Versículo para hoy:
martes, 15 de mayo de 2018
MAYO 15
“Pondrélo en alto, por cuanto ha conocido mi nombre”. Salmo 91:14.
¿Me dice el Señor esto?
Sí, si he conocido su Nombre. Bendito sea el Señor, no le soy desconocido. Le
he experimentado y probado, y conocido, por lo tanto confío en Él. Conozco su
Nombre como un Dios que aborrece el pecado, porque por el poder convincente de
su Espíritu he sido enseñado que nunca tolerará el pecado. Pero también le
conozco como el Dios perdonador en Cristo Jesús, porque Él me ha perdonado
todos mis pecados. Su Nombre es Fiel, y lo conozco porque nunca me ha
desamparado, aunque mis penas se han multiplicado sobre mí.
Este conocimiento es un
don de gracia, y es motivo para que el Señor conceda otro don de gracia, es a
saber: ponerme en alto. Esto es gracia sobre gracia. Considera que si subimos a
lugares altos, la posición puede ser peligrosa; pero si el Señor nos pone allí,
estamos seguros. Tal vez nos elevará a un puesto de grande utilidad, a una
experiencia eminente, a buen éxito en nuestro servicio, a guiar los obreros, o
a ser como un padre a los pequeños. Si no hace esto, tal vez nos pondrá en alto
para una comunión íntima, por un conocimiento profundo y claro, por un triunfo
santo y una benigna anticipación de la gloria eterna. Cuando Dios nos pone en
alto, el mismo Satán no nos puede derribar. ¡Oh, que esta sea nuestra
experiencia en todo este día!
MAYO 14
“Venid y volvámonos a Jehová: que Él arrebató, y nos curará; hirió, y nos
vendará”. Oseas 6:1.
Es la manera de obrar del
Señor: arrebatar antes de curar. Este es el amor sincero de su corazón, y la
cirugía efectiva de su mano. También Él hiere antes de vendar, o de otra manera
sería trabajo incierto. La ley viene antes del Evangelio; y la necesidad antes
que el socorro. ¿Está el lector ahora bajo la mano que convence y oprime del
Espíritu? ¿Ha recibido el espíritu de servidumbre para estar otra vez en temor?
Esta es la introducción saludable a la verdadera y evangélica curación y
vendaje de heridas.
No desesperes, amado mío,
sino ven al Señor con tus profundas heridas, tus oscuros cardenales y tus
llagas que supuran. Sólo Él puede curar, y le place hacerlo. Es el ministerio
de nuestro Señor vendar a los quebrantados de corazón, y está gloriosamente
familiarizado con este trabajo. No nos detengamos; volvamos ahora mismo al
Señor de quien nos hemos descarriado. Mostrémosle nuestras heridas abiertas y
roguémosle que reconozca su obra y que la perfeccione. ¿Haría un cirujano una
incisión, para dejar después que el enfermo muriera? ¿Derribará el Señor
nuestra casa vieja, y rehusará después edificarnos otra mejor? ¿Aumentarás Tú
de intento la miseria de almas pobres y ansiosas? Lejos está de ti tal cosa,
¡oh Señor!
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