Versículo para hoy:

viernes, 31 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

3.    EL TIEMPO EN EL QUE HAY PROBLEMAS EN LA IGLESIA

EN CUARTO LUGAR, tengamos cuidado de no pasar por alto las muchas misericordias preciosas que el pueblo de Dios disfruta en medio de la tribulación. Es una lástima que nuestras lágrimas por los problemas cieguen tanto nuestros ojos que no vemos nuestras misericordias. No insistiré sobre la misericordia de tener nuestra vida por botín (Jeremías 45:5 (Jeremías 45:5), ni sobre todas las comodidades externas que disfrutamos y que están por encima de las que Cristo y sus preciosos siervos, de los cuales el mundo no era digno, tuvieron.

Pero ¿qué podemos decir del perdón de pecados, el tener herencia en Cristo, el pacto de promesa y una eternidad de felicidad en la presencia de Dios después de que pasen unos pocos días?

No es adecuado que un pueblo al que se le han concedido tales misericordias decaiga bajo cualquier aflicción temporal, o que esté tan preocupado por la desaprobación de los hombres y la pérdida de cosas sin importancia. No tenemos la sonrisa de grandes hombres, pero sí el favor del gran Dios. Quizás somos disminuidos en lo temporal, pero del mismo modo aumentamos en los bienes eternos y espirituales.

Quizás no podamos vivir con tanta abundancia como antes, pero sí con más piedad que nunca. ¿Nos lamentaremos tanto por estas circunstancias como para olvidar nuestra sustancia? ¿Harán unos ligeros problemas que nos olvidemos de grandes misericordias? Recordemos que las verdaderas riquezas de la iglesia están fuera del alcance de todos los enemigos. ¿Qué importa si Dios no distingue entre los suyos y los otros en sus dispensaciones externas?

¿Qué importa si en sus juicios toca a los mejores y deja tranquilos a los peores? ¿Qué importa si Abel fue asesinado permaneciendo en el amor, y Caín sobrevivió con odio? ¿Qué si el sanguinario Dionisio murió en su cama y el buen Josías murió en la batalla? ¿Qué importa que el vientre de los impíos se llene con tesoros escondidos mientras los dientes de los santos lo hacen con cascajos? Aun así es motivo de alabanza, porque el amor que elige nos ha distinguido, aunque la providencia común no lo haya hecho, y mientras la prosperidad y la impunidad matan a los impíos, incluso una adversidad que mate beneficiará a los justos.

miércoles, 29 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

 

3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

3.    EL TIEMPO EN EL QUE HAY PROBLEMAS EN LA IGLESIA

EN TERCER LUGAR,  consideremos las grandes ventajas que cosecha el pueblo de Dios cuando está afligido. Si el tener una posición afligida y humillada en el mundo, es de verdad lo mejor para la Iglesia, entonces nuestro decaimiento no solo es irracional, sino desagradecido. Si estimamos la felicidad de la iglesia por su comodidad en el mundo, por su esplendor y su prosperidad, entonces los tiempos de aflicción nos parecerán desfavorables. Pero si reconocemos que su gloria está en su humildad, fe y piedad, no hay condición que abunde más en ventajas para eso que la aflicción.

No fueron las persecuciones y las prisiones las que envenenaron la iglesia, sino la mundanalidad y el desenfreno. La semilla de la iglesia fue la sangre de sus mártires, no la gloria terrenal de los que decían pertenecer a ella. El poder de la piedad nunca creció mejor que en la aflicción, y nunca creció menos que en los tiempos de mayor prosperidad. Cuando "fuimos dejados humildes y pobres, entonces aprendimos a confiar en el nombre del Señor" (Sofonías 3:12).

Ciertamente es por el bien de los creyentes el destetados del amor y el deleite en las vanidades de la tierra que nos esclavizan, el ser avivados e instados a seguir adelante hacia el cielo con un mayor apremio, el tener una visión más clara de nuestros propios corazones, el ser enseñados a orar con más fervor, más frecuencia, mayor espiritualidad, el buscar y anhelar el descanso con más ardor. Si todo eso es por nuestro bien, la experiencia nos enseña que no hay un estado que sea tan bendecido con esos frutos como lo es la aflicción.

¿Está bien que nos resintamos y decaigamos porque nuestro Padre prefiera el bien de nuestras almas en lugar de la gratificación de nuestro humor? ¿Está bien hacerlo porque Él quiere llevarnos al cielo por un camino más corto del que desearíamos ir? ¿Es esto una respuesta adecuada a su amor, que se agrada tanto en preocuparse por nuestro bienestar, que hace más bien por nosotros de lo que haría por miles de personas en el mundo? Sobre estas personas no pone su vara, ni les da aflicciones para hacerles bien. Pero desgraciadamente juzgamos por los sentidos y  reconocemos las cosas como buenas o males según nuestro gusto en el presente.

martes, 28 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

 

3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

3.    EL TIEMPO EN EL QUE HAY PROBLEMAS EN LA IGLESIA

EN SEGUNDO LUGAR, meditemos en una verdad que afirme el corazón como la siguiente: Por muchos problemas que haya en la Iglesia, su Rey continúa estando en ella. ¿Acaso ha abandonado el Señor a sus iglesias? ¿Las ha vendido a las manos del enemigo? ¿Es que no le importan los males que caen sobre ellas para que nuestros corazones se hundan? ¿No es una vergüenza minusvalorar al gran Dios y magnificar al pobre e impotente ser humano; el hecho de temblar y temer lo que puedan hacer los seres creados mientras Dios está en medio de nosotros?

Los enemigos de la iglesia son muchos y poderosos, eso desde luego, pero el argumento con el que Caleb y Josué lucharon para levantar sus propios corazones tiene tanta fuerza hoy día como la tuvo entonces: "Con nosotros está el Señor; no los temáis" (Números 14:9). Un historiador nos cuenta que cuando Antígono escuchó a sus soldados hablar de cuántos eran sus enemigos, y cómo se desalentaban unos a otros, dio un paso en medio de ellos y preguntó: "¿Y por cuántos enemigos cree que yo valgo?" Almas desmotivadas: ¿por cuánto creen que vale el Señor? ¿acaso Él no es un oponente demasiado grande para todos sus enemigos? ¿No es un Todopoderoso más que muchos poderosos? "Si Dios es por nosotros ¿quién contra nosotros? (Romanos 8:31).

¿Cuál creemos que fue la razón para las grandes comprobaciones que hizo Gedeón? Preguntó, deseaba una señal, y después de eso otra. ¿Y cuál era la razón de esto sino que él pudiese estar seguro de que el Señor estaba con él, y que pudiese escribir sobre su insignia el emblema: La espada del Señor y de Gedeón?

Así que si podemos estar seguros de que el Señor está con su pueblo, podemos elevarnos sobre todo el desánimo. Y para que sea así no necesitamos una señal desde el cielo. Ya tenemos la señal de que la iglesia ha sido maravillosamente preservada entre todos sus enemigos. Si Dios no estuviese con su pueblo, ¿cómo es posible que no fuesen devorados rápidamente? ¿Acaso es porque sus enemigos están esperando tener poder o una oportunidad? No. Lo que sucede es que hay una mano invisible sobre ellos. Por tanto dejemos que su presencia nos dé descanso, y aunque los montes se muevan de lugar, y aunque el cielo y la tierra se mezclen, no temamos: Dios está en medio de Sión, y no será conmovida.

lunes, 27 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

3.    EL TIEMPO EN EL QUE HAY PROBLEMAS EN LA IGLESIA

Cuando la Iglesia es oprimida y está a punto de perecer en las olas de la persecución como la barca en la que estaban Jesús y los discípulos, hay almas buenas que también se preparan para naufragar en las olas de sus propios temores.

