III. Amplitud del pecado
En cuanto a la amplitud de esta vasta enfermedad moral del hombre llamada pecado, tengamos cuidado de no equivocarnos. La única base segura es la que nos dan las Escrituras. "Todo designio de los pensamientos del corazón" es malo por naturaleza y lo es continuamente (Gén. 6:5). "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso;..." (Jer. 17:9). El pecado es una enfermedad que satura y compromete cada parte de nuestra constitución moral y cada una de nuestras facultades mentales. La comprensión, los afectos, los poderes para razonar, la voluntad, están todos infectados, en menor o mayor grado. Aun la conciencia está tan ciega que no se puede depender de ella como un guía seguro y puede llevar al hombre a hacer tanto lo malo como lo bueno, a menos que esté iluminado por el Espíritu Santo. En resumen, "Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay... cosa sana,..." en nosotros (Isa. 1:6). La enfermedad puede estar oculta bajo una delgada capa de cortesía, buenos modales y un decoro exterior; pero se encuentra profundamente arraigada en el ser.
Admito totalmente que el hombre tiene muchas facultades positivas y nobles, y que muestra una inmensa capacidad en las artes, en las ciencias y en la literatura. Pero el hecho sigue en pie: En cuanto a las cosas espirituales, el hombre está completamente "muerto" y no tiene conocimiento, ni amor, ni temor natural de Dios. Sus mejores cualidades están tan entretejidas y mezcladas con corrupción, que el contraste sólo evidencia claramente la verdad y extensión de la caída. Nos muestra que una y la misma criatura es en algunas cosas...
-Tan superior y, en otras, tan baja.
-Tan grande y, no obstante, tan pequeña.
-Tan noble y, sin embargo, tan mala.
-Tan grandiosa en su concepción y ejecución de cosas materiales y, no obstante, tan arrastrada y tan degradada en sus afectos.
-Capaz de planificar y construir edificios como los de Carnac y Luxor en Egipto, y el Partenón en Atenas, y no obstante, adorar a dioses y diosas viles, a aves, bestias y seres que se arrastran.
-Capaz de producir obras trágicas como las de Sófocles e historias como las de Tucídides y, no obstante, ser esclavo de vicios abominables como los descritos en el primer capítulo de la epístola a los Romanos.
Todo esto es un complicado rompecabezas para los que se burlan de la "Palabra escrita de Dios" y de los eruditos bíblicos.
Pero es un nudo que podemos desatar con la Biblia en nuestras manos. Podemos reconocer que el hombre tiene en sí, todas las marcas de un templo majestuoso, un templo en el cual alguna vez moraba Dios, pero que ahora está en ruinas. Un templo en el que una ventana destrozada aquí, una puerta allá y una columna más allá todavía, dan una idea de la magnificencia de su diseño original, pero un templo que ha caído de su apogeo de un extremo al otro y que ha perdido su gloria. Y por eso decimos que nada soluciona el complicado problema de la condición del hombre, sino la "doctrina del pecado original o de nacimiento" y los devastadores efectos de la caída.
Recordemos, además de esto, que cada parte del mundo da testimonio del hecho que el pecado es la enfermedad universal de toda la humanidad. Busquemos por toda la tierra de este a oeste, de polo a polo, busquemos por toda nación de todo tipo de clima en los cuatro puntos cardinales de la tierra, busquemos en cada rango y clase social en nuestro país, desde el más elevado al más bajo y, en cada circunstancia y condición, la conclusión siempre será la misma. Las islas más remotas en el Océano Pacífico, completamente separadas de Europa, Asia, África y América, más allá del alcance del lujo oriental y las artes y literatura de occidente -islas habitadas por gente que no sabe de libros, dinero, la fuerza del vapor ni de la pólvora-, en estas islas siempre se ha encontrado, al descubrirlas, que había entre sus pobladores, las formas más viles de lujuria, crueldad, engaño y superstición. Si los habitantes no han sabido ninguna otra cosa, ¡siempre han sabido cómo pecar! En todo lugar, "engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso,..." (Jer. 17:9). Por mi parte, no sé de una prueba más contundente de la inspiración de Génesis y del registro de Moisés acerca del origen del hombre que el poder, la extensión y la universalidad del pecado. Reconozcamos que la humanidad surgió de una pareja, y que esa pareja cayó (como nos lo dice Génesis 3), y que el estado de la naturaleza humana en todas partes es fácilmente comprensible. Neguémoslo; como lo hacen muchos, y nos encontraremos inmediatamente envueltos en dificultades inexplicables. En una palabra, la uniformidad y universalidad de la corrupción humana dan respuesta a los ejemplos más difíciles de explicar de las enormes "dificultades de la infidelidad".