Versículo para hoy:

sábado, 8 de marzo de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

Conoce la naturaleza humana

    No desconoce nuestras emociones. Conoce por experiencia todo lo que se relaciona con la naturaleza humana, exceptuando solamente el pecado.

    (a) ¿Es usted pobre y necesitado? Jesús también lo era. Las zorras tienen sus cuevas y las aves sus nidos, pero el Hijo del hombre no tuvo un lugar dónde reclinar su cabeza. Procedía de una ciudad despreciable. Los hombres decían: "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" (Jn. 1:46). Era visto como el hijo de un carpintero. Predicaba desde una barca prestada, hizo su entrada a Jerusalén montado en una asna prestada y fue sepultado en una tumba prestada.

    (b) ¿Está usted solo en el mundo y es abandonado por aquellos que se supone debieran amarlo? A Jesús le pasaba lo mismo. "A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron" (Jn 1:11). Vino con el fin de ser un Mesías para las ovejas perdidas de la casa de Israel, pero lo rechazaron. Los príncipes de este mundo no lo aceptaban. Los pocos que lo seguían eran publicanos y pescadores. Y aun estos últimos, lo abandonaron al final y fueron esparcidos cada uno a su propio lugar.

    (c) ¿Es usted incomprendido, sus palabras son tergiversadas, lo calumnian y persiguen? A Jesús le pasaba lo mismo. Lo llamaron glotón y bebedor de vino, amigo de publicanos, samaritano, loco y hasta se atrevieron a llamarlo demonio. Lo calumniaban. Le hacían acusaciones falsas. Le dictaron una sentencia injusta y, aunque era inocente, fue condenado como malhechor y como tal murió en la cruz.

    (d) ¿Lo tienta a usted Satanás y pone horribles sugerencias en su mente? Jesús fue tentado de la misma manera. Satanás lo incitó a que desconfiara de la providencia paternal de Dios. "Di que estas piedras se conviertan en pan". Le propuso que tentara a Dios exponiéndose a un peligro innecesario. "Échate abajo" desde el pináculo del templo. Le sugirió que podía hacer suyos los reinos del mundo por el pequeño acto de someterse a él. "Todo esto te daré, si postrado me adorares" (Mt. 4:1-10).

    (e) ¿Siente alguna vez gran agonía y algún conflicto en su mente? ¿Se siente en tinieblas como si Dios lo hubiera abandonado? Jesús se sintió de la misma manera. ¿Quién puede describir la medida real de sus sufrimientos mentales en Getsemaní? ¿Quién puede medir la profundidad del dolor de su alma cuando exclamó: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Mt. 27:46).

    Es imposible concebir un Salvador más adecuado a las necesidades del corazón del hombre que nuestro Señor Jesucristo; adecuado, no sólo por su poder, sino también por su compasión; adecuado, no sólo por su divinidad, sino también por su humanidad. Esfuércese, le ruego que grabe bien en su mente que Cristo, el refugio de las almas, es Hombre y Dios. Hónrelo como Rey de reyes y Señor de señores; pero mientras lo hace, no olvide nunca que tuvo un cuerpo y fue un Hombre. Aférrese a esta verdad y nunca la suelte. El unitario descontento se equivoca por mucho cuando dice que Cristo era Hombre únicamente y no Dios. Pero no permita que ese error le haga olvidar que mientras Cristo era plenamente Dios, era también completamente Hombre.

    No haga caso al argumento infundado del católico romano que afirma que la virgen María y los santos son más comprensivos que Cristo. Contéstele que ese argumento surge de ignorar las Escrituras y la verdadera naturaleza de Cristo. Contéstele que no ha aprendido lo suficiente de Cristo como para considerarlo más que un Juez austero y un Ser al cual temer. Contéstele que los cuatro Evangelios le han enseñado a considerarlo como el Amigo más cariñoso y comprensivo, al igual que el Salvador más poderoso y fuerte. Contéstele que usted no quiere ningún consuelo de los santos ni de los ángeles, ni de la virgen María ni de Gabriel, porque usted puede reposar su alma cansada en el Hombre Cristo Jesús.

viernes, 7 de marzo de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

II. El Señor Jesús es realmente un ser humano

    Aprendamos, en segundo lugar, que el Señor Jesús es real y verdaderamente un hombre, un ser humano.

    Esta breve anécdota contiene palabras que, como en muchos otros pasajes de este Evangelio, presentan esta verdad de una manera impresionante. Nos dice que cuando el viento comenzaba a echar las olas en la barca, Jesús estaba en la popa "durmiendo sobre un cabezal". Estaba cansado, y cuando leemos el cuarto capítulo de Marcos, entendemos el porqué de su fatiga. ¡De seguro que si el sueño de un obrero es dulce, mucho más dulce debe haber sido el sueño de nuestro bendito Señor!

    Fijemos en nuestra mente la gran verdad de que Jesucristo era realmente hombre. Era igual al Padre en todas las cosas y Dios eterno. Pero también era de carne y hueso, y fue hecho como nosotros en todas las cosas, con la excepción de que no pecó. Domo nosotros, nació de mujer. Como nosotros, creció y aumentó en estatura. Como nosotros, a menudo tenía hambre y sed, y se sentía débil y cansado. Como nosotros, comía y bebía, descansaba  dormía. Como nosotros, se ponía triste, lloraba y expresaba todos los demás sentimientos. Todo esto se antoja increíble, pero así es. ¡Aquel que hizo los cielos, andaba como un pobre y cansado ser humano! El que gobernaba sobre principados y potestades en lugares celestiales tomó sobre sí un cuerpo frágil como el nuestro. Aquel que podía haber morado eternamente en la gloria que compartía con el Padre, bajó a la tierra y vivió como hombre entre hombres pecadores. No hay duda de que este hecho en sí es un maravilloso milagro de condescendencia, gracia, compasión y amor.

    Encuentro gran consuelo al pensar que Jesús es perfectamente humano tal como es perfectamente Dios. Aquel en quien las Escrituras me aconsejan confiar, no es simplemente un Sumo Sacerdote, sino un Sumo Sacerdote revestido de emociones. No sólo es un Salvador poderoso, también es un Salvador comprensivo. No sólo es el único Hijo de Dios, poderoso para salvar, sino el Hijo del hombre, capaz de sentir.

    ¿Quién no sabe que la comprensión es uno de los sentimientos más dulces para nosotros en este mundo pecaminoso? Encontrar a una persona que se identifica con nuestros problemas y nos acompaña en nuestras ansiedades, alguien que puede llorar cuando lloramos y regocijarse cuando nos regocijamos es una de las experiencias más radiantes de nuestro tenebroso peregrinaje aquí en la tierra.

    La comprensión es mejor que el dinero, pero mucho más escasa. Muchos pueden dar, pero no saben lo que es sentir. La comprensión tiene el gran poder de atraernos y abrir nuestros corazones. Un consejo frío, a menudo nos hace callar, amilanarnos  retraernos en los días de angustia. Pero una comprensión auténtica en un día así, apela a nuestros mejores sentimientos, si es que los tenemos, y nos influencian de una manera como ninguna otra cosa puede hacerlo. Deme al amigo que, aunque pobre de oro y plata, siempre tiene un corazón comprensivo.

    Nuestro Dios sabe muy bien todo esto. Conoce los secretos más íntimos del corazón del hombre. Él conoce las formas en que ese corazón se aborda con mayor facilidad y las emociones que conmueven ese corazón más fácilmente. Determinó sabiamente que el Salvador de los Evangelios sintiera emociones, al igual que poder. Nos ha dado a Aquel que, no sólo tiene una mano fuerte para arrancarnos como brasas del fuego, sino también un corazón comprensivo en el cual los trabajados y cargados pueden encontrar descanso.

    Veo una enorme prueba de amor y sabiduría en la unión de las dos naturalezas en la persona de Cristo. Fue el amor maravilloso de nuestro Salvador lo que lo hizo condescender y pasar por la debilidad y la humillación por nuestro bien; por nosotros que somos tan rebeldes e inicuos. Fue su sabiduría maravillosa la que le hizo adaptarse para ser el mejor Amigo entre amigos. No sólo era capaz de salvar al hombre, sino que podía encontrarse con él en su propia condición. Presénteme a alguien que pueda realizar todas las cosas necesarias para redimir mi alma. Jesús puede hacerlo porque es el Hijo eterno de Dios. Quiero contar con alguien que pueda comprender mis debilidades y que trate con ternura a mi alma mientras estoy atado a un cuerpo de muerte. Jesús también puede hacer esto porque es el Hijo del hombre y fue de carne y hueso como nosotros. Si mi Salvador hubiera sido únicamente Dios, es posible que hubiera confiado en él, pero nunca me hubiera acercado a él sin temor. Si mi Salvador hubiera sido Hombre únicamente, lo hubiera amado, pero nunca hubiera estado seguro de que podía perdonar mis pecados. Pero, bendito sea Dios, mi Salvador es Dios, al igual que Hombre, y Hombre, al igual que Dios. Es Dios con poder para liberarme; también es Hombre y, por lo tanto, capaz de sentir lo que yo siento. La omnipotencia y la comprensión más profunda se unen en una persona gloriosa: Jesucristo, mi Señor. Es indudable que el creyente en Cristo tiene una fuerte consolación. Puede confiar seguro y no tener miedo.

    Si algún lector sabe lo que es ir al trono de gracia en busca de misericordia y perdón, nunca olvide que el Mediador por quien llega a Dios es el Hombre Cristo Jesús.