Es verdad que la mayoría de las personas necesitan más las espuelas que las riendas en este caso, sin embargo algunos se sientan desanimados bajo el sentir de los problemas de la Iglesia. La pérdida del arca le costó su vida a Elí (1 Samuel 4:16-18); la triste situación en la que estaba Jerusalén hizo que la expresión del buen Nehemías cambiase en medio de todos los placeres y comodidades de la corte (Nehemías 2:1-3).

Pero aunque Dios permite, e incluso ordena el conmoverse por estas calamidades, y llama en tales tiempos a "gemir, llorar y vestirse de cilicio", amenazando con severidad a los insensibles, no le agrada vernos sentados bajo el enebro como el compungido Elías: "Basta ya, oh Señor, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres" (1 Reyes 19:4). No: podemos y debemos ser gimientes en Sión, pero no atormentarnos a nosotros mismos; podemos quejarnos a Dios, pero no quejarnos de Dios (ya sea por el lenguaje o las acciones).

Preguntémonos entonces cómo los corazones sensibles pueden ser aliviados y sostenidos cuando se ven desbordados con el pesado sentimiento de los problemas de la Iglesia. Es cierto que es difícil para el que tiene su gozo preferente en Sión, guardar su corazón de hundirse bajo el sentir de sus problemas; sin embargo debe y puede hacerse mediante el empleo de direcciones que establezcan el corazón, como las siguientes:

EN PRIMER LUGAR, establezcamos esta gran verdad en nuestro corazón: ningún problema cae sobre Sión sin permiso del Dios de Sión, y Él no permite nada que no vaya a traer finalmente mucho bien sobre su pueblo. El consuelo puede derivarse de reflexionar en la voluntad de Dios, que permite y ordena. "Dejadle que maldiga, pues el Señor se lo ha dicho" (2 Samuel 16:11); "Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba" (Juan 19:11).

Debería calmar mucho nuestros espíritus saber que es la voluntad de Dios que lo soportemos, y que, si Él no lo hubiese permitido, nunca sería como es. Esta misma consideración calmó a Job, Elí, David y Ezequías. Que el Señor lo hubiese hecho era suficiente para ellos, y ¿por qué no habría de ser suficiente para nosotros? Si el Señor quiere arar la Iglesia como un campo, y sus piedras yacen en el polvo, si es su agrado que el Anticristo muestre su furia durante aún más tiempo y fatigue a los santos del Altísimo, si es su voluntad que haya un día de tribulación, de pisoteo por el Señor de los ejércitos sobre el valle de la visión, que los malvados devoren al hombre más justo que ellos ¿qué somos nosotros para contender con Dios? Lo adecuado es que acatemos esa voluntad cuando se presente, y que Aquel que nos hizo disponga de nosotros como le plazca. Él puede hacer lo que le parezca bien sin nuestro consentimiento.

¿Acaso el pobre ser humano está en el mismo terreno para que pueda capitular con su Creador, o para que Dios le dé cuenta de cualquiera de sus asuntos? Que estemos contentos, sin importar cómo Dios pueda disponer de nosotros, es tan razonable como que seamos obedientes, sea lo que sea que Él nos requiera. Pero si llevamos este argumento más lejos, y consideramos que todo lo que Dios permite al final acaba resultando en un bien real para su pueblo, esto calmará nuestros espíritus mucho más.

¿Se están llevando los enemigos lo mejor del pueblo a la cautividad? Parece una providencia desesperante, pero Dios los envía allí por su bien. ¿Está tomando Dios a los Asirios como una vara en su mano para azotar a su pueblo? El objetivo de hacer eso es que "el Señor haya acabado toda su obra en el monte de Sión" (Isaías 10:12). Si Dios puede traer mucho bien de la mayor maldad del pecado, mucho más puede hacerlo con las aflicciones temporales, y que lo hará es tan evidente como que puede hacerlo. Ya que es inconsistente con la sabiduría de alguien común, permitir que algo que podría evitar si quisiera, acabe con su gran diseño, ¿cómo se puede imaginar que Dios, que es más sabio, hiciera algo así?

Como Lutero dijo a Melanchthon, también digo: "Deja hacer a la infinita sabiduría y poder", porque por este todas las criaturas se mueven, y todas las acciones se guían en referencia a la Iglesia. No es nuestro trabajo gobernar el mundo, sino someternos a lo que Él hace. Los movimientos de la providencia son todos juiciosos, las ruedas están llenas de ojos: es suficiente saber que los asuntos de Sión están en buenas manos.

domingo, 26 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

2.    EL TIEMPO DE ADVERSIDAD

En octavo lugar, para calmar el corazón también es bueno considerar que al inquietarnos y estar descontentos, nos hacemos más daño del que nos podrían producir las aflicciones. Nuestro propio descontento da armas a nuestros problemas. Hacemos nuestra carga más pesada cuando luchamos bajo su peso.

Si nos quedásemos quietos bajo la mano de Dios, nuestra condición sería mucho más fácil. "La impaciencia en tiempos de enfermedad, produce la severidad del médico". Esto hace que Dios nos aflija más, como hace el padre con el niño tozudo que no recibe la corrección.

Además el descontento hace que el alma esté indispuesta a orar por sus problemas, o a recibir el sentimiento de bien que Dios trata de producir mediante ellos. La aflicción es una píldora, que envuelta con paciencia y sumisión es fácil de tragar. Pero con el descontento mordemos la píldora y amargamos el alma. Dios echa fuera alguna comodidad que ve que puede dañarnos y nosotros echamos fuera nuestra paz detrás de ella. Él dispara una flecha a nuestra roa, que nunca tuvo la intención de dañarnos, y nosotros nos la clavamos hasta dañarnos el corazón por medio de la mala disposición y el descontento.

En noveno lugar, si nuestro corazón (como el de Raquel) todavía no quiere ser consolado, hagamos una cosa más. Comparemos la condición en la que estamos ahora, en la que estamos tan insatisfechos, con la condición en la que están otros y en la mereceríamos estar.

Ahora otros están en medio de llamas, gimiendo bajo el azote de la justicia, y mereceríamos estar entre ellos. Oh alma mía ¿acaso se parece esto al infierno? ¿Es mi condición como la de los condenados? ¡Cuánto darían los miles que ahora están en el infierno para cambiar su situación con la mía!

Un autor dice: He leído que cuando el Duque de Conde se sometió voluntariamente a las inconveniencias de la pobreza, un señor de Italia se fijó en él y sintió lástima y deseó ayudarlo. El buen duque respondió "Señor, no se preocupe, y no crea que sufro por la necesidad, porque envié un heraldo delante de mí que me prepara mis alojamientos y se preocupa de que sea bien tratado". El señor le preguntó quién era ese heraldo. Él respondió: "El conocimiento de mí mismo, y el pensar lo que merezco por mis pecados, que es el tormento eterno. Cuando llego con este conocimiento a mi aposento, aunque lo encuentre desprovisto, pienso que es mucho mejor de lo que merezco. ¿Por qué se quejan los que viven?"

De esta forma se puede guardar el corazón de resentirse e indisponerse bajo la adversidad.

sábado, 25 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

2.    EL TIEMPO DE ADVERSIDAD

En sexto lugar, sería un gran apoyo para nuestro corazón cuando estamos bajo adversidad el considerar que Dios, mediante esas providencias que nos humillan puede estar cumpliendo aquello por lo que hemos orado y esperado mucho tiempo. ¿Hemos de preocuparnos entonces?

