Versículo para hoy:
martes, 31 de marzo de 2020
31 de marzo - La oración significante - Ray Stedman
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Existe una poderosa relación entre
ponerse toda la armadura de Dios y orar. Estas dos cosas deben de ir juntas;
de hecho, la una se produce como resultado de la otra. No basta con ponerse
la armadura de Dios; es preciso que además ore usted. Pero tampoco basta con
orar, sino que es necesario que se ponga usted la armadura de Dios. Es
imposible separar estos dos conceptos. El ponerse la armadura es
esencialmente algo que se hace en relación con la esfera de sus pensamientos.
Es ajustar su actitud y su corazón a la realidad, a las cosas tal y como son.
Es pensar y examinar a fondo las implicaciones del hecho que pone de
manifiesto la revelación. Esto es siempre algo que es necesario hacer al
intentar enfrentarnos con la vida.
El apóstol no invierte esto,
diciendo: “Primero ore usted y a continuación póngase la armadura de Dios”.
Eso es lo que intentamos hacer, y es por eso que nuestra vida de oración es
tan débil, tan impotente. Existe una gran ayuda práctica aquí si seguimos con
todo cuidado el orden diseñado en las Escrituras. Creo que la mayoría de los
cristianos confesarían que no se sienten satisfechos con su vida de oración.
Sienten que es inadecuada y tal vez no tan frecuente como debiera ser. A
veces nos debatimos, intentando mejorar la calidad así como la cantidad de
nuestra vida de oración. Algunas veces adoptamos horarios que intentamos
mantener o largas listas de nombres, proyectos y lugares que intentamos
recordar en oración. En otras palabras, empezamos con el hacer, pero cuando
hacemos esto estamos empezando por el lugar equivocado. Donde debemos de
empezar no es haciendo, sino pensando.
La oración sigue al ponerse la
armadura de Dios. Es el resultado natural y normal. No estoy sugiriendo que
no haya lugar para la disciplina cristiana; claro que lo hay. No estoy
sugiriendo que no vayamos a necesitar hacer uso de nuestra voluntad, ponerla
en acción y seguirla en su totalidad. Por supuesto que existe esta necesidad,
pero el lugar en el que debiera estar la disciplina no es en orar primero,
sino en “ponernos la armadura de Dios”. Primero, piense usted atentamente en
las implicaciones de nuestra fe, y a continuación la oración fluirá de una
manera natural con mucha más facilidad. Cuando aparece en este orden, es una
oración meditada, una oración que tiene un propósito y significado.
Este es el problema con una gran
parte de la manera de orar que tenemos hoy. Es menos profunda, un tanto
superficial. A veces nuestras oraciones apenas si son algo más sencillo que
las oraciones infantiles: “Ahora me acuesto a dormir. Te pido Señor que
guardes mi alma”. ¿Qué es lo que se necesita? La oración debe de ser el
resultado de las cosas en las que pensamos muy en serio y de las
implicaciones de la fe. Esto añade profundidad, sentido y significado a la misma.
Así que la oración debe ser directa y con un propósito.
Si examina usted todo el contenido
de las enseñanzas de la Biblia sobre este gran tema de la oración, descubrirá
que bajo toda la presentación bíblica se encuentra la idea de que la oración es
tener una conversación con Dios. Lo que el apóstol está diciendo es: “Después
de que se haya puesto usted la armadura de Dios, después de que haya usted
pensado a fondo acerca de las implicaciones de su fe de las diferentes
maneras que hemos sugerido con anterioridad, entonces háblele a Dios.
Dígaselo todo, háblele de sus reacciones, dígale cómo se siente, describa la
relación con la vida que le rodea y pídale a Él lo que necesite”.
Perdóname por la manera en que he
visto la oración como si fuese algo insignificante y opcional. Ayúdame a
tomarla en serio y a darme cuenta que has hecho de ella mi punto de contacto
contigo. Enséñame a orar.
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Aplicación a la vida
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¿Tenemos que estar esforzándonos
para orar, o sentimos que oramos de manera poco frecuente o inadecuada, o nos
damos cuenta de que nuestras oraciones son realmente superficiales? ¿Cómo
podemos hablar con Dios de una manera real y significante?
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