    Los asuntos que conciernen a su alma están en las manos del Sumo Sacerdote quien puede conmoverse ante sus debilidades. Usted no tiene que tratar con un ser tan sublime y glorioso cuya naturaleza hace imposible que su mente lo pueda comprender. Tiene que vérsela con Jesús, quien tenía un cuerpo como el suyo, y fue un Hombre sobre la tierra como lo es usted. Él conoce muy bien el mundo en el que usted está luchando porque vivió en él durante treinta y tres años. Conoce muy bien la "contradicción de pecadores" que con tanta frecuencia lo desanima, él mismo tuvo que soportarlo (He. 12:3). Conoce bien los engaños y las artimañas de su enemigo espiritual, el diablo, porque luchó con él en el desierto. Es indudable que con semejante abogado usted puede armarse de valor.

    Si sabe lo que es apelar al Señor Jesús para que le dé consuelo espiritual en las pruebas terrenales, recuerde bien los días cuando él estuvo en la carne, o sea, su naturaleza humana.

    Usted está apelando al que conoce sus sentimientos por experiencia y ha bebido profundamente de la copa amarga, porque fue "varón de dolores, experimentado en quebranto" (Is. 53:3). Jesús conoce el corazón del hombre, sus dolores físicos y sus dificultades porque él mismo fue hombre de carne y hueso sobre la tierra. Se sentó cansado junto al pozo en Sicar. Lloró sobre el sepulcro de su amigo Lázaro en Betania. Sudó gotas de sangre en Getsemaní. Gimió de angustia en el Calvario.

jueves, 6 de marzo de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

I. Seguir a Cristo no previene las aflicciones terrenales

    Aprendamos, en primer lugar, que seguir a Cristo no previene nuestras aflicciones y angustias terrenales.

    Aquí están los discípulos escogidos por el Señor Jesús sintiéndose muy angustiados. El Pastor dejó que se angustiara la manada pequeña que creyó en él cuando los sacerdotes, escribas y fariseos no lo hicieron. El miedo a la muerte irrumpe sobre ellos como un hombre armado. Parece muy posible que las aguas profundas aneguen sus almas. Pedro, Santiago y Juan, columnas de la Iglesia a punto de ser levantadas en el mundo, están muy afligidos.

    Quizá ellos no contaban con encontrarse en esta situación. Tal vez habían pensado que servir a Cristo los iba a proteger de las pruebas terrenales. Probablemente habían supuesto que Aquel que podía resucitar a los muertos, sanar a los enfermos, dar de comer a una multitud con unos pocos panecillos y ahuyentar a los demonios con una palabra, no dejaría que sus siervos sufrieran en la tierra. Puede ser que supusieron que siempre les concedería un peregrinaje tranquilo, buen clima, una trayectoria fácil y libertad de las pruebas y preocupaciones.

    Si eso pensaban los discípulos, se equivocaban por mucho. El Señor Jesús les enseñó que alguien puede ser uno de sus siervos escogidos y, no obstante, pasar por muchas ansiedades y soportar muchos dolores.

    Es provechoso comprender esto con claridad. Es provechoso comprender que servir a Cristo nunca eximió a nadie de los males que la carne hereda, ni tampoco eximirá de ellos a nadie. Si usted es creyente tiene que saber que mientras esté en el cuerpo tendrá su porción de enfermedades y dolores, de sufrimientos y lágrimas, de pérdidas y cruces, de muertes y pesares, de despedidas y separaciones y de disgustos y desencantos. Cristo nunca se comprometió a que usted llegue al cielo sin esto. Se encarga de que todo aquel que venga a él tendrá todas las cosas relacionadas con la vida y la santidad, pero nunca se responsabilizó de darle prosperidad, ni riqueza, ni buena salud ni de eximir a su familia de la muerte y la aflicción.

    Tengo el privilegio de ser uno de los embajadores de Cristo. En su nombre puedo ofrecer vida eterna a cualquier hombre, mujer o niño que esté dispuesto a aceptarla. En su nombre ofrezco perdón, paz, gracia y gloria a cualquier hijo o hija de Adán que lee estas líneas. Pero no me atrevería a ofrecer a nadie prosperidad en este mundo como parte del paquete del evangelio. No me atrevería a prometer mayores ingresos ni libertad del dolor. No me atrevería a ofrecerle al que toma su cruz y sigue a Cristo que, por seguirle, nunca tendrá que pasar por una tormenta.

    Sé que a muchos no les gustan estas condiciones. Preferirían tener a Cristo y buena salud, a Cristo y mucho dinero, a Cristo y ningún fallecimiento en su familia, a Cristo y ningún problema agotador, a Cristo y una mañana perpetua sin nubarrones. Pero no les gusta tener a Cristo y la cruz, a Cristo y las tribulaciones, a Cristo y los conflictos, a Cristo y los vientos huracanados, a Cristo y las tempestades.

    ¿Es este el pensamiento secreto de alguno que lee este escrito?  Créame que si lo es, está muy equivocado. Preste atención y procuraré mostrarle que tiene mucho que aprender.

    ¿Cómo podríamos saber quiénes son verdaderos cristianos, si seguir a Cristo fuera no tener ningún problema? ¿Cómo discerniríamos entre el trigo y la cizaña, si no fuera por el discernimiento que dan las pruebas? ¿Cómo sabríamos si los hombres sirven a Cristo por su bondad o por motivos egoístas, si servirle diera automáticamente salud y riquezas? Los vientos del invierno nos muestran cuáles árboles son siempre verdes y cuáles no. Las tempestades de aflicciones y preocupaciones son provechosas de esa misma manera. Muestran al hombre cuya fe es real y a aquel que sólo es de nombre.

    ¿Cómo podría marchar adelante la gran obra de santificación, si el hombre no tuviera pruebas? Las penas son, a menudo, el único fuego que puede quemar la escoria que se aferra a nuestros corazones. Las pruebas son la herramienta podadora que el gran Agricultor emplea a fin de que seamos fértiles en buenas obras. Los plantíos del campo del Señor, rara vez, maduran únicamente con sol; tienen que pasar por días de viento, lluvia y tormentas.

    Si usted anhela servir a Cristo y ser salvo, le ruego que lo acepte en sus propios términos. Decídase a cargar su porción de cruces y aflicciones, y entonces, n o lo tomarán de sorpresa. Por no comprender esto, muchos al parecer andan bien por un tiempo y luego se apartan disgustados y son echados fuera.

    Si usted profesa ser hijo de Dios, deje que el Señor Jesús lo santifique a su manera. Quédese tranquilo sabiendo que él nunca comete errores. Tenga por seguro que él hace bien todas las cosas. Puede que los ventarrones bramen a su alrededor y las aguas parezcan anegarle. Pero no tema, él lo guiará a usted como lo hizo con su pueblo: "Los dirigió por camino derecho para que viniesen a ciudad habitable" (Sal. 107:7).

miércoles, 5 de marzo de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

12. El Señor de las olas

"Se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron:
Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?" Marcos 4:37-40

    Qué bueno sería que los cristianos profesantes de la época moderna estudiaran los cuatro Evangelios más de lo que lo hacen. Sin duda que toda la Biblia es provechosa. No es sabio exaltar una parte de ella a expensas de las demás. Pero opino que sería bueno que algunos que están muy familiarizados con las epístolas supieran más acerca de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

    ¿Por qué digo esto? Quiero que los cristianos profesantes sepan más acerca de Jesús. Es bueno conocer todas las doctrinas y los principios del cristianismo. Pero es mucho mejor todavía conocer a Cristo mismo. Es bueno estar familiarizado con la fe, la gracia, la justificación y la santificación. Estos son asuntos "relacionados con el Rey". Pero es mucho mejor estar familiarizado con Jesús mismo, ver al Rey cara a cara y contemplar su hermosura. Este es el secreto de una santidad innegable. El que anhela conformarse a la imagen de Cristo y parecerse más a Cristo, tiene que estudiar constantemente a Cristo mismo.

    Los Evangelios fueron escritos precisamente para que conociéramos a Cristo. El Espíritu Santo nos ha contado cuatro veces la historia de su vida y su muerte, lo que dijo y lo que hizo. Cuatro manos diferentes e inspiradas nos han dibujado al Salvador. Sus métodos, sus costumbres, sus sentimientos, su sabiduría, su gracia, su paciencia, su amor y su poder son narrados por gracia, a través de la pluma de cuatro testigos diferentes. ¿Acaso no deben las ovejas estar familiarizadas con el Pastor? ¿No debe el paciente estar familiarizado con el Médico? ¿No debe la novia estar familiarizada con el Novio? ¿No debe el pecador estar familiarizado con el Salvador? No cabe duda que sí. Los Evangelios fueron escritos para familiarizar a todos con Cristo y es por eso que quisiera que todos estudiaran los Evangelios.

    ¿Sobre quién debemos edificar nuestras almas si queremos ser aceptados por Dios? Tenemos que ser edificados sobre la Roca, Cristo. ¿De quién hemos de obtener la gracia del Espíritu si vamos a dar fruto? Tenemos que nutrirnos de Cristo, la Vid. ¿A quién hemos de recurrir para ser consolados cuando nos fallan o perdemos a nuestros amigos terrenales? Tenemos que recurrir a Cristo, nuestro Hermano mayor. ¿A quién debemos elevar nuestras oraciones para ser oídos en lo Alto? Tienen que ser elevadas a Cristo, nuestro Abogado. ¿Con quién esperamos pasar los mil años de gloria y luego la eternidad? Con Cristo, el Rey de reyes. ¡No cabe la menor duda que nunca nos sería posible conocer a este Cristo demasiado bien! No cabe duda que no hay una palabra, ni una obra, ni un día, ni un paso, ni un pensamiento en el registro de su vida, que no nos deba ser preciado. Tenemos que esforzarnos por familiarizarnos con cada línea escrita a cerca de Jesús.