Como cristianos, ¿no hemos hecho muchas oraciones a Dios pidiendo que nos libre del pecado, que nos descubra nuestra vanidad, que nos ayude a mortificar nuestros pecados y malos deseos, y que nuestros corazones solamente encuentren felicidad en Cristo? Con esos golpes de humillación y pobreza, Dios puede estar cumpliendo nuestros deseos.

¿Queremos ser guardados del pecado? Él ha hecho una cerca en nuestro camino con espinos. ¿Queremos ver la vanidad de las criaturas? La aflicción es una herramienta clara para descubrirla, porque la vanidad de las criaturas nunca se descubre de forma tan efectiva y sensible como por nuestra propia experiencia. ¿Queremos ver morir nuestra corrupción? Esta es la forma: quitarnos el combustible y el alimento que la mantiene, porque es la prosperidad la que da a luz la corrupción y la alimenta, de tal forma que la adversidad, cuando es santificada, es un medio para hacerla morir. 

¿Queremos que nuestro corazón no encuentre descanso sino en el seno de Dios? ¿Qué método podría ser mejor para que la providencia cumpliese este deseo que quitar de nuestras cabezas la cómoda almohada de plumas mundanas en la que hemos descansado?

Y aun nos irritamos por esto. Niños malcriados ¡cómo ponemos a prueba la paciencia de nuestro Padre! Si se retrasa en contestar las oraciones, somos rápidos en decir que no se acuerda de nosotros. Si las contesta de una forma que no esperamos, murmuramos contra Él por eso, como si en lugar de responder, estuviese acabando con nuestras esperanzas y objetivos. ¿No es suficiente que Dios tenga la gracia de hacer lo que queremos, que además esperamos que lo haga de la manera que queremos? 

En séptimo lugar, puede servir de apoyo al corazón considerar que en medio  de esos problemas Dios está realizando la obra en la cual el alma se regocijará más tarde. Nos vemos nublados con mucha ignorancia, y no somos capaces de discernir cómo la providencia particular se inclina a completar los designios de Dios. Por eso, al igual que hizo Israel en el desierto, murmuramos con frecuencia ya que la providencia nos lleva a través de un desierto aterrador en el que nos vemos expuestos a dificultades, aunque Dios nos esté guiando por buen camino a una ciudad con moradas.

Si pudiésemos ver cómo Dios en su propósito secreto ha trazado con exactitud el plan completo de nuestra salvación, incluso en los medios y circunstancias más pequeños, y pudiésemos discernir la admirable armonía de las dispensaciones divinas, sus relaciones mutuas junto con la contribución general que tienen todas hacia el objetivo final, y tuviésemos la libertad de elegir las circunstancias a nuestra manera, seguramente elegiríamos las mismas en las que estamos ahora.

La providencia es como un tapiz formado por miles de hilos que parecen inútiles si se toman por separado, pero que juntos, forman una hermosa historia. Ya que Dios hace todas las cosas de acuerdo al propósito de su voluntad, este es el mejor método para efectuar nuestra salvación. 

Si alguien tiene un corazón orgulloso, le serán asignadas muchas situaciones que lo humillen. Si alguno tiene un corazón mundano, llegarán muchas circunstancias que lo empobrezcan. Si fuésemos capaces de ver esto, no haría falta más consuelo para nuestros corazones decaídos.

viernes, 24 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

 
3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

2.    EL TIEMPO DE ADVERSIDAD

En cuarto lugar, Dios tiene la misma consideración por nosotros tanto cuando estamos en una condición baja como cuando estamos en una alta, por eso no debería ser tanto problema para nosotros que nos ponga en baja condición. Él manifiesta más de su amor, gracia y ternura en tiempos de aflicción que en tiempos de prosperidad.

Dios no nos eligió en primer lugar porque fuésemos personas destacadas, así que no nos va a abandonar porque seamos personas humildes. Los hombres pueden darnos la espalda y alterar su respeto por nosotros si nuestra condición se altera. Cuando la providencia ataca nuestras posesiones, los amigos del verano pueden convertirse en extraños, temiendo que podamos ser un problema para ellos, pero ¿acaso hará Dios lo mismo? No, no: "No te desampararé, ni te dejaré" (Hebreos 13:5) dice el Señor. Si la adversidad y la pobreza pudiesen impedirnos el acceso a Dios, serían una condición deplorable en verdad. Pero lejos de esto, podemos acercarnos a Él tan libremente como siempre. "el Dios mío me oirá" (Miqueas 7:7), dice la iglesia.

El pobre David, cuando le fueron arrebatadas todas las comodidades terrenales, pudo tener ánimo en el Señor su Dios ¿y nosotros no podremos?
Supongamos que nuestro cónyuge o hijo haya perdido todo en el mar, y venga a nosotros envuelto en harapos ¿le negaríamos la relación con nosotros o rehusaríamos atenderle? Si no lo harías, mucho menos lo hará Dios. ¿Por qué entonces nos alteramos tanto? Aunque nuestra condición cambie, el amor de nuestro Padre no cambia.

En quinto lugar, ¿No puede ser que, mediante la pérdida de las comodidades externas Dios esté preservando nuestras almas del poder de la tentación que nos lleva a la ruina? En ese caso tenemos poco motivo para hacer que nuestro corazón se hunda en tan tristes pensamientos. ¿Acaso los disfrutes de este mundo no hacen que la gente se agite y cambie en los tiempos de prueba? Por amor a esas cosas muchos han abandonado a Cristo en esos tiempos. El joven rico "se fue triste, porque tenía muchas posesiones". Si este es el diseño de Dios ¡cuán desagradecido es murmurar contra Dios por ello!

Los marineros en medio de la tormenta son capaces de tirar por la borda las cargas más valiosas con tal de preservar sus vidas. Sabemos que es normal que los soldados de una ciudad bajo asedio destruyan los mejores edificios fuera de las murallas, en los cuales los enemigos pudiesen tomar refugio. Y en estos casos nadie duda de que lo que hacen es lo más sabio.Aquellos que tienen miembros gangrenados los presentan voluntariamente para ser cortados, y no solo dan las gracias al cirujano, sino que también le pagan. 
¿Hemos entonces de murmurar contra Dios por echar fuera aquello que nos puede hundir en la tormenta, por derribar aquello que puede ayudar a nuestro enemigo en el asedio de la tentación, por cortar aquello que puede poner en peligro nuestra vida eterna?

¡Oh, hombres desconsiderados y desagradecidos! ¿Acaso no son estas cosas por las que nos lamentamos, las mismas cosas que han arruinado a miles de almas?

jueves, 23 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

 

3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

2.    EL TIEMPO DE ADVERSIDAD

En segundo lugar, aunque Dios se ha reservado la libertad de afligir a su pueblo, ha atado sus manos con la promesa de que nunca se apartará su misericordia de ellos (Isaías 54:10).

¿Somos capaces de contemplar esta porción de las Escrituras con un espíritu resentido y descontento? "Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él" (2 Samuel 7:14-15). ¡Oh corazón, corazón orgulloso! ¿Haces bien en estar descontento cuando Dios te ha dado el árbol completo, lleno de ramas de consuelo creciendo en él, solo porque permite que el viento sople y haga caer unas pocas hojas?

Los cristianos tienen dos tipos de beneficios, los beneficios del trono y los del reposapiés. Beneficios movibles e inamovibles. Si Dios ha asegurado unos, nunca dejemos que el corazón se preocupe por la pérdida de los otros. Si hubiese apartado su amor, o sacado nuestras almas del pacto, ciertamente tendríamos motivos para estar entristecidos. Pero no lo ha hecho, ni puede hacerlo.

