Versículo para hoy:
domingo, 5 de junio de 2016
LECTURAS VESPERTINAS – JUNIO 5
“El que no ama no conoce a Dios”. 1 Juan 4:8.
LA señal
distintiva de un cristiano es su confianza en el amor de Cristo y la
retribución de ese amor con su propio amor. Primero la fe pone su sello en el
hombre, capacitando al alma a decir con el apóstol: “Cristo me amó y se entregó
a sí mismo por mí”. Entonces el amor da la contraseña y, en retribución,
estampa en el corazón amor y gratitud a Jesús. “Nosotros lo amamos a él porque
él nos amó primero”. En la remota antigüedad, que era el período heroico de la
religión cristiana, esta doble característica debía ser claramente vista en
todos los creyentes en Jesús. Estos eran personas que conocían el amor de
Cristo y descansaban en él como un hombre descansa sobre un báculo cuya solidez
ha probado. El amor que los creyentes sentían hacia el Señor no era una
apacible emoción que escondían dentro de sí mismos, en las secretas cámaras de
sus almas y de la que hablaban sólo en las reuniones privadas, cuando se
reunían el primer día de la semana, y cantaban himnos en honor de Cristo Jesús
el crucificado; sino era, más bien, una pasión de energía tan vehemente y
consumidora, que lo evidenciaban en todas sus acciones; hablaban de él en sus
conversaciones ordinarias y lo reflejaban en sus ojos aun en las más vulgares miradas.
El amor a Jesús era una llama que se alimentaba en lo íntimo del ser de ellos,
y, por lo tanto, se abría camino, por su propia fuerza, al exterior y alumbraba
allí. Celo por la gloria del Rey Jesús era el sello y la marca de todos los
cristianos genuinos. Porque dependían del amor de Cristo eran muy osados; y
porque amaban a Cristo hicieron mucho. Y lo mismo acontece ahora. Los hijos de
Dios, en sus más íntimas facultades, están regidos por el amor; el amor de
Cristo los constriñe. Se regocijan de que el amor divino esté puesto sobre
ellos, lo sienten derramado en sus corazones por el Espíritu Santo, que les es
dado, y entonces, por la fuerza de la gratitud, aman al Salvador
fervientemente, de corazón puro. Lector, ¿amas a Jesús? Antes de dormir da una
contestación honesta a esta importante pregunta.
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