Acérquese y estudiemos una página en la historia de nuestro Maestro. Reflexionemos en lo que podemos aprender de los versículos de las Escrituras que encabezan este capítulo. Vemos allí a Jesús cruzando el mar de Galilea en una embarcación con sus discípulos. Vemos que mientras él duerme, de pronto se levanta una tormenta. Las olas embisten la barca y la llenan. La muerte parece inminente. Los asustados discípulos despiertan a su Maestro y claman a él. Él se levanta, reprende al viento y a las olas e, inmediatamente, reina la calma. Luego procede a reprobar el temor de sus compañeros por fata de fe y, después, todo ha pasado. Esta es la escena. Está repleta de profunda instrucción. Pues bien, examinemos ahora lo que tiene la intención de que aprendamos.

martes, 4 de marzo de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

V. La parte eterna del alma de cada ser humano está cerca de él

    Lo último que supone que debemos aprender de estos versículos es lo siguiente: La parte eterna del alma de cada ser humano está cerca de Cristo.

    "Hoy", le dice nuestro Señor al ladrón arrepentido, "hoy estarás conmigo en el paraíso". No menciona ningún periodo distante. No habla de entrar a un estado de felicidad como algo "lejano". Habla de hoy, "este día mismo que estás colgado en la cruz".

    ¡Qué cercano parece eso! ¡Qué extremadamente cerca nos traen esas palabras a nuestra morada eterna! Felicidad o sufrimiento, dolor o gozo, la presencia de Cristo o la compañía de los demonios, están todos cerca de nosotros. "Hay un paso", dice David, "entre mí y la muerte" (1 S. 20:3). Podemos decir que hay sólo un paso entre nosotros y el paraíso o el infierno.

    Ninguno de nosotros entiende esto lo bien que debiera. Ha llegado el momento de quitarnos las ideas sobre este tema que son producto de nuestra imaginación. Tenemos la tendencia de hablar y pensar, aun refiriéndonos a creyentes, como si la muerte fuera un largo viaje y como si el santo que ha muerto se ha embarcado en una larga travesía. ¡Esto es un error, un puro error! Su puerto seguro y su patria celestial están cerca y ya han entrado en él.

    Algunos sabemos, por amarga experiencia, qué largo se nos hace el tiempo entre la muerte de un ser querido y la hora cuando lo sepultamos fuera de nuestra vista. Esas horas son las más lentas, tristes y pesadas de nuestras vidas. Pero, bendito sea Dios, las almas de los santos que han partido están libres desde el instante mismo cuando dieron su último aliento. Mientras nosotros lloramos, se está preparando el ataúd, se tiene el velorio y se llevan a cabo los últimos arreglos, el espíritu de nuestro ser querido está disfrutando de la presencia de Cristo. Se encuentra libre para siempre de la carga de la carne. Está donde "los impíos dejan de perturbar, y allí descansan los de agotadas fuerzas" (Job 3:17).

    En el preciso momento en que el creyente muere, está en el paraíso. Su batalla ha acabado, sus luchas han terminado. Ha pasado por el valle sombrío que un día tendremos que pasar nosotros, ha cruzado el río tenebroso que un día tendremos que cruzar nosotros. Ha bebido la última copa amarga que el pecado le preparó, ha llegado al lugar donde ya no hay aflicciones y lamentos. ¡No debemos desear que regrese de donde está! No debemos llorar por él, sino por nosotros mismos.

    Nosotros todavía estamos batallando, en cambio él está en paz. Nosotros estamos trabajando, en cambio él está descansando. Nosotros estamos velando, en cambio él está descansando. Nosotros estamos vistiendo nuestra armadura espiritual, en cambio él se la ha quitado para siempre. Nosotros todavía estamos de viaje, en cambio él está en puerto seguro. Nosotros tenemos lágrimas, en cambio él tiene gozo. Nosotros somos extranjeros y peregrinos, en cambio él está en su hogar permanente. ¡No hay duda de que los muertos en Cristo están mejor que los vivos! ¡No hay duda de que desde el preciso instante en que el santo muerte, está inmediatamente en una posición mucho más elevada y más feliz que el más feliz sobre la faz de la tierra!5

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5 "Te damos gracias porque te ha placido librar a este, tu hermano, de los sufrimientos de este mundo pecador". -Burial Service (Servicio fúnebre) de la Iglesia Anglicana.

"Tengo buenas nuevas para dar. Un ser querido tuyo ha terminado su batalla, ha recibido respuesta a sus oraciones y sobre un gozo eterno descansa su sien. Mi esposa querida, el origen de mis mejores momentos terrenales durante veinte años, partió el martes". -Carta de Venn a Stillingfleet, anunciando el fallecimiento de su esposa.

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    Me temo que abundan fantasías sobre esta realidad. Me temo que muchos que no son católicos romanos y profesan no creer en el purgatorio, no obstante, tienen ideas extrañas sobre las consecuencias inmediatas de la muerte.

    Me temo también que muchas personas tienen una especie de noción indefinida de un intervalo o espacio de tiempo entre la muerte y su estado eterno. Se imaginan que estarán pasando por algún proceso purificador y que, aunque mueren ineptos para el cielo, ¡al final serán encontrados idóneos para él!

    Pero esto es totalmente equivocado. No sucede ningún cambio después de la muerte, no hay ninguna conversión en la tumba, no hay un nuevo corazón después del último suspiro. El mismo día en que partimos, lo hacemos para siempre, el día que partimos de este mundo, comenzamos una condición eterna. Desde ese día no hay ninguna alteración del alma, ningún cambio espiritual. Así como morimos, así recibiremos nuestra parte después de la muerte; "en el lugar que el árbol cayere, allí quedará" (Ec. 11:3).

    Si usted no es cristiano, esto debiera hacerlo pensar. ¿Sabe que está cerca del infierno? Puede morir este mismo día y, si no muere en Cristo, abrirá inmediatamente sus ojos en el infierno y en medio de tormentos.

    Si es usted un cristiano auténtico, está mucho más cerca del cielo de lo que cree. Si el Señor se lo llevara este mismo día, se encontraría en el paraíso. La tierra prometida está muy cerca de usted. Si cerrara sus ojos en medio de debilidad y dolor, se abrirían inmediatamente en medio de un descanso glorioso imposible de describir.

Conclusión

    Diré ahora unas pocas palabras a manera de conclusión.

    (a) Este escrito puede caer en las manos de un pecador humilde y contrito. ¿Es usted uno de ellos? Entonces aquí le tengo palabras de aliento. Tome nota de lo que hizo el ladrón arrepentido y haga usted lo mismo. Tome nota de cómo oró, cómo llamó a Jesucristo; tome nota de la respuesta de paz que obtuvo. Hermano o hermana, ¿por qué no hace usted lo mismo? ¿Por qué no habría de ser salvo usted también?

    (b) Este escrito puede caer en manos de un soberbio y presumido mundano. ¿Es usted uno de ellos? Entonces preste atención a mi advertencia. Tome nota de que el ladrón impenitente murió tal como había vivido y tenga cuidado de no llegar a un final igual. Oh, hermana o hermano errado, ¡no esté tan confiado, no sea que muera en sus pecados! Busque al Señor mientras puede ser hallado. Vuélvase al Señor, ¿por qué habría de morir sin él?

    (c) Este escrito puede caer en manos de un creyente que profesa a Cristo. ¿Es usted uno de ellos? Entonces tome la fe del ladrón arrepentido como criterio para medir su propia fe. Asegúrese de saber lo que es el verdadero arrepentimiento y la fe salvadora, la humildad auténtica y el amor ferviente. Hermano o hermana, no se satisfaga con la norma del mundo acerca del cristianismo. Piense como el ladrón arrepentido, eso es ser sabio.

    (d) Este escrito puede caer en manos de alguien que está llorando por creyentes que han partido. ¿Es usted uno de ellos? Entonces reciba consuelo de este pasaje. Note cómo sus seres queridos están en las mejores manos. No pueden estar mejor. Nunca estuvieron tan bien en su vida como lo están ahora. Están con Jesús, a quien sus almas amaban sobre la tierra. ¡Oh, ya basta de sus lamentos egoístas! Regocíjese porque están libres de aflicciones y han entrado en su descanso.

    (e) Y este escrito puede caer en las manos de algún siervo de Cristo entrado en años. ¿Es usted uno de ellos? Entonces vea por medio de estos versículos cuán cerca está de su patria celestial. Su salvación está más próxima que cuando recién creyó. Unos pocos días más de trabajo y aflicción, y el Rey de reyes mandará a buscarlo y, en un instante, su batalla habrá terminado y estará en completa paz.

domingo, 2 de marzo de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

IV. El creyente en Cristo está con el Señor cuando muere

    Además, la intención de estos versículos es que aprendamos que el creyente en Cristo está con el Señor cuando muere.

    Podemos llegar a esta conclusión por las palabras del Señor al ladrón arrepentido: "Hoy estarás conmigo en el paraíso". Y tenemos una expresión muy similar en la Epístola a los Filipenses, donde Pablo dice que su anhelo es "partir y estar con Cristo" (Fil. 1:23).

    Diré poco sobre este tema. Se lo presento sencillamente para sus propios momentos de meditación en privado. Para mí, está lleno de consuelo y paz.

    Después de la muerte, el creyente está "con Cristo". Eso contesta muchas preguntas difíciles que, de otra manera, intrigan la mente curiosa e intranquila del hombre. La morada de los santos fallecidos, sus alegrías, sus sentimientos y su felicidad reciben respuestas en una sencilla expresión: Están "con Cristo".

    No puedo entrar a explicar completamente el estado separado de los creyentes que han partido. Es un tema elevado y profundo, tanto que la mente del hombre no puede ni abarcarlo ni imaginarlo.

