15. "¿Me amas?"
Cristo dirigió al apóstol Pedro la pregunta que encabeza este capítulo. No existe una más importante. Han pasado más de diecinueve siglos desde que Jesús dijo estas palabras. Pero hasta la fecha la pregunta sigue siendo muy inquietante y provechosa.
La disposición de amar a alguien es uno de los sentimientos más comunes que Dios ha implantado en la naturaleza humana. Lamentablemente y con demasiada frecuencia, la gente consagra su amor a objetos que no lo merecen. Quiero ahora reclamar un lugar para él, el único que es digno de todos los mejores sentimientos de nuestro corazón. Quiero que todos le den parte de su amor a la Persona Divina que nos amó y se dio por nosotros. Entre todo lo que aman, les pido que no se olviden de amar a Cristo.
Quiero que cada uno de mis lectores enfoque su atención en este tema tan portentoso. Este no es un tema sólo para los exaltados y fanáticos. Merece la consideración de cada creyente que cree la Biblia. Nuestra salvación misma depende de ello. La vida o la muerte, el cielo o el infierno dependen de nuestra aptitud de contestar una sencilla pregunta: "¿Ama usted a Cristo?"
Quiero destacar dos puntos al iniciar este tema.
I. El cristiano auténtico ama a Cristo
En primer lugar, quiero mostrarle el sentimiento singular hacia Cristo del cristiano auténtico: Lo ama.
Cristiano auténtico no es simplemente una mujer o un hombre bautizado. Es más. No es la persona que asiste, por costumbre, a la iglesia los domingos y vive el resto de la semana como si Dios no existiera. Costumbre no es cristianismo, adoración solamente de labios no es cristianismo. Las Escrituras lo afirman expresamente: "No todos los que descienden de Israel son israelitas" (Ro. 9:6). La lección práctica de esas palabras es clara y sencilla. No todo el que es miembro de la iglesia visible de Cristo es, necesariamente, un cristiano auténtico.
Cristiano auténtico es aquel cuya fe en Cristo es de corazón y es su vida. La siente en su corazón. Es vista por los demás en su conducta y su vida. Siente que es pecaminoso, culpable e indigno. Y se arrepiente. Considera a Jesucristo un Salvador divino que su alma necesita y se entrega a él. Se despoja del viejo hombre con sus hábitos corruptos y carnales y se viste del nuevo hombre. Vive una vida nueva y santa, luchando habitualmente contra el mundo, la carne y el diablo. Cristo mismo es la piedra angular de su fe en Cristo. Pregúntele en qué confía para perdón de sus muchos pecados y le dirá que en la muerte de Cristo. Pregúntele en qué justicia espera ser declarado inocente el Día del Juicio y le dirá que en la justicia de Cristo. Pregúntele siguiendo qué ejemplo trata de vivir su vida y le dirá que siguiendo el ejemplo de Cristo.
Además de todo esto, hay una característica más que es singular del cristiano auténtico. Esa característica es que ama a Cristo. Conocimiento, fe, esperanza, reverencia y obediencia son todas características que distinguen al cristiano auténtico. Pero la descripción de él es imperfecta si omitimos su "amor" por su divino Maestro. No sólo conoce, confía y obedece. Va más allá: Ama.
Esta característica singular del cristiano auténtico se menciona varias veces en la Biblia. "Fe en el Señor Jesucristo", es una expresión con la cual muchos cristianos están familiarizados. Nunca olvidemos que el amor es mencionado por el Espíritu Santo en términos casi tan fuertes como la fe. Grande es el peligro del que "no cree"; pero el peligro del que "no ama" es igualmente grande. No creer y no amar son pasos hacia la perdición eterna.
Vea lo que les dice Pablo a los corintios: "El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene" (1Co. 16:22). Pablo no ofrece ninguna vía de escape al que no ama a Cristo. No le deja ninguna excusa o escapatoria. Uno puede carecer de conocimiento intelectual y, no obstante, ser salvo. Puede caer tremendamente, como David y, no obstante, volver a levantarse. Pero si no ama a Cristo, no anda en el camino de la vida. Sigue siendo objeto de maldición. Anda en el camino ancho que lleva a la perdición.
Vea lo que Pablo le dice a los efesios: "La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable" (Ef. 6:24). Aquí Pablo está enviando sus saludos y declarando su simpatía por todos los cristianos auténticos. A muchos de ellos, indudablemente, nunca los había visto. Muchos en la iglesia primitiva eran débiles en la fe, en conocimiento y fallaban en negarse a sí mismos. ¿Cómo, entonces, podía describirlos al enviarles su mensaje? ¿Qué palabras podía usar para no desanimar a los hermanos débiles? Pablo escoge una expresión genérica que describe con exactitud a todos los cristinos auténticos. No todos habían alcanzado la misma madurez ni en la doctrina ni en la práctica. Pero todos amaban a Cristo con sinceridad.
Vea lo que nuestro Jesucristo mismo le dice a los judíos: "Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais" (Jn. 8:42). Vio a sus errados enemigos satisfechos con su condición espiritual por el hecho de ser todos descendientes de Abraham. Los vio, como sucede con muchos cristianos ignorantes de nuestra época, que se creen hijos de Dios nada más por haber sido circuncidados y pertenecer a la iglesia judía. Se establece el amplio principio de que nadie es hijo de Dios si no ama al Hijo unigénito de Dios. Nadie que no ama a Cristo tiene el derecho de llamar "Padre" a Dios. Bueno sería si muchos cristianos recordaran que este principio portentoso se aplica a ellos tal cojo se aplica a los judíos. ¡Sin amor a Cristo nadie se puede llamar hijo de Dios!