Versículo para hoy:

lunes, 20 de mayo de 2024

GUARDANDO EL CORAZÓN - JOHN FLAVEL

3- TIEMPOS QUE REQUIEREN UN CUIDADO ESPECIAL DEL CORAZÓN

1.    EL TIEMPO DE PROSPERIDAD

En segundo lugar, nos puede ayudar a ser más vigilantes y humildes en tiempo de prosperidad el considerar que, entre los cristianos, muchos han sido peores por tenerla. ¡Cuán bueno hubiese sido para algunos de ellos si nunca hubiesen conocido la prosperidad! Cuando nacieron en una condición baja, cuán humildes, espirituales y celestiales eran. Pero al prosperar, ¡qué alteración cayó sobre sus espíritus! Así sucedió con Israel. Cuando estuvieron en una baja condición en el desierto, eran "santidad al Señor". Pero al entrar en Canaán y ser alimentados ricamente el lenguaje fue: "somos libres; nunca más vendremos a ti" (Jeremías 2:31).

Las ganancias externas normalmente se logran con pérdidas internas; así como en una condición humilde sus empleos civiles acostumbraban a tener un cierto sabor a sus deberes religiosos, en una condición exaltada sus deberes normalmente tenían sabor a mundo. Aquel cuyas gracias no son obstaculizadas por sus riquezas, es en verdad rico en gracia. En el mundo hay pocos Josafats, de quien se decía "tuvo riquezas y gloria en abundancia. Y se animó su corazón en los caminos del Señor" (2 Crónicas 17:5-6).

¿No mantendrá nuestros corazones humildes en la prosperidad, el pensar en cuánto han pagado muchos hombres piadosos por sus riquezas, que por ellas han perdido aquello que todo el mundo no puede comprar?

En tercer lugar, mantengamos humilde nuestro vano corazón con esta consideración: Dios no valora a ningún hombre más por sus excelencias externas, sino por las gracias internas que posee; estas son los adornos internos del Espíritu, que son de gran valor a los ojos de Dios.

Dios menosprecia la gloria del mundo, y no acepta a nadie por ser una gran personalidad, "sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia" (Hechos 10:35).

Si el juicio de Dios fuese igual que el del hombre, podríamos valorarnos por esas cosas y afirmarnos sobre ellas. Pero solo somos algo si lo somos según el juicio de Dios. ¿No se mantendrá humilde mi corazón y dejará de vanagloriarse si considero esto?

En cuarto lugar, ¿cuántas personas al borde de la muerte han lamentado su necedad al poner su corazón en estas cosas, y han deseado no haberlas conocido nunca? Qué terrible fue la situación de Pío Quinto, que murió gritando de desesperación: "Cuando era de baja condición tenía alguna esperanza de salvación, cuando llegué a ser cardenal, comencé a dudarlo mucho; pero después de llegar al papado, no tengo esperanza alguna".

Otro autor también nos cuenta la triste historia real de un rico opresor, que había amasado una gran fortuna para su único hijo. Cuando iba a morir, llamó a su hijo y le dijo: "Hijo, ¿en verdad me amas?" El hijo respondió que: "la naturaleza así como su indulgencia paternal le obligaban a ello". "Entonces (dijo el padre) exprésalo en esto: mantén tu dedo en la llama de una vela mientras digo una oración". El hijo lo intentó, pero no pudo soportarlo. Al verlo, el padre prorrumpió en esta expresión: "No pudiste soportar quemarte un dedo por mí, pero para conseguirte esta riqueza he puesto mi alma en angustia y mi alma y cuerpo deben arder en el infierno por ti. Tu dolor hubiese sido por un momento, pero los míos serán una llama que nunca cese".