En tercer lugar, recordar que es nuestro propio Padre el que ordena las aflicciones, es algo de gran eficacia para guardar el corazón de hundirse en medio de ellas. Ninguna criatura mueve su mano o lengua contra nosotros sin su permiso.

Si la copa es amarga, pero es la copa que el Padre nos ha dado, ¿cómo podemos sospechar que lo que contiene es veneno? No seamos necios, pongamos el caso en nuestro propio corazón: ¿podríamos darle a un hijo algo que lo destruyese? ¡No! Antes nos haríamos daño a nosotros mismos que hacerles daño a ellos.  "Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos... " ¡Cuánto más Dios!

La simple consideración de su naturaleza como Dios de amor, compasión y tiernas misericordias, o de su relación con nosotros como padre, esposo y amigo debería ser suficiente seguridad incluso si Él no nos hubiese dado palabra para tranquilizarnos en estos casos. Sin embargo, también tenemos su palabra, a través del profeta Jeremías: "no os haré mal". Estamos demasiado cerca de su corazón para que Él nos dañe, y nada le entristece más que nuestras sospechas infundadas e indignas acerca de sus planes. ¿No se entristecería un médico fiel y de corazón amoroso, cuando después de haber estudiado el caso de su paciente, y haber preparado las más excelentes medicinas para salvar su vida, lo escuchase decir: "¡Oh, me ha descompuesto! ¡Me ha envenenado!", simplemente porque le produce dolor la operación? Oh, ¿cuándo tendremos un corazón inocente?

miércoles, 22 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

2.    EL TIEMPO DE ADVERSIDAD 

Cuando la providencia no nos sonríe y acaba con nuestras comodidades externas, miremos nuestro corazón y guardémoslo con toda diligencia para que no se resienta contra Dios ni desmaye bajo su mano; porque los problemas, aunque sean santificados siguen siendo problemas.

Jonás era un buen hombre, y aun así ¡cuánto se irritó su corazón bajo la aflicción! Job era un espejo de paciencia, y aun así ¡cuánto se descompuso su corazón en la tribulación!

Cuando nos encontremos bajo grandes aflicciones encontraremos difícil tener un espíritu compuesto. ¡Cuántas prisas e inquietud generan las aflicciones incluso en los mejores corazones! Veamos entonces cómo un cristiano que está bajo gran aflicción puede evitar que su corazón se resienta o desmaye bajo la mano de Dios. Ofreceremos varias ayudas para guardar el corazón que se encuentra en esta condición.

En primer lugar, mediante las circunstancias que se cruzan, Dios está buscando fielmente el gran diseño de su electivo amor sobre las almas de su pueblo, y ordena todas estas aflicciones como medios santificados para conseguir ese objetivo.

Las aflicciones no vienen por casualidad, sino por diseño. Por el diseño de Dios son ordenadas como medio para producir a los creyentes un bien espiritual: "De esta manera, pues, será perdonada la iniquidad de Jacob" (Isaías 27:9); "Pero [Dios nos disciplina] para lo que es provechoso" (Hebreos 12:10); "Todas las cosas nos ayudan a bien" (Romanos 8:28).

Las aflicciones son como obreros de Dios en nuestros corazones, que sacan el orgullo y la seguridad carnal de ellos, y haciendo así, su naturaleza es transformada, de forma que se convierten en bienes y beneficios. "Bueno me es haber sido humillado" (Salmos 119:71) dice David.

Por tanto es seguro que no tenemos motivos para reñir con Dios, sino más bien para maravillarnos de que Él se ocupe tanto en nuestro bien que utiliza cualquier medio para cumplirlo. Pablo podía bendecir a Dios si en alguna manera lograba alcanzar la resurrección de los muertos.  "Hermanos", dice Santiago, "tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas" (Santiago 1:2). 

Nuestro Padre está realizando un sabio diseño sobre nuestras almas, ¿haremos bien entonces en enfadarnos con Él? Todo lo que Él hace es con referencia de algún objetivo glorioso sobre nuestras almas. Es nuestra la ignorancia del diseño de Dios lo que nos hace pelear con Él. En ese caso nos dice, como dijo a Pedro: "Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después" (Juan 13:7).

martes, 21 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

1.    EL TIEMPO DE PROSPERIDAD

En quinto lugar el corazón puede mantenerse humilde al considerar la naturaleza obstructora que tienen las cosas terrenales sobre un alma que de todo corazón está dedicada al camino hacia el cielo. Nos cierran mucho del cielo en el presente, aunque puedan no cerrarnos el cielo al final.

Si nos consideramos peregrinos en este mundo, y de camino al cielo, tenemos tanta razón para deleitarnos en estas cosas como un caballo la tiene para deleitarse por una pesada carga. En el desprecio ateísta de Juliano había una seria verdad. Cuando arrebataba sus fortunas a los cristianos, les decía: "Esto es para que estéis más preparados para el reino de los cielos".

En sexto lugar, ¿es nuestro espíritu todavía vano y elevado? Entonces hagámosle considerar el día en que se hará recuento, ese día en el que se nos hará recuento de todas las misericordias que hemos recibido. Creo que esto debería asombrar y humillar al corazón más vano que haya jamás habitado el pecho de un santo.

Podemos tener por cierto que el Señor registra todas las misericordias que nos ha concedido, desde el comienzo hasta el fin de nuestras vidas. "Pueblo mío, acuérdate ahora desde Shittim hasta Gilgal" (Miqueas 6:5). Sí, son enumeradas y registradas en orden en una cuenta, y: "a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará" (Lucas 12:48). No somos más que administradores, y nuestro Señor vendrá a tomar cuentas de nosotros, y ¡cuán gran cuenta hemos de hacer, cuando tenemos tanto de este mundo en nuestras manos! Qué gran testigo serán nuestras misericordias contra nosotros si tenemos un pobre fruto de ellas.

En séptimo lugar, una reflexión que nos hace sentir humildes es considerar que las misericordias de Dios obran sobre nuestro espíritu de forma distinta a lo que lo hacen sobre el espíritu de otros, en los cuales se convirtieron en misericordias santificadas del amor de Dios. ¡Oh, Señor! ¡Qué triste es pensar en esto! Es suficiente para hacernos tumbar en el polvo cuando consideramos que esas mismas misericordias hicieron más humildes a otros. Cuanto más los elevó Dios, más se humillaban ante Él. 

Así fue con Jacob cuando Dios le dio tanto: "menor soy que todas las misericordias y que toda la verdad que has usado para con tu siervo; pues con mi cayado pasé este Jordán, y ahora estoy sobre dos campamentos" (Génesis 32:10). También fue así con el santo David. Cuando Dios le hubo confirmado la promesa de construirle una casa y no rechazarlo como hizo con Saúl, él se pone delante del Señor y le dice: "¿quién soy yo, y qué es mi casa, para que tú me hayas traído hasta aquí?" Ciertamente, así lo requería Dios. Cuando Israel le trajo los primeros frutos de Canaán, ellos debían decir: "Un arameo a punto de perecer fue mi padre" (Deuteronomio 26:5).