    Sé que su felicidad se queda corta comparada con lo que será cuando sus cuerpos se levanten de nuevo, en la resurrección en el último día, y Jesús regrese a la tierra. Pero sé también que disfrutan de un descanso bendito, un descanso de sus labores, un descanso de sus aflicciones, un descanso del dolor y un descanso del pecado. No puedo explicar estas cosas, pero estoy convencido de que serán mucho más felices de lo que jamás lo fueron en la tierra. Veo su felicidad en este mismo pasaje: "Están con Cristo" y cuando veo esto, he visto todo lo que necesito ver.

    Si las ovejas están con su Pastor, si los miembros están con la Cabeza y si los hijos de la familia de Cristo están con él, quien los amó y los sostuvo todo el trayecto de su peregrinaje en esta tierra, todo tiene que estar bien, todo tiene que estar perfecto.

    No puedo describir qué clase de lugar es el paraíso porque no puedo entender la condición de un alma separada del cuerpo, pero no pido una visión más resplandeciente del paraíso que esta: Que allí está Cristo4. Todo lo demás que podamos imaginarnos de lo que será ese estado entre la muerte y la resurrección no son nada en comparación con esto. Cómo está él allí y de qué manera lo está, no lo sé. Sólo ver a Cristo en el paraíso cuando mis ojos se cierren en la hora de la muerte, me basta. Bien dice el salmista: "En tu presencia hay plenitud de gozo" (Sal. 16:11). Fue cierto lo que dijo una niña a punto de morir cuando su madre trató de consolarla describiéndole cómo sería el paraíso. "Allí", le decía, "no habrá dolor ni enfermedades, allí verás a tus hermanitos y hermanitas que han ido antes que tú y siempre serás feliz". "¡Ah, madre!" fue la respuesta de la niña, "pero hay algo mejor que todo y es que allí estará Cristo".

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4 "No entremos en argumentos curiosos y sutiles acerca del lugar del paraíso. Estemos satisfechos con saber que los que están injertados en el cuerpo de Cristo por fe, son partícipes de la vida, y que allí disfrutarán después de la muerte un descanso bendito y gozoso hasta cuando la gloria perfecta de la vida celestial se manifieste plenamente en la venida de Cristo". Commentary on the Gospels (Comentario de los Evangelios) por Calvino.
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    Puede ser que usted no piense mucho acerca de su alma. Puede ser que usted sepa poco de Cristo como su Salvador y que nunca ha probado, por experiencia, que es precioso. Y a pesar de ello, quizá tiene la esperanza de ir al cielo cuando muera. Este es seguramente un pasaje que debiera hacerle pensar. El paraíso es un lugar donde está Cristo. ¿Sería entonces un lugar del que disfrutaría usted?

    Puede ser que sea creyente y, no obstante, tiembla ante el pensamiento del sepulcro. Parece frío y lóbrego. Siente que todo lo que tiene por delante es oscuro y sombrío. No tema, ¡anímese con este pasaje! Va camino al paraíso y allí estará con Cristo.

sábado, 1 de marzo de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 Evidencias al borde de la muerte

    Es triste oír lo que la gente habla, a veces, de lo que llaman evidencias en el lecho de muerte. Es muy penoso observar con qué poco se satisfacen algunas personas y qué fácilmente se pueden convencer a sí mismos de que sus amigos se han ido al cielo.

    Cuando su pariente ha muerto, comentan: "Dijo una oración tan hermosa un día, habló tan bien de que estaba arrepentido por sus viejas costumbres y su intención de vivir de una manera distinta en este mundo, o que le gustaba que alguien le leyera o que orara por él". Y como tienen esto para alegar, ¡parecen estar tranquilos teniendo la esperanza de que su ser querido fue salvo! Probablemente el nombre de Cristo nunca fue mencionado, tal vez tampoco se mencionó en ningún momento el camino de salvación. ¡Pero esto no les importa, si habló de algo aparentemente espiritual, con eso se contentan!

    Ahora bien, no es mi deseo lastimar a nadie que lee este escrito, pero tengo que hablar claramente sobre este tema.

    Quiero decir, de una vez por todas que, por regla general, no hay nada más insatisfactorio que las evidencias en el lecho de muerte. Se puede depender muy poco de los sentimientos que el hombre expresa cuando está enfermo y asustado. Con frecuencia, demasiada frecuencia, son el resultado del temor y no surgen de una convicción del corazón. Con frecuencia, demasiada frecuencia, son cosas dichas de memoria, habiéndolas escuchado de boca de pastores y de amigos preocupados, no porque él mismo las sienta. Y no hay prueba más fuerte de esto que el hecho bien sabido de que muchas de las personas que prometen reformarse cuando están enfermas y por primera vez hablan de algo espiritual, si se recuperan, vuelven a su pecado y al mundo.

    Cuando alguien ha vivido una vida irreflexiva e insensata, quiero algo más que unas lindas palabras y buenos augurios cuando está en su lecho de muerte como para convencerme acerca de la condición de su alma. No me basta con que me deje leerle la Biblia y orar junto a su cama o que diga que "no había pensado tanto como debiera acerca del evangelio y que le parece que va a ser un hombre distinto si se mejora". Nada de esto me contenta, no me hace sentir tranquilo en cuanto a su estado. Está bien en lo que cabe, pero no es una conversión. Está bien en un sentido, pero no es fe en Cristo. No puedo ni me atrevo a sentirme satisfecho. Otros pueden sentirse tranquilos, si quieren, y decir que esperan que su amigo fallecido esté en el cielo. Por mi parte, preferiría quedarme callado. Estaría satisfecho con la medida más pequeña de arrepentimiento y fe del moribundo, aunque no fuera más grande que un grano de mostaza. Pero contentarme con cualquier cosa menor que arrepentimiento y fe, me parece casi una infidelidad.

    ¿Qué clase de evidencias piensa dejar usted acerca del estado de su alma? Siga el ejemplo del ladrón arrepentido y le irá bien.

    Cuando lo pongan en su ataúd ¿será que tendrán que buscar palabras sin sentido y sobras de espiritualidad a fin de alegar que fue un verdadero creyente? No tengan que comentar vacilantes: "Espero que esté feliz. Un día habló tan lindo y, en otra ocasión parecía tan complacido con aquel capítulo de la Biblia y decía que le gustaba tal o cual persona que es buena gente". Ojalá podamos hablar con seguridad acerca de la condición de usted. Ojalá tengamos alguna prueba segura de su arrepentimiento, su fe y su santidad de modo que nadie, en ningún momento, pueda cuestionar su condición. Tenga por seguro que sin esto, los que deja atrás no podrán tener un consuelo fehaciente acerca de su alma. Podemos valernos de una forma de religión en su funeral y expresar esperanzas benévolas. Podemos encontrarnos con usted a la entrada del cementerio y decir: "Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor" (Ap. 14:13). ¡Pero esto no alterará su condición! Si muere sin convertirse a Dios, sin arrepentimiento y sin fe, su funeral no será más que las exequias de un alma perdida y mejor sería que nunca hubiera nacido.

jueves, 27 de febrero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

(b) Note, en segundo lugar, qué sentido correcto tenía del pecado. Le dice a su compañero: "Nosotros recibimos lo que merecieron nuestros hechos". Reconoce su impiedad y la justicia de su castigo. No hace ningún intento por justificarse o buscar excusas por su iniquidad. Habla como un hombre humillado y degradado al recordar sus iniquidades del pasado. Esto es lo que sienten todos los hijos de Dios. Están prontos a reconocer que son pobres pecadores que merecen el infierno. Pueden decir de corazón, al igual que con su boca: "Hemos dejado de hacer las cosas que deberíamos haber hecho, e hicimos las cosas que no deberíamos haber hecho, y no hay salud en nosotros" (Mt. 23:23).

    ¿Quiere saber si tiene el Espíritu? Entonces preste atención a la pregunta que ahora le hago: ¿Tiene conciencia de sus pecados?

    (c) Veamos, en tercer lugar, el amor fraternal que demostró el ladrón hacia su compañero. Procuró conseguir que dejara de injuriar y blasfemar, y que reaccionara. "¿Ni aun temes tú a Dios", le dice, "estando en la misma condenación?" ¡No hay mejor señal de gracia que esta! La gracia despoja al hombre de su egoísmo y lo lleva a identificarse con el alma de los demás. Cuando se convirtió la mujer samaritana, dejó su jarro y corrió a la ciudad diciendo: "Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuando he hecho. ¿No será este el Cristo?" (Jn. 4:28-29). Cuando se convirtió Saulo, fue inmediatamente a la sinagoga en Damasco y testificó a sus hermanos israelitas que Jesús "era el Hijo de Dios" (Hch. 9.20).

    ¿Quiere saber si tiene el Espíritu? Entonces, ¿dónde está su caridad y amor por las almas?

    En suma, vemos en el ladrón arrepentido una obra consumada del Espíritu Santo. Podemos encontrar en el malhechor arrepentido cada parte del carácter del creyente. Con todo lo breve que fue su vida después de su conversión, usó el tiempo que le quedaba para dejar abundantes evidencias de que era hijo de Dios. Su fe, su oración, su humildad y su amor fraternal son testimonio indudable de la realidad de su arrepentimiento. No era un hombre arrepentido de palabra únicamente, sino de hecho y en verdad.

    Nadie piense, entonces, porque el ladrón arrepentido fue salvo, que una persona puede ser salva sin dejar ninguna evidencia de la obra del Espíritu. Analice bien cada uno las evidencias que dejó este hombre y tenga cuidado.

miércoles, 26 de febrero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

III. El Espíritu siempre guía de la misma manera a cada alma salvada

    La tercera lección que quiere enseñarnos este pasaje es que el Espíritu siempre guía de la misma manera al alma salvada.

    Este es un punto que merece atención especial y que, a menudo, es pasado por alto. Las personas se fijan en que el ladrón arrepentido fue salvo cuando ya moría y no van más allá.

