Versículo para hoy:

lunes, 3 de junio de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

 
3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

4.    EL TIEMPO DE PELIGRO Y DISTRACCIÓN PÚBLICA

EN PRIMER LUGAR, veamos a todas las criaturas como seres que están en manos de Dios, quien las gobierna en todos sus actos, limitándolas, restringiéndolas y determinándolas según Él quiere. Que esta gran verdad quede bien establecida por fe en nuestros corazones, y nos guardará contra los temores que esclavizan.

El primer capítulo de Ezequiel contiene un admirable bosquejo de providencia: Ahí vemos a los seres vivientes que mueven las ruedas (es decir, las grandes revoluciones en las cosas de aquí abajo) que van hacia Cristo sentado en el trono, para recibir nuevas instrucciones de Él. En el capítulo seis de Apocalipsis podemos leer sobre caballos blancos, negros y rojos que son los instrumentos empleados por Dios para ejecutar juicios en el mundo, como guerras, pestilencias y muerte. Cuando estos caballos están recorriendo el mundo, hay una consideración que puede calmar nuestros corazones: Dios tiene en su mano las riendas.

Los impíos son a veces como caballos locos, que arrollan al pueblo de Dios bajo sus pies, pero el freno de la providencia está en sus bocas. Es terrible encontrarse con un león en libertad, pero ¿quién teme a un león que está en manos del que lo guarda?

EN SEGUNDO LUGAR recordemos que este Dios en cuyas manos están todas las criaturas es nuestro Padre, y piensa con más cariño en nosotros que nosotros mismos. "El que te toca, toca la niña de mi ojo" (Zacarías 2:8). Preguntemos incluso a la mujer más temerosa: ¿Hay o no una gran diferencia entre ver una espada desenvainada en manos de un rufián sanguinario y verla en las manos de su amoroso esposo? Del mismo modo, hay una gran diferencia entre ver las criaturas con el ojo material o verlas como en manos de nuestro Dios con el ojo de la fe.

Isaías 54:5 es muy apropiado a este respecto: "Porque tu marido es tu Hacedor; el Señor de los ejércitos es su nombre". Él es el Señor de todos los ejércitos de criaturas. ¿Quién temería atravesar un ejército, a pesar de que todos los soldados giren las espadas y armas contra él, si el comandante de ese ejército es su amigo o su padre?

Un joven creyente estaba en el mar con muchos otros pasajeros en medio de una gran tormenta, y, estando ellos medio muertos del miedo, solo el joven parecía verse muy contento, como si estuviese poco preocupado por el peligro. Alguien quiso saber la razón de su contentamiento. "Oh", dijo él, ¡es porque el piloto de este barco es mi Padre!"

Consideremos primero a Cristo como Rey y Señor supremo sobre el reino de la providencia, y luego como cabeza nuestra, esposo y amigo, y podremos decir rápidamente: "Vuelve a tu descanso, alma mía". Esta verdad hará que dejemos de temblar, y nos hará cantar en medio del peligro. "Porque Dios es el Rey de toda la tierra; Cantad con inteligencia" (Salmos 47:7). Es decir "que todo el que tenga entendimiento de esta doctrina del dominio de nuestro Padre sobre todas las criaturas -que revive y establece los corazones-, cante alabanzas".

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

4.    EL TIEMPO DE PELIGRO Y DISTRACCIÓN PÚBLICA

En tales tiempos hasta los mejores corazones están demasiado inclinados a ser sorprendidos por un temor que los esclaviza. Si Siria hace alianza con Efraín, los corazones de la casa de David tiemblan como los árboles del bosque que se agitan con el viento. Cuando hay señales atemorizantes en los cielos, o angustia de los pueblos confundidos, cuando rugen las olas del mar, los corazones de los hombres caen en temor al ver las cosas que vienen sobre la tierra.

Incluso Pablo alguna vez se quejó "de fuera, conflictos; de dentro, temores" ( 2 Corintios 7:5). Pero, hermanos míos, estas cosas no deberían ser así; los creyentes deberían tener un espíritu más elevado, del mismo modo que lo tenía David cuando su corazón se mantenía en una buena disposición: "El Señor es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? (Salmos 27:1)

Que nadie sea un esclavo del temor, excepto los siervos del pecado, que los que se deleitan en la maldad teman la maldad. No permitamos que lo que Dios ha puesto como amenaza de juicio para los impíos capture el corazón de los justos. "Infundiré en sus corazones tal cobardía, en la tierra de sus enemigos, que el sonido de una hoja que se mueva los perseguirá, y huirán como ante la espada, y caerán sin que nadie los persiga" (Levítico 26:36) ¡Qué personas de espíritu tan pobre son aquellas que huyen al sonido de una hoja! Una hoja produce un sonido agradable, no terrible. Es como una música natural. Pero para una conciencia culpable, incluso el silbido de las hojas es como tambores y trompetas. "No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio" (2 Timoteo 1:7). El dominio propio, que se levanta aquí en oposición al temor, es una conciencia sin mancha, no debilitada por la culpa, y eso debería hacernos confiados como leones.

Sé que de un creyente no podemos decir lo mismo que Dios dijo de leviatán, que fue creado sin temor. Hay un temor natural en todos los hombres, y es tan difícil quitarlo por completo como lo sería quitar el cuerpo mismo. El temor es una perturbación de la mente, que surge de la percepción de un peligro que se acerca, y mientras los peligros se acerquen, tendremos perturbaciones en nuestro interior.

Mi propósito no es recomendar una apatía estoica, ni disuadir a nadie de un temor preventivo que sea adecuado al problema y sirva a nuestra alma. Existe un temor que nos abre los ojos para predecir el peligro, y nos motiva a ser prudentes y a utilizar los medios que podamos para prevenirlo. Así fue en el caso de Jacob, que tuvo temor y actuó con prudencia cuando esperaba encontrarse con su enfadado hermano Esaú.

De lo que pretendo que guardemos nuestros corazones es del temor de la timidez, de la falta de confianza en nosotros mismos. Esa emoción tiraniza e invade el corazón en momentos de peligro, distrae, debilita y nos desacomoda para realizar nuestro deber. Lleva a las personas a utilizar medios ilegítimos, y las atrapa. Veamos cómo un cristiano puede guardar su corazón de los temores que distraen y atormentan en tiempos de peligros amenazantes. Hay varias reglas excelentes para guardar el corazón del temor pecaminoso.