Versículo para hoy:

miércoles, 25 de septiembre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(b) Tenemos que ser santos porque es la única gran finalidad y propósito por el cual Cristo vino al mundo. Pablo escribe a los corintios: "Por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos" (2 Co. 5:15). Y a los efesios: "Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado" (Ef. 5:25, 26). Y a Tito: "Se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras" (Tito 2:14). En suma, decir que los hombres son salvados de la culpa de pecado, sin ser salvos del dominio de éste en sus corazones, es contradecir el testimonio de todas las Escrituras. ¿Dice la Biblia que los creyentes son escogidos? Es por medio de "la santificación del Espíritu". ¿Son predestinados? Es "para que sean santos". ¿Son llamados? Es con un "llamamiento santo". Jesús es un Salvador completo. No es meramente para quitar la culpa del pecado del creyente; va aún más allá, quita su poder (1 P. 1:2; Ro. 8:29; Ef. 1:4; He. 12:10).

(c) Tenemos que ser santos porque es la única evidencia fehaciente de que contamos con una fe salvadora en nuestro Señor Jesucristo. El Artículo 12 de la Iglesia Anglicana dice apropiadamente que: "Aunque las buenas obras no pueden quitarnos los pecados ni cargar con la severidad del juicio de Dios, son agradables y aceptables a Dios en Cristo, y surgen por la necesidad de una fe verdadera y viva; porque por ellas se hace evidente una fe viva tal como el árbol se conoce por sus frutos". Santiago nos advierte que la fe muerta existe: Es una fe que no va más allá de profesarse con la boca y no tiene influencia alguna sobre el carácter del hombre (Stg. 2:17). La verdadera fe salvadora es distinta. La verdadera fe siempre se verá en sus frutos: Santificará, obrará por amor, vencerá al mundo y purificará el corazón. Sé que a la gente le gusta hablar de evidencias en su lecho de muerte. Confían en palabras dichas en horas de temor, dolor y debilidad, consolándose con ellas por los amigos que pierden. Pero me temo que no se puede confiar en el noventa y nueve por ciento de tales supuestas evidencias. Sospecho  que, salvo raras excepciones, los seres humanos como han vivido, así mueren. La única evidencia segura de que somos uno con Cristo y que Cristo está en nosotros, es la vida santa. Los que viven para el Señor, generalmente, son los únicos que mueren en el Señor. Si queremos morir la muerte del justo, no confiemos sólo en anhelos indolentes; procuremos vivir la vida del Maestro. Traill dice bien: "El estado del hombre no es nada  y su fe es precaria si su esperanza de gloria no purifica su corazón y su vida".

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