    No toman en cuenta las evidencias que este ladrón dejó tras de sí. No observan las pruebas abundantes que dio de la obra del Espíritu en su corazón. Y estas pruebas son las que quiero destacar. Deseo mostrar que el Espíritu siempre obra de una misma manera y que, sea que convierta a una persona en una hora, como lo hizo con el ladrón arrepentido, o que lo haga gradualmente, como lo hace con otros, los pasos por medio de los cuales conduce las almas al cielo son siempre los mismos.

    Procuraré hacerle claro esto a todo el que lee este escrito. Quiero ponerlo en guardia. Quiero que se quite la idea generalizada de que hay algún camino fácil y divino al cielo desde el lecho de muerte. Quiero que comprenda a conciencia que cada alma salvada pasa por la misma experiencia y que los principios fundamentales de la fe del ladrón arrepentido son los mismos que en la fe de los santos más ancianos que han existido.

    (a) Veamos, en primer lugar, cuán fuerte fue la fe de este hombre.

    Llamó "Señor" a Jesús. Declaró su creencia de que tendría un "reino". Creyó que podía darle vida eterna y gloria y, creyéndolo, le dirigió su oración. Declaró que Jesús era inocente de todos los cargos que le eran imputados. "Este", dijo, "ningún mal hizo" (Lc. 23:41). Otros quizá pensaron que el Señor era inocente, pero este pobre hombre al borde de la muerte fue el único que lo declaró abiertamente.

    ¿Y cuándo sucedió todo esto? Sucedió...

    - cuando toda la nación había rechazado a Cristo, gritando: "¡Crucifícale! ¡Crucifícale! No tenemos mas rey que César" (Jn. 19:6;15),

    - cuando los principales sacerdotes y fariseos lo habían condenado y declarado "digno de muerte" (Mr. 14:64).

    - cuando sus propios discípulos lo habían abandonado y huido,

    - cuando colgaba débil, sangrando y muriendo en la cruz,

    - cuando fue contado entre los transgresores y considerado maldito.

    ¡Esta fue la hora cuando el ladrón creyó en Cristo y le dirigió su oración! Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que nunca se había visto una fe como esta desde la creación del mundo3.
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3 
  • "No sé de otro ejemplo de fe tan notable e impresionante desde la creación del mundo". -Commentary on the Gospels (Comentario de los Evangelios) por Calvino.
  • "Una fe que puede ver el sol a través de una nube tan oscura, que puede descubrir a Cristo, a un Salvador, a través de un Jesús tan pobre, desechado, despreciado y crucificado y llamarlo Señor.
  • "Una gran fe que desde su cruz podía ver el reino de Cristo, el sepulcro y la muerte, cuando había tan pocas señales del reino, y orar pidiendo ser recordado en ese reino". -Lightofoot, Sermón. 1684.
  • "El ladrón arrepentido fue el primero en confesar el reino celestial de Cristo, el primer mártir que dio testimonio de la santidad de sus sufrimientos y el primer apologista de su inocencia". -Quesnel sobre el evangelio.
  • "Probablemente hay pocos santos en gloria que hayan honrado a Cristo tan gloriosamente como este pecador moribundo". -Doddridge.
  • "¿Es esta la voz de un ladrón o de un discípulo: Dame permiso, oh Salvador de usar tus propias palabras: 'Mateo 8:10'. Te vio colgado muriendo a tu lado, no obstante, te llama 'Señor'. Te vio muriendo y, no obstante, habla de tu reino. Se sintió morir él mismo y, no obstante, habla de que lo recuerdes en el futuro. ¡Oh fe, más fuerte que la muerte, que puede ver una corona más allá de la cruz, más allá de su expiración, una visión de vida y gloria! ¿Cuál de tus once discípulos te dijo alguna vez palabras tan llenas de gracia como estas en estos, tus últimos estertores?" -Obispo Hall.
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    Los discípulos habían visto señales y milagros poderosos. Habían visto la resurrección de un muerto mediante sólo tres palabras, a los leprosos curados mediante un toque, a los ciegos recibiendo su vista, a los mudos hablar y a los cojos caminar. Habían visto cómo miles de personas fueron alimentadas con unos cuantos panes y peces. Habían visto a su Maestro caminar sobre el agua como si fuera tierra seca. Lo habían oído hablar como nunca nadie antes había hablado y hacer promesas de cosas buenas por venir. Algunos de ellos habían tenido un anticipo de su gloria en el Monte de Transfiguración. Sin duda que la fe de ellos era "don de Dios", pero además de ese don, contaban con muchas ayudas para fortalecerla.

El ladrón moribundo no había visto ninguna de las maravillas mencionadas. Lo único que él vio fue a nuestro Señor en agonía, débil, sufriendo y sobrellevando el dolor. Lo vio soportando un castigo ignominioso, abandonado, vilipendiado, objeto de burlas, aborrecido y blanco de blasfemias. Lo vio rechazado por los más grandes, sabios y nobles de su propio pueblo, su vigor seco como un tiesto, su vida cercana al Seol (Sal. 22:15; 88:3). No vio ningún cetro, ninguna corona real, ningún dominio externo, ninguna gloria, ninguna majestad, ningún poder, ninguna señal de omnipotencia. Y aun así, el ladrón agonizante creyó y gozó viendo de antemano el reino de Cristo.

    ¿Quiere saber si tiene el Espíritu? Entonces preste atención a la pregunta que le hago ahora. ¿Dónde está su fe en Cristo?

lunes, 24 de febrero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

    Le ruego a cada uno que lee este escrito que use su sentido común y que tenga cuidado de no caer en el mismo error.

    Considere la historia de los hombres en la Biblia y vea cuán a menudo las ideas de las que he estado hablando, se contradicen.

    Recuerde bien cuántas pruebas hay de que dos hombres hayan recibido el ofrecimiento de la misma iluminación y sólo uno la aprovecha, que nadie tiene derecho de tomarse libertades con la misericordia de Dios e imaginar que puede arrepentirse cuando a él le plazca.

    Vea a Saúl y David. ¡Vivieron más o menos en la misma época, escalaron el mismo rango en la vida, fueron llamados a la misma posición en el mundo, disfrutaron del ministerio del mismo profeta, Samuel, y reinaron la misma cantidad de años! Sin embargo, uno fue salvo y el otro se perdió.

    Vea a Sergio Paulo y a Galión. ¡Ambos eran gobernadores romanos, ambos eran hombres sabios y prudentes en su generación y ambos oyeron predicar a Pablo! Pero uno creyó y fue bautizado, el otro "no hacía caso de nada de esto" (Hch. 13:7; 18:17).

    Observe el mundo a su alrededor. Fíjese lo que está sucediendo continuamente ante sus ojos. A menudo, dos hermanas asisten a la misma iglesia, oyen las mismas verdades y escuchan los mismos sermones y, sin embargo, sólo una se convierte, mientras que la otra permanece impávida. Puede ser que dos amigos lean el mismo libro cristiano; a uno le conmueve tanto que renuncia a todo para tener a Cristo, el otro no le ve nada de valor y sigue igual que antes. Centenares de personas han leído The Rise and Progress of Religion in the Soul (Auge y Progreso de la Religión en el Alma) por Doddridge, sin ningún beneficio, pero para Wilberforce significó el inicio de su vida espiritual. Miles han leído su libro Practical View of Christianity (Punto de Vista Práctico del Cristianismo) y no les ha afectado para nada, pero cuando Leigh Richmond lo leyó, se convirtió en otro hombre. Nadie tiene el derecho de decir: "La salvación es por mi propio poder".

    No pretendo explicar estas cosas. Sólo se las presento como grandes hechos verídicos y le pido que las reflexione con seriedad.

    No me malinterprete. No quiero desanimarlo. Le digo estas cosas con todo cariño para advertirle del peligro. No las digo para apartarlo del cielo. Al contrario, las digo para atraerlo más y llevarlo a Cristo mientras puede ser hallado.

    Quiero que se cuide de cualquier presunción. No abuse de la misericordia y compasión de Dios. Le ruego que no siga pecando, pensando que se puede arrepentir, creer y ser salvo cuando a usted le plazca, cuando quiera, cuando se le antoje. Siempre pondré delante de usted una puerta abierta. Siempre le diré: "Mientras hay vida hay esperanza". Pero si quiere ser sabio, no deje para después nada que concierna a su alma.

    Quiero que se cuide de dejar pasar los buenos pensamientos y las convicciones espirituales. Valórelas y aliméntelas, no sea que los pierda para siempre. Aprovéchelas al máximo, no sea que saquen alas y huyan volando. ¿Siente usted el deseo de comenzar a orar? Empiece a hacerlo inmediatamente. ¿Está disfrutando de alguna iluminación espiritual? Asegúrese de vivir en consonancia con esa iluminación. No juegue con las oportunidades, no sea que llegue el día cuando las quiera aprovechar y no pueda. No se rezague, no sea que obtenga sabiduría demasiado tarde.

    Quizá diga usted: "Nunca es demasiado tarde para arrepentirse". Respondo: "Es cierto, pero rara vez resulta así". Y digo más: "Si aplaza arrepentirse, no puede estar seguro de que alguna vez lo haga".

    Quizá diga usted: "¿Por qué debiera tener miedo? El ladrón arrepentido fue salvo". Respondo: "¡Es cierto, pero vuelva a mirar el pasaje que le dice que el otro ladrón se perdió!"

domingo, 23 de febrero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

II. Algunos son salvos en la hora de su muerte, otros no.

    La segunda lección que este pasaje quiere enseñarnos es que algunos son salvos en la hora de su muerte, otros no.

    Es esta una verdad que nunca debe ser pasada por alto, por eso me es imposible ignorarla. Es una verdad que se destaca claramente en el triste final del otro malhechor, con demasiada frecuencia olvidado. La gente olvida que había "dos ladrones".

