“… ¿Me quieres?" Juan 21:17
Ahora Pedro ya no hace declaraciones enfáticas como las que encontramos en Mateo 26:33-35. El
hombre natural habla con audacia, y proclama sus sentimientos. Sin embargo, el verdadero amor que hay
en nuestro hombre interior espiritual solo se puede descubrir cuando experimentamos el dolor de esta
pregunta de Jesucristo. Pedro amaba a Jesús como cualquier hombre natural ama a una persona buena.
Ese es el amor emocional que puede ser muy profundo en nuestro ser natural, pero que no llega al centro
de la persona. El amor verdadero nunca tiene que hacer declaraciones públicas: "todo aquel que me
confiese delante de los hombres (es decir, que confiese su amor por medio de todo lo que hace y no
simplemente con sus palabras), también el Hijo del hombre lo confesará delante de los ángeles de Dios",
Lucas 12:8.
A menos que nos sintamos heridos cada vez que nos engañamos a nosotros mismos, la Palabra de Dios no
está obrando en nuestra vida. Ella nos hiere como ningún pecado lo puede hacer, porque el pecado
embota nuestros sentidos. Pero esta pregunta del Señor aumenta nuestra sensibilidad hasta el punto de que
el dolor que Él nos produce es el más agudo que nos podamos imaginar. Duele no solamente en el nivel
natural, sino también en el más profundo nivel espiritual. La Palabra de Dios penetra hasta partir el alma
y el espíritu y ningún engaño puede permanecer. Cuando el Señor nos hace esta pregunta es imposible ser
sentimentales, porque el dolor es demasiado intenso cuando Él nos habla de manera directa. Nos produce
una herida tan grande que sus punzadas se pueden sentir en cualquier parte de nuestra vida que no
concuerde con su voluntad. Cuando el dolor de la Palabra del Señor le llega a uno de sus hijos, es
inconfundible; pero lo sentimos en el momento en que Dios nos revela su verdad.