I. El cristianismo verdadero es una batalla
Lo primero que tengo que decir es esto: El cristianismo verdadero es una batalla.
¡Cristianismo verdadero! Enfoquemos la palabra "verdadero". Hay una gran cantidad de religiones en el mundo que no son cristianismo verdadero, auténtico. Son tolerantes, satisfacen las conciencias adormecidas, pero son falsas. No son lo verdadero, lo que hace mil ochocientos años se llamaba cristianismo. Hay miles de hombres y mujeres que van a las iglesias todos los domingos y se llaman cristianos. Sus nombres están en el registro de bautismos. Mientras están vivos, se los considera cristianos. Se han casado por la Iglesia. Piensan ser sepultados como cristianos cuando mueran. ¡Pero nunca se ve nada de "lucha" en su vida espiritual! No saben, literalmente, nada de lucha espiritual, esfuerzo, conflicto, ni de negarse a sí mismos, ni de estar vigilantes y, mucho menos, de batallar. Tal cristianismo puede satisfacer al hombre y los que se atreven a decir algo en contra son considerados duros e incomprensivos; pero, de hecho, no es el cristianismo de la Biblia. No es la fe cristiana que fundó el Señor Jesús y que sus discípulos predicaban. No es la fe bíblica que produce verdadera santidad. El verdadero cristianismo es "una batalla".
El verdadero cristiano es llamado a ser un soldado y debe comportarse como tal desde el día de su conversión hasta el día de su muerte. No es la intención que viva una vida a sus anchas, indolente y segura. No debe imaginarse nunca, ni por un momento, que puede hacer su trayectoria al cielo dormido o medio dormido, como si estuviera viajando en un carruaje muy cómodo. Si adopta sus normas del cristianismo de los hijos de este mundo, quizá se contente con estas nociones, pero no encontrará en la Palabra de Dios nada que las justifique. Si la Biblia es su regla de fe y práctica, tiene que encontrar su camino bien marcado con respecto a este asunto. Tiene que "luchar".
¿Con quiénes tiene que luchar el soldado cristiano? No con otros cristianos. ¡Miserable es la idea que tienen algunos hombres de que la fe cristiana consiste en controversias perpetuas! El que nunca está satisfecho, a menos que esté en medio de un conflicto entre iglesia e iglesia, congregación y congregación, secta y secta, facción y facción, partido y partido, nada sabe de lo que debiera saber. Sin duda, puede suceder que, a veces, sea absolutamente necesario recurrir a los tribunales de justicia para asegurar la interpretación correcta de los Artículos de la iglesia, de rúbricas y formularios. Pero por regla general, nunca es mejor servida la causa del pecado que cuando los cristianos malgastan sus energías en pelear unos contra otros y pierden el tiempo en discusiones insignificantes.