¿No exaltan otros a Dios cuando Dios los levanta a ellos? Y cuando Dios nos levanta a nosotros, ¿habremos de abusar más de Él y exaltarnos a nosotros mismos? ¡Cuán impía es una conducta como esa!
Otros han sido capaces de dar crédito a Dios por toda la gloria de lo que disfrutan, sin engrandecerse ellos mismos, sino a Dios por sus misericordias. 
Así dice David: "Que sea engrandecido tu nombre para siempre, ... y que la casa de tu siervo sea firme delante de ti" (2 Samuel 7:26). Él no devora la misericordia que le ha dado el Señor ni le succiona toda su dulzura sin mirar más allá de su propia comodidad. No, él solo se preocupa de la misericordia recibida por el hecho de que Dios sea magnificado en ella. De igual manera cuando Dios lo ha librado de todos sus enemigos dice: "Mi fortaleza y mi cántico es el Señor, Y él me ha sido por salvación" (Salmos 118:14).
Los creyentes del pasado no ponían la corona sobre sus propias cabezas como hacemos nosotros en nuestra vanidad.

Las misericordias de Dios han fundido el corazón de otros en amor al Dios de las misericordias. Cuando Ana recibió la misericordia de un hijo, dijo: "Mi corazón se regocija en el Señor" (1 Samuel 2:1). No en la misericordia recibida, sino en el Dios de la misericordia. De igual modo fue con María: "Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador" (Lucas 1:46-47). Esa palabra significa hacer más espacio en el espíritu para Dios; sus corazones no se contraían  por lo recibido, sino que se engrandecían para Dios.

También las misericordias recibidas de Dios han servido como restricción para evitar el pecado de otros. Esdras 9:13-14 dice "Ya que tú, Dios nuestro... nos diste un remanente como este, ¿hemos de volver a infringir tus mandamientos?" Las almas limpias sienten sobre ellas la fuerza del amor y la misericordia que las obligan.    

Las misericordias de Dios hacia otras personas han sido como aceite en los engranajes de su obediencia, y los han equipado más para el servicio. Si las misericordias que hemos recibido tienen el efecto contrario sobre nuestros corazones, tenemos grandes motivos para temer que no hayan llegado a nosotros en amor. Es suficiente para rebajar el espíritu de un creyente el ver el dulce efecto que las misericordias han tenido sobre otros y los amargos efectos que han tenido sobre él mismo.

lunes, 20 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

1.    EL TIEMPO DE PROSPERIDAD

En segundo lugar, nos puede ayudar a ser más vigilantes y humildes en tiempo de prosperidad el considerar que, entre los cristianos, muchos han sido peores por tenerla. ¡Cuán bueno hubiese sido para algunos de ellos si nunca hubiesen conocido la prosperidad! Cuando nacieron en una condición baja, cuán humildes, espirituales y celestiales eran. Pero al prosperar, ¡qué alteración cayó sobre sus espíritus! Así sucedió con Israel. Cuando estuvieron en una baja condición en el desierto, eran "santidad al Señor". Pero al entrar en Canaán y ser alimentados ricamente el lenguaje fue: "somos libres; nunca más vendremos a ti" (Jeremías 2:31).

Las ganancias externas normalmente se logran con pérdidas internas; así como en una condición humilde sus empleos civiles acostumbraban a tener un cierto sabor a sus deberes religiosos, en una condición exaltada sus deberes normalmente tenían sabor a mundo. Aquel cuyas gracias no son obstaculizadas por sus riquezas, es en verdad rico en gracia. En el mundo hay pocos Josafats, de quien se decía "tuvo riquezas y gloria en abundancia. Y se animó su corazón en los caminos del Señor" (2 Crónicas 17:5-6).

¿No mantendrá nuestros corazones humildes en la prosperidad, el pensar en cuánto han pagado muchos hombres piadosos por sus riquezas, que por ellas han perdido aquello que todo el mundo no puede comprar?

En tercer lugar, mantengamos humilde nuestro vano corazón con esta consideración: Dios no valora a ningún hombre más por sus excelencias externas, sino por las gracias internas que posee; estas son los adornos internos del Espíritu, que son de gran valor a los ojos de Dios.

Dios menosprecia la gloria del mundo, y no acepta a nadie por ser una gran personalidad, "sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia" (Hechos 10:35).

Si el juicio de Dios fuese igual que el del hombre, podríamos valorarnos por esas cosas y afirmarnos sobre ellas. Pero solo somos algo si lo somos según el juicio de Dios. ¿No se mantendrá humilde mi corazón y dejará de vanagloriarse si considero esto?

En cuarto lugar, ¿cuántas personas al borde de la muerte han lamentado su necedad al poner su corazón en estas cosas, y han deseado no haberlas conocido nunca? Qué terrible fue la situación de Pío Quinto, que murió gritando de desesperación: "Cuando era de baja condición tenía alguna esperanza de salvación, cuando llegué a ser cardenal, comencé a dudarlo mucho; pero después de llegar al papado, no tengo esperanza alguna".

Otro autor también nos cuenta la triste historia real de un rico opresor, que había amasado una gran fortuna para su único hijo. Cuando iba a morir, llamó a su hijo y le dijo: "Hijo, ¿en verdad me amas?" El hijo respondió que: "la naturaleza así como su indulgencia paternal le obligaban a ello". "Entonces (dijo el padre) exprésalo en esto: mantén tu dedo en la llama de una vela mientras digo una oración". El hijo lo intentó, pero no pudo soportarlo. Al verlo, el padre prorrumpió en esta expresión: "No pudiste soportar quemarte un dedo por mí, pero para conseguirte esta riqueza he puesto mi alma en angustia y mi alma y cuerpo deben arder en el infierno por ti. Tu dolor hubiese sido por un momento, pero los míos serán una llama que nunca cese".

domingo, 19 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

Espero que estas consideraciones convenzan a mis lectores de que es importante guardar el corazón con toda diligencia. Procedo en tercer lugar a considerar esas temporadas especiales en la vida de un cristiano que requieren nuestra mayor diligencia en el cuidado del corazón, aunque (como se observó antes) el deber siempre nos obliga y no hay momento o condición de la vida en que podamos excusarnos de esta obra; sin embargo, hay temporadas señaladas, horas críticas que requieren una mayor vigilancia sobre el corazón.

1. EL TIEMPO DE PROSPERIDAD

Cuando la providencia nos sonríe. En ese tiempo, cristiano, guarda tu corazón sobre toda cosa, porque estará muy inclinado a crecer en seguridad en sí mismo, en orgullo, y en volverse terrenal. Bernard dice: "Ver a un hombre humilde en tiempo de prosperidad, es una de las mayores rarezas del mundo".
Incluso el buen Ezequías no pudo ocultar un temperamento vanaglorioso cuando llegó su tentación, de ahí que se advirtiese a Israel: "Cuando el Señor tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, en ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste, y luego que comas y te sacies, cuídate de no olvidarte del Señor" (Deuteronomio 6:10-12). Y así sucedió porque "engordó Jesurún, y tiró coces" (Deuteronomio 32:15).

¿Cómo puede entonces el cristiano guardar su corazón del orgullo y la seguridad carnal cuando la providencia le sonríe y confluyen las comodidades creadas por el hombre? Hay varias ayudas para asegurar el corazón frente a las peligrosas trampas de la prosperidad.

En primer lugar, pensemos en las cautivadoras tentaciones que vienen con una condición próspera y agradable. Son pocos, muy pocos los que viviendo en los placeres de este mundo escapan a la perdición eterna. Cristo dice (Mateo 19:24) "es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios", "Ni muchos poderosos, ni muchos nobles [son llamados]" (1 Corintios 1:26).

Tenemos una buena razón para temblar cuando las Escrituras nos dicen que, en general, pocos son salvos. Mucho más cuando nos dicen que de ese grupo en el que estamos, pocos serán salvos. Cuando Josué llamó a las tribus de Israel a que echaran suertes para descubrir a Acán (Josué 7), no hay duda de que él temió. Cuando se eligió a la tribu de Judá, su temor aumentó. Pero cuando la familia de los de Zera fue elegida, llegó la hora de temblar. Del mismo modo cuando las Escrituras llegan a decirnos que de las personas de tal clase muy pocos van a escapar, es hora de alarmarse.

