Versículo para hoy:

domingo, 20 de octubre de 2024

SANTIDAD - J. C. RYLE (1816-1900)

 

(f) La batalla del cristiano es buena porque le hace bien al mundo. El resto de las guerras tienen efectos devastadores, son horrorosas y perjudiciales. La marcha de un ejército por un país es un flagelo terrible para los habitantes. Dondequiera que va empobrece, debilita y causa daño.  La acompañan invariablemente daños a personas, propiedades, sentimientos y a los valores morales. Muy distintos son los efectos producidos por la batalla de soldados cristianos. Dondequiera que ellos vivan son de bendición. Elevan el nivel de la fe cristiana y la moralidad. Invariablemente mantienen bajo control al alcoholismo, la falta de respeto al Día del Señor, el libertinaje y la deshonestidad. Aun sus enemigos se ven obligados a respetarlos. Dondequiera que uno vaya, raramente verá que los cuarteles y acantonamientos militares le hacen bien al vecindario. Pero dondequiera que sea, ¡encontrará que la presencia de algunos pocos cristianos es una bendición! ¡Esto sí que es bueno!

(g) Por último, la batalla del cristiano es buena porque termina en una recompensa gloriosa para todos los que la libran. ¿Quién puede decir cuánto pagará Cristo a todo su pueblo fiel? ¿Quién puede calcular las cosas buenas que nuestro Capitán divino tiene reservadas para aquellos que lo confiesan ante los hombres? Una nación agradecida puede darle a sus guerreros victoriosos medallas, pensiones, reconocimientos, honores y títulos. Pero no puede darles nada que dure para siempre, nada que puedan llevar más allá de la tumba. Aun los más excelsos palacios pueden ser disfrutados sólo por algunos años. Los generales y soldados más valientes tendrán que descender un día para presentarse ante el rey de los terrores. Mejor, mucho mejor es la posición del que pelea bajo el estandarte de Cristo contra el pecado, el mundo y el diablo. Puede ser que no reciba elogios en vida y quizás algunos pocos al ser sepultado, pero tendrá algo que es mucho mejor, mucho más durable. Tendrá "la corona incorruptible de gloria" (1 P. 5:4). ¡Esto sí que es bueno!

Grabemos en nuestra mente que la batalla cristiana es una lucha buena, verdaderamente buena, totalmente buena y enfáticamente buena. Ahora la vemos sólo en parte. Vemos batallas, pero no es el final; vemos la campaña, pero no la recompensa; vemos la cruz, pero no la corona. Vemos unos pocos humildes, quebrantados de corazón y penitentes soportando sufrimientos y despreciados por el mundo, pero no vemos la mano de Dios sobre ellos, el rostro de Dios sonriéndoles, el reino de gloria preparado para ellos. Estas cosas todavía tienen que ser reveladas. No juzguemos por las apariencias. Hay muchas más cosas buenas como resultado de la guerra cristiana que las que podemos ver.