sin la gracia y sin ser aptos para encontrarse con Dios! Viven engañados toda la vida pensando que la fe cristiana sería algo fácil cuando se decidieran a tomarla en serio. Pero se les abren los ojos demasiado tarde y descubren, por primera vez, que están arruinados porque nunca "calcularon el costo".

Los que necesitan ser exhortados a "calcular el costo"

Pero existe una clase de personas en especial, a la que quiero hablar sobre esta parte de mi tema. Es una clase numerosa, que va en aumento y que en estos días está en inminente peligro. Diré algunas palabras para tratar de describirla. Merece nuestra cuidadosa atención.

Las personas a las que me refiero no son indiferentes a la religión: Piensan mucho en ella. No son ignorantes en cuanto a la religión, la conocen bastante bien. Pero su gran defecto es que no están "arraigados y afirmados" en su fe. Sucede con demasiada frecuencia que han adquirido su conocimiento de segunda mano, ya sea de sus familiares o porque les enseñaron religión, pero nunca se han ocupado de su propia experiencia interior. Sucede con demasiada frecuencia que han hecho una profesión de fe presionados por las circunstancias, por la emoción de sus sentimientos, por un entusiasmo animal o por un deseo fortuito de hacer lo mismo que hacen los demás, sin que hay una obra fehaciente de la gracia en sus corazones. Las personas así se encuentran en una posición inmensamente peligrosa. Son precisamente ellas, si es que valen de algo los ejemplos bíblicos, las que necesitan la exhortación a "calcular el costo".

Por no "calcular el costo", incontables hijos de Israel murieron miserablemente en el desierto entre Egipto y Canaán. Dejaron Egipto llenos de entusiasmo y fervor, como si nada pudiera detenerlos. Sin embargo, cuando encontraron peligros y dificultades en el camino, su aparente valentía pronto desapareció. Nunca se detuvieron a pensar en las dificultades. Pensaron que llegarían a la tierra prometida en unos pocos días. Pero cuando los enemigos, las privaciones, el hambre y la sed empezaron a probarlos, murmuraron contra Moisés, contra Dios y hubieran preferido volver a Egipto. En una palabra, no habían "calculado el costo" por lo que perdieron todo y murieron en sus pecados.

Por no "calcular el costo", muchos de los oyentes de nuestro Señor Jesucristo después de un tiempo se apartaron y "ya no andaban con él" (Jn. 6:66). Cuando al principio veían sus milagros y escuchaban su predicación, pensaban que "el reino de Dios aparecería inmediatamente". Se sumaron a sus apóstoles y lo siguieron sin pensar en las consecuencias. Pero cuando descubrieron que había doctrinas difíciles que creer, trabajo difícil que hacer y persecuciones que sufrir, su aparente fe desapareció inmediatamente y quedó en la nada. En una palabra, no habían "calculado el costo" y, consecuentemente, "naufragaron en cuanto a la fe algunos" (1 Ti. 1:19).