Crisóstomo dice: "Me pregunto si alguno de los gobernantes se salvará". ¡Oh cuántos han sido dirigidos al infierno en los carros de los placeres terrenales, mientras que otros han entrado a golpes en el cielo por la vara de la aflicción! ¡Qué pocos llegan a Cristo con presentes, como las hijas de Tiro! (Salmos 45:12) ¡Qué pocos de entre los ricos ruegan por su favor!

sábado, 18 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

2. RAZONES POR LAS QUE LOS CRISTIANOS DEBEN DEDICARSE A GUARDAR EL CORAZÓN  

-tercera parte-

5. La mejora de nuestras gracias depende de guardar nuestros corazones

Nunca he sabido de una gracia que crezca en un alma descuidada. Los hábitos y las raíces de la gracia están plantadas en el corazón, y cuanto más profundamente plantadas están, más floreciente es la gracia. En Efesios 3:17 leemos sobre estar “arraigados” en la gracia; la gracia en el corazón es la raíz de cada palabra llena de gracia en la boca, y de cada obra santa en las manos. Es verdad, Cristo es la raíz de un cristiano. Pero Cristo es la raíz que da origen, y la gracia es la raíz originada, plantada e influenciada por Cristo; y según esta crece bajo la influencia divina, los actos de gracia son más o menos fructíferos o vigorosos.


Ahora bien, si el corazón no se guarda con cuidado y diligencia, estas influencias fructíferas se detienen y son cortadas. Multitud de vanidades caen sobre ellas y devoran su fuerza. El corazón es, por así decirlo, el recinto en el que multitud de pensamientos se alimentan cada día. Un corazón en gracia guarda diligentemente y alimenta muchos pensamientos sobre Dios en un día. “¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican más que la arena; Despierto, y aún estoy contigo” (Salmos 139:17-18) Conforme el corazón los alimenta, estos se renuevan y alegran el corazón. “Como de meollo y de grosura será saciada mi alma, Y con labios de júbilo te alabará mi boca” (Salmos 63:5).

Pero en el corazón descuidado multitud de pensamientos vanos y necios trabajan continuamente y dejan de lado los pensamientos espirituales sobre Dios en los cuales el alma debería refrescarse. Además, el corazón descuidado no saca provecho de ningún deber u ordenanza que realiza o a la que asiste, aunque estas sean los conductos del cielo por los que se derrama la gracia y esta produce su fruto. Una persona puede ir con un espíritu falto de atención de una ordenanza a otra, ponerse todos los días bajo la mejor enseñanza, y nunca mejorar a causa de ello, porque un corazón descuidado es como una fuga en el fondo de un cubo, no habrá influencias celestiales, por ricas que estas sean, que puedan permanecer en un alma como esa.

Cuando la semilla cae sobre el corazón que es común y está abierto como una calzada libre para todos los viajantes, los cuervos vienen y la devoran. ¡No! No basta con oír a menos que cuidemos como oímos; una persona puede orar y nunca mejorar a menos que sea vigilante en la oración. En una palabra, todos los medios son bendecidos para mejorar la gracia, según el cuidado y lo estrictos que seamos en guardar nuestros corazones en los mismos.

6. La estabilidad de nuestras almas en tiempo de tentación depende del cuidado que ejerzamos al guardar nuestros corazones

El corazón descuidado es una presa fácil para Satanás en el auge de la tentación. Sus principales ataques se levantan contra el corazón. Si logra ganar el corazón, lo gana todo, porque este es el que dirige al hombre entero. Y ¡Cuán fácil conquista es un corazón descuidado! Sorprender un corazón así no es más difícil que el hecho de que un enemigo entre en una ciudad cuyas puertas están abiertas y sin guardia. Es el corazón vigilante el que descubre y suprime la tentación antes de que se haga fuerte.

Los estudiosos observan que este es el método por el que las tentaciones maduran y llegan a tener toda su fuerza. Está la excitación que produce el objeto, o el poder que tiene para provocar nuestra naturaleza corrupta; esto se produce por la presencia física del objeto o por la especulación cuando el objeto (aun estando ausente) se sostiene frente a nuestra alma mediante la imaginación. Luego sigue el movimiento del apetito producido por el engaño que lo representa como un bien sensual. Después la mente reflexiona sobre los mejores medios para conseguirlo. Lo siguiente es la decisión, o la elección de la voluntad, y, por último, el deseo o el pleno involucramiento de la voluntad con ello. Todo esto puede suceder en un breve instante, ya que los movimientos del alma comienzan y terminan rápido. Cuando se llega así de lejos, el corazón ya ha sido ganado. Satanás ha entrado victorioso y colocado sus insignias sobre las paredes del fuerte real. Pero si el corazón se hubiese guardado al principio, nunca se habría llegado a esto. La tentación hubiese sido detenida en el primer o segundo acto.

Y, de hecho, en esos primeros actos se detiene fácilmente, ya que, con el movimiento de un alma tentada a pecar, sucede como con una roca cayendo por una colina: se la detiene fácil al principio, pero una vez que se pone en marcha, va adquiriendo fuerza en el descenso. Por tanto, lo más sabio es vigilar los primeros movimientos del corazón para detectar y detener el pecado allí. Estos movimientos de pecado son débiles al principio. Un poco de cuidado y vigilancia pueden prevenir muchos males. Pero el corazón descuidado, al no prestar atención a esto, entra en el poder de la tentación como los sirios entraron ciegos en medio de Samaria antes de que supiesen que estaban allí.

viernes, 17 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

2. RAZONES POR LAS QUE LOS CRISTIANOS DEBEN DEDICARSE A GUARDAR EL CORAZÓN  

-segunda parte-

3. La belleza de nuestras palabras nace de la disposición divina de nuestros espíritus

Hay una hermosura y lustre espiritual en la forma de hablar de los santos. Los santos brillan como luces del mundo, pero cualquier hermosura y lustre que haya en sus vidas proviene de la excelencia de sus espíritus, tal como la vela pone el brillo en la linterna en la que brilla. Es imposible que un corazón desordenado y descuidado produzca una conversación bien ordenada. Y como la vida mana del corazón como una fuente, es lógico que tal como es el corazón, así será la vida.

De ahí que 1 Pedro 2:12 diga: “absteneos de los deseos carnales… manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles”, buena o hermosa, como la palabra griega implica. Del mismo modo Isaías 55:7 “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos”. Su camino, indica el rumbo de su vida, sus pensamientos, muestra la disposición de su corazón. Y como el rumbo de su vida fluye de sus pensamientos o disposición del corazón, no se puede tener el uno sin el otro.

El corazón es la fuente de todos los actos, y estos actos están virtual y radicalmente contenidos en nuestros pensamientos; estos pensamientos una vez se convierten en afectos, se tornan rápidamente en acciones. Si el corazón es malo, entonces, como dice Cristo “del corazón proceden los malos pensamientos y homicidios” (Marcos 7:21). Notemos el orden: primero son los pensamientos oscuros y llenos de rencor, luego son las prácticas u homicidios.

Y si el corazón es santo, entonces sucede como con David: “Rebosa mi corazón palabra buena; Dirijo al rey mi canto; Mi lengua es pluma de escribiente muy ligero” (Salmos 45:1). Este es el ejemplo de una vida hermoseada con buenas obras. Algunas ya hechas, otras por hacer (Rebosa mi corazón) ambas proceden de una disposición divina de su corazón.

