Versículo para hoy:

miércoles, 12 de junio de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

 

3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

5.    EL TIEMPO DE NECESIDADES EXTERNAS

Aunque en tales tiempos deberíamos quejarnos a Dios, y no de Dios (el trono de gracia se levanta para el "tiempo de necesidad"), cuando las aguas del alivio son poco profundas y la necesidad empieza a presionarnos, ¡cuánto se inclinan hasta los mejores corazones a desconfiar de la fuente!

Cuando la comida de la despensa y el aceite de la jarra están casi agotados, nuestra fe y paciencia también se gastan. Ya de por sí es difícil mantener el corazón orgulloso e incrédulo en una calma santa y una sumisión dulce a los pies de Dios. Es fácil hablar de confiar en Dios para el pan de cada día mientras tenemos un granero o cartera llena. Pero decir como dijo el profeta, "Aunque la higuera no florezca ni en las vides haya fruto, con todo yo me gozaré en el Señor (Habacuc 3:17-18), seguramente no es tan fácil.

¿Sabríamos -como cristianos- guardar nuestro corazón de la desconfianza hacia Dios o de resentirnos contra él en los momentos en que la sentimos o cuando tememos por nuestras necesidades externas?

Este caso merece ser considerado seriamente, especialmente ahora, ya que parece ser designio de la providencia, vaciar al pueblo de Dios de su llenura como criaturas, y hacer que conozcan las dificultades para las que habían sido extraños hasta ahora. Para asegurar el corazón de los peligros que vienen por esta condición, las siguientes consideraciones podrían probar ser efectivas mediante la bendición del Espíritu.

EN PRIMER LUGAR,  si Dios nos reduce a la necesidad no está haciendo algo con nosotros que no haya hecho ya con algunos de los hombres más santos de la historia.

 Nuestro caso no es particular, y aunque hayamos sido unos extraños a la necesidad, otros creyentes han llegado a familiarizarse con ella.

Escuchemos lo que dice Pablo, no solamente de sí mismo, sino en nombre de otros santos que se han visto reducidos a exigencias similares: "Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados y no tenemos morada fija" (1 Corintios 4:11). Ver a un hombre como Pablo ir de un lado a otro del mundo desnudo, hambriento y sin hogar; quien fue uno que estaba muy por encima de nosotros en gracia y santidad, alguien que hacía más servicio por Dios en un día que quizás todo el que hemos hecho nosotros en nuestra vida entera, muy bien puede poner fin a nuestras quejas.

¿Hemos olvidado cuánto sufrió David incluso? ¿Lo grande que eran sus dificultades? "Te ruego que des", le dice a Nabal, "lo que tuvieres a mano a tus siervos, y a tu hijo David". Pero ¿por qué hablar de esto? Contemplemos a uno mucho más grande que cualquiera de ellos, el Hijo de Dios, que es heredero de todas las cosas y por quien los mundos fueron creados. A veces hubiese estado contento con cualquier cosa porque no tenía nada que comer, "Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo..." (Marcos 11:12-13)


Por tanto, en una situación así, no es que Dios haya puesto sobre nosotros una marca de odio, ni podemos inferir que hay escasez de amor porque haya escasez de pan. Cuando nuestro quejumbroso corazón pregunte "¿Ha habido alguna vez una pena como la mía?" preguntemos a esas dignas personas, y ellos nos dirán que, aunque ellos no se quejaron como nosotros, su condición fue de tanta necesidad como la nuestra.