    ¿Qué pasó con el otro ladrón que fue crucificado? ¿Por qué no se apartó de su pecado y clamó al Señor? ¿Por qué siguió endurecido e impenitente? ¿Por qué no fue salvo? Sería inútil intentar contestar estas preguntas. Contentémonos con la información que tenemos y veamos qué quiere enseñarnos.

    No tenemos ningún derecho a decir que este ladrón era peor que su compañero, no hay nada que pruebe que lo fuera. Es evidente que ambos eran hombres malvados, ambos estaban recibiendo el merecido castigo por sus actos, ambos colgaban de una cruz a los dos lados del Señor Jesús; ambos lo escucharon orar por sus asesinos, ambos lo vieron sufrir con paciencia. Pero mientras uno se arrepintió, el otro siguió endurecido; mientras uno comenzó a orar el otro siguió injuriándole; mientras uno se convirtió al último momento, el otro murió contumaz en su maldad, tal como había vivido; mientras uno fue al paraíso, el otro fue a su lugar: Al lugar del diablo y sus ángeles.

    Ahora bien, estas cosas fueron escritas para advertirnos. Hay una advertencia, al igual que un consuelo, en estos versículos y es, de hecho, una advertencia muy seria.

    Me dicen y subrayan que aunque algunos se pueden arrepentir y convertirse en su lecho de muerte, no significa que todos lo harán. El lecho de muerte no siempre es un tiempo de salvación.

    Me dicen y subrayan que dos personas pueden tener las mismas oportunidades de hacerle bien a sus almas, pueden estar colocadas en la misma posición, ver las mismas cosas y oír los mismos sonidos y, no obstante, sólo una de las dos las aprovechan, se arrepienten, creen y son salvas.

    Me dicen, sobre todo, que arrepentimiento y fe son dones de Dios y que están fuera del poder del hombre, y que el que se engaña pensando que puede arrepentirse cuando lo escoja, elegir el momento cuando lo hará, buscar al Señor cuando le plazca y, como el ladrón arrepentido, ser salvo al último instante, tarde o temprano descubrirá que está muy equivocado.

    Y es bueno y provechoso tener en cuenta esto. Hay en el mundo una inmensa cantidad de ideas engañosas precisamente acerca de este tema. Veo a muchos que dejan que la vida se les vaya de entre las manos, sin estar preparados para morir. Veo a muchos que admiten que debieran arrepentirse, pero siempre lo dejan para mañana. ¡Y creo que una de las razones principales es que la mayoría cree que puede acudir a Dios cuando quiera! Se basan en la parábola de los obreros de la viña que habla de la hora undécima y la usan en la forma que nunca tuvo la intención de ser usada. Se enfocan en la parte placentera de los versículos que ahora estamos considerando, pero olvidan el resto. Hablan del ladrón que se fue al paraíso y se olvidan del que murió como vivió, ¡y se perdió2!

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2    "Aquel que demora su arrepentimiento y no busca perdón hasta lo último por seguir este ejemplo, tienta a Dios y convierte en su veneno lo que Dios designaba para un fin mejor".
    "Las misericordias de Dios nunca se registran en las Escrituras para el engreimiento del hombre, ni los fracasos del hombre para ser imitados".- Lightfoot, Sermón. 1684.
    "Muy desagradecida y tonta es la conducta de los que reciben aliento por el ladrón arrepentido que se arrepintió en el momento que moría; muy desagradecida al pervertir la gracia de su Redentor haciéndola ocasión para continuar pecando y muy tonto imaginar que lo que nuestro Señor hizo en una situación tan particular, pueda tomarse como un precedente de lo que es normal? .- Doddridge.

sábado, 22 de febrero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

¿Acaso no me da derecho a decir que aun la fe más reciente puede salvar el alma del hombre, si es auténtica? He aquí la prueba de esto. La fe de este hombre tenía menos de un día, pero lo condujo a Cristo y lo salvó del infierno.

¿Por qué habría de desesperarse alguno cuando un pasaje como este está en la Biblia? Jesús es el Médico que puede curar los casos de personas desahuciadas. Él puede dar vida a las almas muertas y llamar a las cosas que no son como si fuesen. ¡Que nadie se desespere nunca! Jesús sigue siendo el mismo hoy tal como lo fue tantos siglos atrás. Las llaves de la muerte y del infierno están en su mano. Lo que él abre, nadie lo puede cerrar1.

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"Oh Salvador, ¡qué proceder es este de tu gracia libre y poderosa! Cuando tú das, qué indignidad puede prohibirnos tu misericordia? Cuando tú das, ¿puede el tiempo perjudicar nuestra vocación? ¿Quién puede dudar de tu bondad, cuando aquel que en la mañana iba en dirección al infierno, en la noche ya está contigo en el Paraíso?" - Obispo Hall.

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¿Qué si sus pecados son más numerosos que los cabellos de su cabeza? ¿Qué si sus hábitos impíos han crecido a medida que usted ha crecido y se han fortalecido a medida que usted se ha hecho más fuerte? ¿Qué si ha aborrecido lo bueno y amado lo malo todos los días de su vida? Estas cosas por cierto son tristes; pero hay esperanza, hasta para usted. Cristo lo puede sanar, Cristo lo puede sacar de su lamentable condición. El cielo no se ha cerrado para usted. Cristo puede franquearle la entrada si pone humildemente su alma en sus manos.

¿Han sido perdonados sus pecados? Si no, le presento este día una salvación completa y gratuita. Le invito a seguir los pasos del ladrón arrepentido: Venga a Cristo y viva. Le aseguro que Jesús es muy misericordioso y compasivo. Le aseguro que puede hacer por usted todo lo que su alma requiere. Aunque sus pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana (Is. 1:18). ¿Por qué no habría usted de ser salvo como cualquier otro? ¡Venga a Cristo y viva!

¿Es usted un creyente auténtico? Si lo es, debe gloriarse en Cristo. No se gloríe en su propia fe, sus propios sentimientos, su propio conocimiento, sus propias oraciones, sus propios recursos y su propia diligencia. Gloríese sólo en Cristo. ¡Ay! Aun el mejor de nosotros sabe apenas un poco del Salvador misericordioso y poderoso. No lo exaltamos ni nos gloriamos en él lo suficiente. Oremos pidiendo poder para ver más de la plenitud que hay en él.

¿Procura alguna vez hacerles un bien a otros? Si lo hace, no se olvide de hablarles acerca de Cristo. Cuéntele al joven, al menesteroso, al anciano, al ignorante, al enfermo y cuéntele al moribundo; cuénteles a todos acerca de Cristo. Cuénteles de su poder y de su amor; cuénteles de sus obras y de sus sentimientos, cuénteles del peor de los pecadores y lo que está dispuesto a hacer hasta el último día que le queda de vida; cuénteselos una y otra vez. No se canse nunca de hablar de Cristo. Dígales amplia y plenamente, libre e incondicionalmente, sin reservas y sin dudar: "Venga a Cristo como lo hizo el ladrón arrepentido: Venga a Cristo y será salvo".

viernes, 21 de febrero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

Si hubo alguna vez un alma al borde del infierno, fue el alma de este ladrón. Si hubo alguna vez un caso que pareciera perdido, sin salida e irremediable, fue el de él. Si hubo alguna vez un hijo de Adán que el diablo se aseguró de hacer suyo, fue este hombre.

Pero vea ahora qué pasó. Dejó de injuriar y blasfemar, comenzó a hablar de una manera completamente distinta. Se dirigió a nuestro bendito Señor en oración. Oró pidiendo a Jesús: "Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino". Le pidió que cuidara su alma, que perdonara sus pecados y hasta pensó en un mundo diferente. ¡Verdaderamente este fue un cambio maravilloso!

Y tome nota de la clase de respuesta que recibió. Algunos habrían dicho que era demasiado malvado como para ser perdonado; pero no fue así. Otros pensarían que era demasiado tarde, la puerta estaba cerrada y ya no había lugar para la misericordia; pero vemos que no era demasiado tarde. El Señor Jesús le dio una respuesta inmediata, le habló con bondad, le aseguró que ese mismo día estaría con él en el paraíso; lo perdonó completamente, lo limpió totalmente de sus pecados, lo recibió por su gracia, lo levantó de las puertas del infierno y le dio el derecho a la gloria. Entre toda la multitud de almas salvadas, ninguna ha recibido una confirmación tan gloriosa de su propia salvación como este ladrón arrepentido. Revise la lista completa, desde Génesis hasta Apocalipsis,  no encontrará a nadie a quien se le hayan dicho palabras como estas: "Hoy estarás conmigo en el paraíso".

Creo que el Señor Jesús nunca dio una prueba tan completa de su poder y voluntad para salvar, como la dio en esta ocasión. En la hora cuando parecía más débil, mostró ser un Libertador poderoso. En el instante cuando su cuerpo sufría terrible dolor, mostró que podía sentir ternura por otros. En el momento cuando él mismo estaba muriendo, le dio vida eterna a un pecador.

Entonces, ¿no es cierto que esto me da el derecho de decir que Cristo "puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios" (He. 7:25)? Aquí tenemos la prueba. Si hubo alguna vez un pecador que estaba demasiado perdido como para ser salvo, fue este ladrón. No obstante, fue rescatado como "un tizón arrebatado del incendio" (Zac. 3:2). 

¿Acaso no tengo el derecho de decir que Cristo recibe a cada pecador que acude a él orando con fe y que no rechaza a nadie? He aquí la prueba de esto. Si hubo alguna vez un pecador que parecía demasiado malo como para ser salvo, fue este hombre. No obstante, las puertas de misericordia se abrieron de par en par para él.