Si disponemos el corazón correctamente, la vida rápidamente lo mostrará. Por los actos y conversación de los cristianos no es difícil discernir en qué disposición se encuentran sus espíritus. Tomemos a un cristiano en buena disposición y veremos lo serias, celestiales y aprovechables que serán su  conversación y sus obras de fe. ¡Qué agradable compañero será mientras esto continúe! Hará bien al corazón de cualquiera el estar con él en tales momentos. Salmos 37:30 “La boca del justo habla sabiduría, Y su lengua habla justicia. La ley de su Dios está en su corazón”. Cuando el corazón está levantado hacia Dios y lleno de Dios, incita diestramente a palabras espirituales, mejorando y sacando ventaja de cada situación para algún propósito divino. Pocas palabras se desperdician.

Y ¿cuál es la razón de que las palabras y actos de tantos cristianos se hayan vuelto tan vacíos y  poco aprovechables, y que su comunión con Dios y con otros cristianos se haya secado, sino el hecho de que hayan descuidado sus corazones? Seguro esto es la razón de ello, y es un mal por el que hay que lamentar grandemente. De esta forma, la belleza que debería resplandecer de la conversación de los creyentes hacia los rostros y las conciencias del mundo y atraerlo (que, si no los atrae y los enamora del camino de Dios, al menos deja testimonio en su conciencia de la excelencia de estos hombres y su  caminar), se pierde en gran medida para el inexpresable detrimento de la fe.

Hubo un tiempo en el que los cristianos se comportaban de tal manera que el mundo se detenía a mirarlos. Su vida y lenguaje estaba hecho de una fibra diferente a la de otros. Sus lenguas revelaban que eran galileos en cualquier lugar al que fuesen. Pero ahora, como hay tantas especulaciones vanas y han surgido tantas controversias infructuosas, el trabajar el corazón y la piedad práctica se ha descuidado tanto entre los que dicen ser creyentes que la situación, tristemente, ha cambiado. Su manera de hablar se ha vuelto como la de otros hombres, y si viniesen entre nosotros podrían “escucharnos hablar en su propia lengua”. Y tengo pocas esperanzas de ver que este mal se corrige y que el prestigio del cristianismo sea reparado hasta que los cristianos hagan sus primeras obras, hasta que se apliquen de nuevo a trabajar el corazón.

Cuando la sal del pensamiento centrado en el cielo se aplique a la fuente, las corrientes serán más limpias y más dulces.

4. El consuelo de nuestras almas depende mucho de guardar nuestros corazones

El que es negligente al atender su propio corazón normalmente es un gran extraño a su seguridad de salvación y a los consuelos que proceden de ella. De hecho, si la doctrina antinomiana fuese cierta, que nos enseña a rechazar todas las marcas y signos de nuestro estado, diciéndonos que es el Espíritu el que inmediatamente nos da seguridad dando testimonio de nuestra adopción directamente sin esas marcas, entonces podríamos descuidar nuestros corazones. Podríamos ser extraños para nuestros corazones sin ser extraños a nuestro consuelo. Pero como las Escrituras y la experiencia nos refutan esto, espero que nunca busquemos consuelo de maneras no bíblicas. 

No niego que es la obra y oficio del Espíritu el darnos seguridad, sin embargo puedo afirmar con confianza que si alguna vez obtenemos seguridad de la forma ordinaria en que Dios la dispensa, es porque hemos hecho esfuerzo sobre nuestros corazones.

Podemos esperar que el consuelo llegue de manera más fácil, pero si alguna vez lo disfrutamos de otra forma, estoy equivocado. Sobre toda cosa guardada y probaos a vosotros mismos, este es el método de las Escrituras. 

Un distinguido escritor, en su tratado sobre el pacto, nos cuenta que conocía a un cristiano que, cuando era un niño espiritual, gemía con tanta vehemencia buscando la seguridad infalible del amor de Dios que, durante mucho tiempo deseaba fervientemente oír una voz del cielo. A veces, caminando en los campos a solas, deseaba con ansias alguna voz milagrosa de los árboles y las piedras. Esto le fue negado después de muchos deseos y anhelos. Pero, a su tiempo, algo mejor le fue concedido en la manera ordinaria de escudriñar la palabra y su propio corazón.

Una persona culta nos da otro ejemplo similar de alguien que estaba siendo llevado por la tentación a los límites de la desesperación. Finalmente, al conseguir estar establecido y asegurado, alguien le preguntó cómo lo había conseguido, y él respondió: “No fue por una revelación extraordinaria, sino sujetando mi entendimiento a las Escrituras y comparando mi corazón con ellas”.

El Espíritu nos asegura desde luego, testificando de nuestra adopción. Y testifica de dos maneras. Una es objetiva, produciendo aquellas gracias de nuestra alma que son la condición de la promesa. De esa forma el Espíritu y las gracias en nosotros son una: El espíritu de Dios habitando en nosotros es una  marca de nuestra adopción. Ahora bien, el Espíritu puede ser discernido por sus operaciones en lugar de por su esencia. Discernir estas acciones es discernir el Espíritu, y no puedo imaginar cómo discernirlas sin una búsqueda y vigilancia diligente en el corazón.

La otra forma en que el Espíritu da testimonio es efectiva, es decir, irradiando el alma con una gracia que descubre la luz, resplandeciendo sobre su propia obra, y esto en el orden natural de las cosas, sigue al trabajo anterior: primero infunde la gracia, y luego abre los ojos del alma para verla. Como el corazón es el sujeto de esa gracia, incluso este testimonio del Espíritu incluye la necesidad de guardar con cuidado nuestros corazones, ya que un corazón descuidado está tan confuso y oscurecido que la poca gracia que hay en él normalmente no puede discernirse. Los cristianos más precisos y laboriosos a veces encuentran difícil descubrir la obra pura y genuina del Espíritu en sus corazones. ¿Cómo podrá entonces el cristiano que es negligente en trabajar su corazón ser capaz de descubrir la gracia?

La sinceridad, que es lo que se busca, yace en el corazón como una pequeña pieza de oro en el fondo de un río. El que la encuentra ha de quedarse hasta que el agua es clara, y entonces la verá resplandecer en el fondo. Para que el corazón esté claro y asentado, ¡cuántos dolores, vigilancia, cuidado y diligencia se requieren!

Dios normalmente no da a las almas negligentes el consuelo de la seguridad, Él no parece avalar la pereza y el descuido. Él da seguridad, pero según su forma. Su mandato ha unido nuestro cuidado y nuestro consuelo. Están equivocados los que piensan que la seguridad puede obtenerse sin trabajo.

¡Cuántas horas solitarias ha pasado el pueblo de Dios examinando su corazón! ¡Cuántas veces han mirado la Palabra y luego sus corazones! En ocasiones pensaron haber descubierto sinceridad, y estaban incluso listos para extraer la conclusión triunfante de su seguridad, para luego aparecer una duda que no podían resolver y destruirla por completo. Muchas esperanzas, temores, dudas y razonamientos han tenido en su pecho antes de llegar a un cómodo reposo. 

