Examinemos la historia de la Reforma Protestante. Estudiemos la vida de sus principales campeones: Wycliffe, Huss, Lutero, Ridley, Latimer y Hooper. Notemos cómo estos soldados valientes de Cristo se mantuvieron firmes contra un ejército de adversarios y estuvieron prontos para morir por sus principios. ¡Qué batallas libraron! ¡Cuántas controversias enfrentaron! ¡Cuántas contradicciones soportaron! ¡Qué tenacidad tuvieron contra un mundo en armas! Y luego, recordemos que creer en un Jesús invisible fue el secreto de su fortaleza. Vencieron por fe.
Consideremos a los hombres que dejaron las marcas más grandes en los avivamientos del siglo XVIII en Inglaterra y Noerteamérica. Observemos de qué modo hombres como Wesley, Whitefield, Venn y Romaine, lucharon solos en su época y generación, y avivaron la fe cristiana auténtica, a pesar de la oposición de hombres con posiciones elevadas y frente a calumnias, burlas y persecuciones de nueve de cada diez que profesaban ser cristianos en nuestro país. Observemos cómo hombres como William Wilberforce y Havelock y Hedley Vicars han testificado de Cristo en situaciones extremadamente difíciles y mantenido en alto el estandarte de Cristo en los regimientos y en la Cámara Baja. Notemos cómo estos testigos nobles no vacilaron y se mantuvieron firmes hasta el fin, ganándose el respeto, aun de sus peores adversarios. Por lo tanto, recordemos que creer en un Cristo invisible es la clave de la conducta de todos ellos. Por fe vivieron, anduvieron, se mantuvieron firmes y vencieron.
¿Quiere alguno vivir la vida del soldado cristiano? Entonces ore con fe. Es el don de Dios y un don que aquellos que lo piden nunca lo piden en vano. Hay que creer antes de pedirlo. Si los hombres no hacen nada religioso, es porque no creen. La fe es el primer paso hacia el cielo.
¿Quiere alguno pelear la batalla del soldado cristiano exitosa y prósperamente? Ore pidiendo un continuo aumento de fe. Permanezca en Cristo, acérquese más a Cristo y aférrese más a Cristo cada día de su vida. Ore cotidianamente como oraban sus discípulos: "Señor, auméntanos la fe" (Lc. 17:5). Vigile celosamente su fe, si es que la tiene. Éste es el baluarte del carácter cristiano de la cual depende la seguridad de toda la fortaleza. Es el punto que a Satanás le encanta asaltar. Todo queda a los pies del enemigo si no hay fe. En esto, si amamos la vida, tenemos que mantenernos en guardia de una manera especial.