¿Acaso no me da el derecho a decir: "Porque por gracia sois salvos... no por obras... No temas; cree solamente"? (Ef. 2:8, 9; Mr. 5:36; Lc. 8:50). He aquí la prueba de esto. ¡Este ladrón nunca fue bautizado, no pertenecía a ninguna iglesia visible, nunca había participado de la Cena del Señor, nunca realizó ninguna obra para Cristo y nunca dio dinero a la causa de Cristo! Pero tuvo fe y, entonces, fue salvo.

jueves, 20 de febrero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

11. El trofeo más grande de Cristo

"Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso". Lucas 23:39-43

Pocos pasajes en el Nuevo Testamento son tan conocidos como el que encabeza este capítulo. Contiene la muy conocida historia del "ladrón arrepentido".

Y es apropiado y bueno que estos versículos sean bien conocidos. Han reconfortado a muchas mentes atribuladas, han dado paz a muchas conciencias intranquilas, han sido un bálsamo terapéutico que ha sanado a muchos corazones heridos, han sido medicina para muchas almas enfermas de pecado y han allanado las asperezas de muchos lechos de muerte. Dondequiera que se predique a Cristo, siempre serán honrados, amados y recordados.

Quiero comentar algunos puntos dignos de notar acerca de estos versículos. Trataré de presentar las principales lecciones que pretenden enseñar. No conozco la manera particular de pensar de las personas en cuyas manos pueda caer este escrito. Pero veo verdades en este pasaje que es imposible conocer demasiado bien. Aquí está el trofeo más grande que jamás se haya ganado Jesús.

I. El poder y disposición de Cristo de salvar al pecador

En primer lugar, su intención es que aprendamos de estos versículos acerca del poder y la disposición de Cristo de salar al pecador.

Esta es la doctrina principal para aprender de la historia del ladrón arrepentido. Nos enseña lo que debiera ser música para los oídos de todos los que la escuchan. Nos enseña que Jesucristo es "grande para salvar" (Is. 63:1).

Le pido a cualquier lector que diga si conoce de algún caso que parecía tener menos esperanza y ser más desesperante que el del ladrón arrepentido.

Era un hombre malvado, un malhechor y un ladrón, si no es que un asesino. Lo sabemos porque sólo esta clase de delincuentes eran crucificados. Estaba sufriendo un castigo justo por haber quebrantado las leyes. Y así como había vivido malvadamente, parecía seguro que así moriría porque cuando fue crucificado, al principio injuriaba a Jesús.

Y era un hombre al borde de la muerte. Allí estaba, clavado en una cruz de la cual nunca bajaría con vida. Ya ni siquiera tenía fuerzas para mover las manos ni los pies. Sus horas estaban contadas, lo esperaba el sepulcro. Sólo había un paso entre él y la muerte.

miércoles, 19 de febrero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

(g) ¿Está confiando en su conocimiento religioso? ¡Ay, muchos lo están! No son ignorantes como otros, saben la diferencia entre la sana y la falsa doctrina. Pueden discutir, pueden razonar, pueden argumentar, pueden citar textos bíblicos, pero no se han convertido y, por ende, están muertos en sus faltas y pecados. Si usted es uno de estos, le digo este día: "Acordaos de la mujer de Lot".

(h) ¿Está profesando el cristianismo y, al mismo tiempo, aferrándose al mundo? ¡Ay, muchos lo están! Procuran que los crean cristianos. Quieren el mérito de ser personas que van a la iglesia, serias, consecuentes, correctas y disciplinadas. Mientras tanto, su manera de vestir, sus gustos, sus amigos y sus diversiones muestran claramente que son del mundo. Si usted es uno de estos, le digo este día: "Acordaos de la mujer de Lot".

(i) ¿Está confiando en que se arrepentirá en su lecho de muerte? ¡Ay, muchos están confiando en eso! Saben que no son lo que deberían ser: no son nacidos de nuevo y no están listos para morir. Creen que cuando estén sufriendo su última enfermedad tendrán tiempo para arrepentirse, asirse de Cristo y dejar este mundo perdonados, santificados y preparados para el cielo. Olvidan que las personas, a menudo mueren súbitamente y, así como viven, generalmente mueren. Si usted es uno de estos, le digo este día: "Acordaos de la mujer de Lot".

(j) ¿Es usted miembro de una congregación evangélica? ¡Ay, muchos lo son y hasta allí llegan! Oyen la verdad del evangelio domingo tras domingo, pero siguen duros como una piedra. Un sermón tras otro llega a sus oídos. Mes tras mes reciben la invitación de arrepentirse, de creer, de venir a Cristo y de ser salvos. Pasan los años y no cambian. Reservan sus asientos para escuchar a su pastor favorito, pero también se reservan sus pecados favoritos. Si usted es uno de estos, le digo este día: "Acordaos de la mujer de Lot".

¡Oh, que estas solemnes palabras de nuestro Señor Jesucristo se graben profundamente en el corazón de todos! ¡Que nos despierten cuando nos sentimos con sueño, que nos aviven cuando nos sentimos muertos, nos afilen cuando nos sentimos embotados y sean como una hoguera cuando nos sentimos fríos! ¡Que puedan ser el estímulo para hacernos reaccionar cuando nos estamos deteniendo y una brida para enderezarnos cuando nos estamos apartando! ¡Que sean un escudo para defendernos cuando Satanás pone una tentación en nuestro corazón, una espada con la cual luchar cuando nos dice con audacia: "¡Renuncia a Cristo, vuélvete al mundo y sígueme a mí!" Oh, que en las horas de pruebas como esa digamos: "¡Alma, recuerda la advertencia de tu Salvador! Alma mía, alma mía, ¿has olvidado sus palabras? ¡Alma mía, alma mía: Acordaos de la mujer de Lot"!

martes, 18 de febrero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

Hay una misericordia de Dios que es como un río, pero existe para el creyente arrepentido en Cristo Jesús. Hay un amor en Dios hacia los pecadores que es indescriptible e inexplicable, pero es para aquellos que "oyen" la voz de Cristo y "le siguen" (Jn. 10:27). Procure interesarse por ese amor. Rompa con todo pecado conocido, apártese valientemente del mundo, clame intensamente a Dios en oración, échese totalmente y sin reservas en los brazos del Señor Jesús para el tiempo y la eternidad, deje a un lado toda carga, no se aferre a nada, por mucho que lo ame, no practique nada que interfiera con la salvación de su alma, renuncie a todo, por preciado que sea, deje todo lo que se interpone entre usted y el cielo. El pobre mundo está naufragando, se está hundiendo a sus pies; lo único que usted necesita es un lugar en el bote salvavidas para llegar salvo a la orilla. Sea diligente en asegurar su llamado y elección. No importa lo que suceda con su casa y propiedad, usted asegúrese del cielo. ¡Oh, es un millón de veces mejor ser motivo de risas y ser visto como un extremista en este mundo, que descender al infierno, aun estando en medio de la congregación y terminar como la mujer de Lot!

Preguntas para su conciencia

Y ahora concluiré este escrito ofreciendo a cada lector algunas preguntas para grabar el tema en la conciencia de cada uno. Ha visto usted la historia de la mujer de Lot, sus privilegios, su pecado y su final. Le he advertido de lo inútiles que resultan los privilegios sin el don del Espíritu Santo; del peligro de la mundanalidad y la realidad del infierno. Ahora, quiero ir terminando con algunos llamados directos a su propio corazón. En esta época de mucha iluminación, mucho conocimiento y profesiones de fe, anhelo levantar una luz de advertencia para salvar del naufragio a las almas. Deseo atar una boya en el canal de todo navegante espiritual y escribir en ella: "Acordaos de la mujer de Lot".

(a) ¿Es indiferente ante la segunda venida de Cristo? ¡Ay, muchos lo son! Viven como los hombres en Sodoma y como los hombres y mujeres de la época de Noé. Comen, beben, siembran, edifican, contraen matrimonio, dan en matrimonio y se comportan como si Cristo nunca fuera a venir otra vez. Si usted es uno de estos, le digo este día: "Acordaos de la mujer de Lot".

(b) ¿Como cristiano es tibio o frío? ¡Ay, muchos lo son! Tratan de servir a dos señores, tratan de ser amigos, tanto de Dios como de Mamón. Se esfuerzan por ser una especie de murciélagos espirituales. No son una cosa, ni la otra: No totalmente cristianos, ni tampoco totalmente del mundo. Si usted es uno de estos, le digo este día: "Acordaos de la mujer de Lot".

(c) ¿Está vacilando entre dos opiniones y dispuesto a volver al mundo? ¡Ay, muchos lo están! Le tienen miedo a la cruz, secretamente, les disgusta el conflicto y reprochan una fe decidida. Están cansados del desierto y el maná, y se volverían a Egipto, si pudieran. Si usted es uno de estos, le digo este día: "Acordaos de la mujer de Lot".

(d) ¿Está amando en secreto algún pecado persistente? ¡Ay, muchos lo están! Avanzan mucho en la profesión de su fe, hacen muchas cosas que son correctas y muy similares al pueblo de Dios. Pero siempre atesoran un hábito malo del cual no pueden librarse. Una mundanalidad secreta, la codicia o lascivia se les pega como su propia piel. Están dispuestos a ver destruidos todos sus ídolos, menos este. Si usted es uno de estos, le digo este día: "Acordaos de la mujer de Lot".

(e) ¿Está jugando con pecadillos? ¡Ay, muchos lo están! Creen en las grandes doctrinas esenciales del evangelio. Se abstienen de un libertinaje burdo o de quebrantar abiertamente la ley de Dios, pero penosamente, no le dan importancia a las inconsistencias pequeñas y están dolorosamente preparados para excusarlas. "Es un poquito de impaciencia, o un poquito de frivolidad, o un poquito de desconsideración o un poquito de olvido". Nos dicen: "Dios no tiene en cuenta cuestiones tan pequeñas. Nadie es perfecto, ni Dios lo requiere". Si usted es uno de estos, le digo este día: "Acordaos de la mujer de Lot".