Pero supongamos que es posible que un cristiano descuidado pueda lograr la seguridad. Aun así sería imposible para él retenerla por mucho tiempo, porque hay una posibilidad entre mil de que alguien cuyo corazón está lleno del gozo de la seguridad retenga mucho tiempo ese gozo, a menos que se emplee un cuidado extraordinario. Un poco de orgullo, vanidad o descuido destruirá en pedazos todo por lo que ha pasado tanto tiempo trabajando en tan cansada labor. Como el gozo de nuestra vida y el consuelo de nuestra alma se elevan y caen con nuestra diligencia en este trabajo, guardemos el corazón sobre toda cosa guardada.

jueves, 16 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

 

2. RAZONES POR LAS QUE LOS CRISTIANOS DEBEN DEDICARSE A GUARDAR EL CORAZÓN  

-primera parte-

1. La gloria de Dios está muy implicada

La maldad del corazón es algo que provoca mucho al Señor. Los eruditos observan correctamente que los pecados externos son “pecados de gran infamia”, pero los internos son “pecados de más profunda culpa”. ¡Cuán severamente ha declarado el gran Dios su ira desde el cielo contra la maldad del corazón!

El crimen por el que fue acusado el mundo antiguo fue la maldad del corazón. “Y vio que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5). Por esto Él envió el juicio más temible que se había infligido desde el principio de los tiempos. No encontramos que fuesen sus asesinatos, adulterios, o blasfemias, lo que se alegó contra ellos (aunque estaban contaminados por estas cosas), sino la maldad de su corazón.

Aquello que hizo que Dios se inclinase a abandonar su heredad particular en las manos del enemigo fue la maldad de sus corazones. “Lava tu corazón de maldad, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo permitirás en medio de ti los pensamientos de iniquidad?” (Jeremías 4:14). Dios tomó nota particular de la maldad y vanidad de sus pensamientos, y a causa de esto los Caldeos vendrían sobre ellos: “El león sube de la espesura,... y ha salido de su lugar para poner tu tierra en desolación” (Jeremías 4:7).

Por el pecado de sus pensamientos es que Dios arrojó a tierra a los ángeles caídos y los guarda con “prisiones eternas” para el juicio del gran día (Judas 1:6). Mediante esta expresión se implica claramente algún tipo de juicio extraordinario para el que están reservados, ya que los prisioneros que tienen más cadenas sobre ellos son probablemente los malhechores más grandes. ¿Y cuál fue su pecado? la maldad espiritual.

Muchas de las maldades del corazón molestan tanto a Dios que Él rechaza con indignación las obras que algunos hombres realizan. “El que sacrifica buey es como si matase a un hombre; el que sacrifica oveja, como si degollase un perro; el que hace ofrenda, como si ofreciese sangre de cerdo; el que quema incienso, como si bendijese a un ídolo” (Isaías 66:3). ¿En qué palabras podría expresarse más el  aborrecimiento de un Dios santo por las acciones de una criatura? El asesinato y la idolatría no son peores en lo que a esto respecta que sus sacrificios, a pesar de que materialmente los ofrecen como Él dispuso. ¿Y qué es lo que hizo que sus sacrificios fuesen tan viles? Las palabras siguientes nos informan sobre esto: “su alma amó sus abominaciones”.

Es tal la maldad de los solos pecados del corazón, que las Escrituras a veces apuntan a la dificultad para perdonarlos. El corazón de Simón el mago no era correcto. Tenía pensamientos innobles sobre Dios y las cosas del mismo: El apóstol le ordenó “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón”. ¡Las maldades del corazón nunca son poca cosa! Debido a ellas Dios es ofendido y provocado. Es por esta razón, que cada cristiano ha de guardar su corazón con toda diligencia.

2. La sinceridad de nuestra profesión de fe depende mucho del cuidado que tengamos guardando el corazón.

Una persona que no tiene cuidado del área de su corazón, es bastante probable que sea un hipócrita en su profesión cristiana, sin importar lo eminente que sea en el exterior.

Tenemos un ejemplo impactante de esto en la historia de Jehú. 2 Reyes 10:31 dice “Mas Jehú no cuidó de andar en la ley de Jehová Dios de Israel con todo su corazón”. El contexto nos informa del gran servicio realizado por Jehú contra la casa de Acab y Baal, y también la gran recompensa temporal dada por Dios por ese servicio, que alcanzó a sus descendientes hasta la cuarta generación, sentándose estos en el trono de Israel. Sin embargo en estas palabras es censurado como un hipócrita: Aunque Dios aprobó y recompensó la obra, aborreció y rechazó a la persona que lo hizo por ser hipócrita. ¿Dónde vemos la hipocresía de Jehú? En que no se preocupó de andar en los caminos del Señor con su corazón. Es decir, todo lo hizo de manera poco sincera, y por motivos egoístas: y aunque la obra que hizo fue materialmente buena, al no purgar su corazón de esas inclinaciones egoístas mientras las realizaba, se convirtió en un hipócrita. Y aunque Simón parecía una persona a la que el apóstol normalmente no podría rechazar, su hipocresía fue descubierta rápidamente. A pesar de mostrar piedad y apegarse a los discípulos, mortificar los pecados del corazón era algo extraño para él. “Tu corazón no es recto delante de Dios” (Hechos 8:21).

Es cierto que hay una gran diferencia entre los cristianos en cuanto a su diligencia y destreza en lo que respecta al cuidado del corazón. Algunos conversan más con él, y tienen más éxito que otros. Pero el que no presta atención a su corazón y no tiene cuidado de ponerlo bien ante Dios, no es otra cosa que un hipócrita. Ezequiel 33:31 dice “Y vendrán a ti como viene el pueblo, y estarán delante de ti como pueblo mío, y oirán tus palabras, y no las pondrán por obra; antes hacen halagos con sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia”. He aquí una compañía de hipócritas formales, como se evidencia de la expresión como pueblo mío, como si fueran, pero no lo son. ¿Y qué los hizo ser así? Su exterior estaba bien. Había posturas reverentes, palabras elevadas, aparente deleite en los mandamientos “tú eres a ellos como cantor de amores” (Ezequiel 33:32), sí, pero en todo ello sus corazones no estaban con Dios, sino dirigidos por sus propios deseos. Iban tras su propia codicia. Si hubiesen guardado sus corazones con Dios, todo habría ido bien. Pero al no importarles en qué dirección iba su corazón cuando estaban cumpliendo con sus deberes, pusieron la semilla de su hipocresía.

Si algún alma recta deduce al leer esto que “soy un hipócrita también, porque muchas veces mi corazón se aparta de Dios en mis deberes; hago lo que puedo, pero no soy capaz de mantener mi corazón cerca de Dios”, le diría que la solución está en esas mismas palabras. Si dices “hago lo que puedo, pero aun así no puedo mantener mi corazón con Dios”, si verdaderamente haces lo que puedes, tienes la  bendición de alguien recto, a pesar de que Dios considere adecuado ejercitarte mediante la aflicción de un corazón descompuesto.

En los pensamientos y fantasías de las mejores personas sigue existiendo algo de descontrol para  mantenerlas humildes. Pero si se preocupan de evitarlo y de ejercer oposición cuando estos pensamientos aparecen, y se lamentan después de que lo hacen, ya es suficiente para decir que en ellos no reina la hipocresía. Esta preocupación se distingue en parte en colocar la palabra en el corazón para evitar estos pensamientos “En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti” (Salmos 119:11). También en los esfuerzos por hacer que el corazón se conecte con Dios y en pedir la gracia de Dios para evitarlo al comenzar con los deberes. Es un buen síntoma el ejercitar tal precaución, y es evidencia de rectitud oponerse a estos pecados tan pronto se levantan. “Odio los pensamientos vanos”. “El Espíritu es contra la carne”. La tristeza revela la rectitud del corazón. Si, como Ezequías, nos sentimos humillados por la maldad de nuestro corazón, no tenemos razón por ello para cuestionar su integridad. Pero si permitimos que el pecado se instale silenciosamente en el corazón, y dejamos que el corazón se aleje de Dios habitualmente y sin control, es un síntoma verdaderamente peligroso y triste.