Versículo para hoy:

viernes, 19 de julio de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL


 3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

10. EL TIEMPO DE DUDA Y DE OSCURIDAD ESPIRITUAL.

MOTIVOS PROPIOS PARA EL ABATIMIENTO

2. Disminución de nuestros afectos por Dios

¿Sentimos un declinar de nuestros sentimientos por Dios y los temas espirituales? Puede que siga habiendo esperanza aunque este sea el caso.

Pero es posible que haya una equivocación respecto a esto. Hay muchas cosas que aprender, y la experiencia cristiana tiene relación con una gran variedad de temas. Puede que en esta experiencia estemos aprendiendo algo que es muy necesario que sepamos como cristianos.

¿Y qué si no somos tan sensibles y tan vivos en nuestras emociones, o no tenemos las mismas visiones arrebatadoras que teníamos al principio? ¿Es que no puede estar creciendo nuestra piedad en solidez y consistencia, y adaptándose mejor a propósitos prácticos? ¿Acaso puede deducirse del hecho de que no siempre estemos en la misma disposición mental o de que los mismos objetos no nos emocionen igual en todo tiempo, que nuestra fe no es verdadera? Quizás nos engañamos a nosotros mismos al mirar hacia adelante a lo que seremos, en lugar de contemplar lo que somos comparado con lo que fuimos una vez.

3. Aumento de nuestro amor por disfrutes terrenales

Si la base para tomar conclusiones desesperadas con respecto a nosotros mismos es la fuerza de nuestro amor por los disfrutes terrenales, quizás estemos argumentando de la siguiente forma: "Temo que amo las creaciones más que a Dios, y si es así, no tengo verdadero amor por Dios. A veces tengo sentimientos más fuertes por los consuelos terrenales que por los celestiales, por tanto, mi alma no es recta".

Si verdaderamente amamos lo creado por sí mismo, si lo convertimos en nuestro objetivo y nuestra fe solo es un medio para obtenerlo, entonces la conclusión anterior es la correcta, porque esto es incompatible con el amor supremo a Dios.

Pero una persona puede amar a Dios más ardientemente de lo que ama cualquier otra cosa, y aun así, cuando Dios no es el objeto directo de sus pensamientos, puede ser sensible a un amor más fuerte por lo creado que el que tiene por Dios en ese instante. Del mismo modo que la maldad enraizada indica un odio más fuerte que una emoción repentina más violenta, hemos de juzgar nuestro amor, no por un movimiento impetuoso del mismo de vez en cuando, sino por la profundidad de su raíz y lo constante de su ejercicio. Quizás nuestra dificultad viene como resultado de probar nuestro amor con una prueba extraña e impropia.

Muchas personas temieron que cuando fueran sometidas a una gran prueba renunciarían a Cristo y se aferrarían a lo creado; pero cuando la prueba vino, Cristo lo fue todo, y el mundo no fue nada en su estima. Ese fue el temor de algunos mártires cuya victoria fue completa. Pero solo podemos esperar la ayuda divina en el tiempo y proporción de nuestra necesidad. Si queremos probar nuestro amor, miremos si estaríamos dispuestos a renunciar a Cristo en este mismo momento.