(f) ¿Está confiando en privilegios espirituales? ¡Ay, muchos lo están! Les encanta la oportunidad de escuchar regularmente la predicación del evangelio, participar de las ordenanzas, de los medios de gracia y vivir tranquilos. Parece que dicen: "Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad" (Ap. 3:17) mientras no tienen fe, ni gracia, ni espiritualidad ni están preparados para el cielo. Si usted es uno de estos, le digo este día: "Acordaos de la mujer de Lot".

sábado, 15 de febrero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

Dios sabe que nunca hablo del infierno sin dolor y sufrimiento. Con gusto, le ofrezco la salvación del evangelio al peor de los pecadores. Yo estaría dispuesto a decirle al más vil y disoluto ser humano en su lecho de muerte: "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo" (Hch. 16:31). Pero Dios quiera que nunca deje de decirle al mortal que las Escrituras revelan que hay un infierno así como hay un cielo, y que el evangelio enseña que hay hombres que pueden estar perdidos, al igual que hay otros que pueden ser salvos. El guardia que se mantiene en silencio cuando ve un incendio es culpable de negligencia, el médico que nos dice que estamos mejorando cuando, en realidad nos estamos muriendo, es un amigo falso y el pastor que no alerta a su congregación acerca del infierno en sus sermones, no es un hombre fiel ni tiene amor.

¿Dónde está el amor cuando se mutila una porción tan importante de la verdad de Dios? Es mi amigo más comprensivo, el que me avisa de la vastedad del peligro que corro. ¿Qué sentido tiene esconder el futuro del impenitente y el impío? Es más bien ayudar al diablo, si no le decimos a la gente claramente que "el alma que pecare, esa morirá" (Ez. 18:4, 20). ¿Quién sabe si la negligencia terrible de muchas personas bautizadas no viene de esto, de que nunca les han explicado claramente la realidad del infierno? ¿Quién sabe si muchos más se convertirían, si los pastores les instaran con más fidelidad a huir de la ira venidera? Por cierto que muchos somos culpables de esto; hay entre nosotros una ternura mórbida que no es la ternura de Cristo. Hemos hablado de misericordia, pero no de juicio, hemos predicado muchos sermones acerca del cielo, pero pocos acerca del infierno. Nos hemos dejado llevar por el desdichado temor de ser considerados "ordinarios, vulgares y fanáticos". Hemos olvidado que quien nos juzga es el Señor y que el hombre que enseña la misma doctrina que Cristo enseñó, no puede estar equivocado.

Para ser un cristiano bíblico saludable, le ruego que le dé al infierno un lugar en su teología. Grábelo en su mente como un principio inamovible que Dios es un Dios de juicio, al igual que de misericordia, y que los mismos consejos eternos que pusieron el fundamento de la felicidad del cielo, también pusieron el fundamento del sufrimiento del infierno. Tenga bien claro en su mente que todos los que mueren sin haber sido perdonados y renovados, no son aptos para estar en la presencia de Dios y están perdidos para siempre. No tienen capacidad para disfrutar del cielo, no podrían ser felices allí. Tienen que ir a su propio lugar y ese lugar es el infierno. ¡Oh, es una cosa grande en estos días de incredulidad creer toda la Biblia!

Para ser un cristiano bíblico saludable, le ruego que se cuide de cualquier ministerio que no enseña claramente la realidad y eternidad del infierno. Tal ministerio puede ser muy tranquilizador y agradable, pero es más posible que lo ponga a dormir que llevarlo a Cristo o fortalecer su fe. Es imposible dejar fuera alguna porción de la verdad de Dios sin arruinar su totalidad. La predicación que se centra exclusivamente en las alegrías del cielo y nunca presenta la ira del Señor y los sufrimientos del infierno puede ser popular, pero no es bíblica, puede agradar y complacer, pero no salvar. La predicación que no se guarda nada de lo que Dios haya revelado, puede ser llamada severa y dura, puede decirse que asustar a la gente con temas como el del infierno no les hace ningún bien. Pero usted olvida que el gran objetivo del evangelio es convencer a los hombres de que deben "huir de la ira venidera" (Lc. 3:7) y que es en vano esperar que huyan, a menos que estén atemorizados. ¡Bueno sería que muchos cristianos profesantes sintieran más temor por sus almas que lo que sienten ahora!

Si anhela ser un cristiano saludable, considere con frecuencia cuál será su propio final. ¿Será feliz o infeliz? ¿Será la muerte de un justo o una muerte sin esperanza, como la de la mujer de Lot? Usted no puede vivir para siempre, un día llegará su final. Un día escuchará su último sermón, elevará su última oración, leerá su último capítulo de la Biblia, (querer, desear, esperar, tener intenciones, resolver, dudar, vacilar) todo, finalmente, habrá pasado. Tendrá que dejar este mundo y comparecer ante un Dios santo. ¡Oh, sea usted sabio! ¡Oh, considere su final!

No puede estar perdiendo el tiempo para siempre; el tiempo vendrá cuando tendrá que actuar con seriedad. No puede posponer para siempre lo que concierne a su alma. El día vendrá cuando tendrá que rendirle cuentas a Dios. No puede estar siempre cantando, bailando, comiendo, bebiendo, vistiéndose, leyendo, riendo bromeando; tramando algo, planeando y ganando dinero. Los insectos de verano  no pueden disfrutar del sol para siempre, vendrán las noches frías que darán fin a sus días soleados. Lo mismo sucederá con usted. Puede aplazar ahora su decisión de fe y rechazar los consejos de los ministros de Dios; pero se acerca el frío día cuando Dios se acerque y le hable. ¿Y cuál será su final? ¿Será uno sin esperanza, como el de la mujer de Lot?

Le ruego, por las misericordias de Dios, que encare esas preguntas de frente. Le suplico que no juegue en su conciencia con una esperanza incierta de la misericordia de Dios, mientras su corazón se aferra al mundo. Le imploro que no ahogue las convicciones con fantasías pueriles acerca del amor de Dios, mientras su comportamiento diario y sus hábitos muestran claramente que "el amor de Dios no está en" usted (1 Jn. 2:15).

jueves, 13 de febrero de 2025

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

(c) Determine con firmeza en su mente que el Señor Jesucristo mismo habló claramente acerca de la realidad y eternidad del infierno. La parábola del rico y Lázaro debiera hacer temblar a los hombres. Pero no sólo es esta parábola. Nadie ha usado tantas palabras para expresar lo terrible que es el infierno como Aquel que habló, como jamás hombre alguno lo ha hecho, y que dijo: "La palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió" (Juan 14:24). El infierno, el fuego del infierno, la condenación del infierno, la condenación eterna, la resurrección de la condenación, el fuego eterno, el lugar de tormentos, de destrucción, de total oscuridad, del gusano que nunca muerte, del fuego que nunca se apaga, las lágrimas, los lamentos y el crujir de dientes y castigo eterno, son todos términos que el Señor Jesucristo mismo emplea. ¡Fuera con las miserables tonterías que dice la gente en la actualidad, que nos dicen que los ministros del evangelio nunca debieran hablar del infierno! No hacen más que mostrar su propia ignorancia o su propia falta de sinceridad cuando hablan de ese modo. Nadie puede leer sinceramente los cuatro Evangelios y no ver que el que quiere seguir el ejemplo de Cristo tiene que hablar del infierno.

(d) Por último, determine en su mente que las ideas reconfortantes que las Escrituras nos dan acerca del cielo, dejan de ser en cuanto negamos la realidad y eternidad del infierno. ¿No existe una futura morada separada para los que mueren impíos y sin Dios? ¿Será que todas las personas, después de la muerte, se entremezclan conformando una multitud confusa? Entonces pues, ¡el cielo no será para nada cielo! Es totalmente imposible que dos vivan felices juntos si no coinciden. ¿Habrá un tiempo cuando se acabe el infierno y el castigo? ¿Serán admitidos al cielo los impíos después de siglos de sufrimiento? Entonces pues, la necesidad de la santificación del Espíritu queda descartada y eliminada. Leo que los hombres pueden ser santificados en la tierra haciéndolos aptos para el cielo, no leo nada de ninguna santificación en el infierno. ¡Fuera con estas teorías sin sentido y sin ninguna base bíblica! La eternidad en el infierno, así como la eternidad en el cielo, se presentan claramente en la Biblia.

Una vez que uno dice que el infierno no es eterno, puede muy bien decir que Dios y el cielo no son eternos. La misma palabra griega que se usa en la expresión "castigo eterno" es la que usa el Señor Jesús al decir ¨vida eterna¨ y Pablo, al decir "Dios eterno" (Mt. 25:46; Ro. 16:26). 

Sé que esto suena terrible a muchos oídos. No me extraña. Pero la única cuestión que tenemos que determinar es: ¿Es bíblico el tema del infierno? ¿Lo es? Mantengo firmemente que lo es y mantengo que hay que recordarles a los cristianos profesantes que pueden estar perdidos y camino al infierno.

Sé que es fácil rechazar la enseñanza clara sobre el infierno y hacerla antipática por el uso de palabras desagradables. He escuchado, a menudo, decir que son "conceptos intolerantes, nociones anticuadas, teología de fuego y azufre" y cosas parecidas. Se me ha dicho, a menudo, que en la actualidad se prefieren conceptos más "amplios". Mi anhelo es ser tan amplio como la Biblia, ni más ni menos. Afirmo que es teólogo intolerante aquel que recorta las partes de la Biblia que le disgustan al corazón natural y, por ende rechaza alguna porción del Consejo de Dios.